Mete tu mano en mi costado La relación corporal

Amigos fuertes de Dios

La relación corporal 

Dicen que se impone el teletrabajo, las reuniones telemáticas, le educación a distancia y la comunicación virtual. Parece que predomina el miedo al otro porque puede ser portador del virus, mediación sospechosa de contagio, y cunde la desconfianza y la sospecha en el trato mutuo, sobre todo ante el que viene del exterior. Se extienden las fobias a las personas, según su origen… 

Siendo importante la higiene y las medidas responsables para evitar males mayores, deberemos estar atentos a nuestro estado interior, por si quedamos un tanto afectados en nuestras relaciones. 

A nivel religioso, muchos han agradecido el acompañamiento de los medios de comunicación, la posibilidad de seguir las celebraciones por internet, televisión, canales personales…, hasta el extremo de haberse acostumbrado a celebrar la fe de manera doméstica. 

Ante la fiesta del Corazón de Jesús, salta al primer plano la llamada que nos hace la Palabra a gustar la declaración de amor de Dios, que se expresa de manera corporal: “Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a vosotros” (Dt 7, 6-8). “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4, 10). 

Hoy se hace epicentro el corazón, y con ello, la corporeidad, la relación afectiva, las entrañas compasivas, el hombro en el que reclinar la cabeza, el pecho del amigo, el abrazo, la cercanía del Tú divino hecho hombre, compañero nuestro. Jesús “dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente» (Jn 20, 27). 

Cuando se nos pide distanciamiento social, prevención ante el contacto corporal, higiene permanente en las manos, mascarilla en la cara, emerge la figura de quien ha deseado permanecer con nosotros como amigo, quien sin pudor se confiesa enamorado de la humanidad. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos” (Jn 15, 13-14). 

No estamos acostumbrados a relacionarnos con Dios de manera corporal, y espiritualizamos el trato teologal, cuando Él ha querido hacerse carne, mortal, deseoso de nuestra relación afectiva. Él nos quiere amigos íntimos. “Tomas y comed, esto es mi cuerpo”. 

Dice santa Teresa: “Querríalas mucho avisar que miren no escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos” (Vida 15, 5).

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