Todo lo hizo bien A los artistas, artífices, actores y artesanos

A los artistas, artífices, actores y artesanos
A los artistas, artífices, actores y artesanos

San José obrero y artesano, carpintero y albañil

San José artesano, homenaje al mundo del trabajo 

A los Artistas, artífices, actores, y artesanos 

Es momento de poner las manos hacendosas en la tarea, bien sea profesional o doméstica; científica o manual; agrícola o industrial. En todos los casos se puede ofrecer el trabajo bien hecho, con matices de bondad, sensibilidad, belleza, generosidad, prueba de haberlo realizado de manera consciente, atenta, con los cinco sentidos. 

El Dios creador no solo se revela realizando las grandes obras, sino que se ha querido mostrar como alfarero, artesano y artífice de cuanto nos rodea. Él crea el espacio donde habitamos, y lo decora con gusto, estilo, armonía, haciéndolo acogedor, y entrañable. 

Tenemos en nuestras manos la posibilidad de hacer de lo cotidiano la mejor firma de nuestra capacidad artística, pues la obra de arte no solo se aprecia en lo que se ve, sino también en lo que no se ve y la hace duradera, y no efímera. La convivencia humana necesita el apoyo de la estabilidad, que se favorece con la entrega artesana y diaria del amor, manteniendo el hogar limpio, ordenado, cálido y cabe que en una flor fresca se ofrezca la dimensión de la gratuidad y de la belleza. 

La obra bien hecha no consiste en haber realizado gestas notorias. El evangelio sorprende dando el mismo premio al que trabajó con cinco talentos y al que trabajó con dos: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. (Mt 25, 20-23) 

Sorprende, entre las recomendaciones que hacen los apóstoles a los beneficiarios de alguna gracia especial, que se fijen en detalles domésticos tan particulares como el de hacer la cama: «Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho». (Act 9, 39). El verdadero artista es el que valora la materia y sabe ver en ella la virtud que contiene. De un bloque de mármol esculpe una figura humana; con pequeñas teselas forma un precioso mosaico; con hilos de colores de seda teje un tapiz; con sustancias extraídas de las raíces de las plantas fabrica los pigmentos para plasmar un icono; del trigo molido nos ofrece el pan candeal; de la semilla cuidada y plantada nace un árbol; del regalo de una flor brota el amor; de la palabra atenta se derrite el hielo de una relación endurecida… 

Tenemos capacidad de convertir la existencia en una ofrenda capaz de transformar el mundo de violento en amigo, la especulación inhumana, en la casa común, habitable, capaz de albergar al peregrino de la existencia. Cada uno estamos llamados a colaborar con Dios y acrecentar su obra, para seguir admirando el arte y la artesanía. 

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