Virgen de la Esperanza
18 de diciembre: III Jueves de Adviento
Llama a Dios “Abbá” y madre a María.
“Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios” (Gal 4, 4-7).
San Pablo nos confirma la relación íntima y familiar que el creyente tiene con Dios, por razón de su Hijo, nacido de mujer. Si en el lenguaje bíblico llamar a Dios “Abbá” significa el gesto de mayor intimidad y confianza familiar, pues es la forma con la que los niños llaman a su padre: “Papá”. Al sabernos habitados por el Espíritu Santo, quien clama dentro de nosotros como un niño en brazos de su madre, María, la colmada del Espíritu Santo, nos posibilita la relación filial con ella y con Dios.
“Queremos hablar una vez más con amor sobre la persona de María. En ella, "hija predilecta del Padre" (Lumen Gentium, 53), se manifestó el plan divino de amor para la humanidad. El Padre, al destinarla a convertirse en la madre de su Hijo, la eligió entre todas las criaturas y la elevó a la más alta dignidad y misión al servicio de su pueblo. María se dejaba influir y formar por su hijo. En la progresiva manifestación de Jesús descubrió cada vez más profundamente al Padre y le hizo el homenaje de todo el amor de su corazón filial. Su tarea consiste ahora en ayudar a la Iglesia a caminar como ella tras las huellas de Cristo” (San Juan Pablo II, Audiencia, 5 de enero 2000)
A MARÍA: Dios te salve, María, Hija predilecta del Padre eterno;
Dios te salve, María, Madre admirable del Hijo.
Dios te salve, María, Esposa fidelísima del Espíritu Santo.
Dios te salve, María, Madre mía querida, mi amable Señora y poderosa Soberana. (San Luís María Grignion de Montfort)
Llama a Dios “Abbá” y madre a María.
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