El perdón El respirador del alma

Antídoto contra la melancolía

El respirador del alma 

“Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero” (1Jn 1, 8-10; 2, 1-2). 

Reflexión 

Es posible que el confinamiento te esté produciendo estrés y que hayas tenido brotes de impaciencia. Es lógico que el acoso que produce el temor a la enfermedad, y más aún si alguno de los tuyos está enfermo o ha fallecido, te estén ocasionado tristeza, nerviosismo e impaciencia. 

Cabe que estés sobrellevando interiormente la carga de deseos insatisfechos y además estés acumulando las sombras de la propia imperfección, que te producen intranquilidad de conciencia por pensamientos adversos, juicios, desafectos, irritación interior o egoísmos. 

En las vidas de los santos se cuenta que en los tiempos recios, en los que algunos se iban al desierto, sufrían terribles tentaciones, con halagos sensuales y sobre todo con la acedía, enfermedad del alma deprimida y triste, de la que hay que saber defenderse. Los padres del desierto luchaban contra ella con la técnica de hacer el cesto, y si era preciso lo deshacían para volverlo a hacer, todo menos sucumbir a la insidia del Tentador, que intenta secuestrarnos en la tristeza y en la melancolía. 

La Palabra de Dios nos dice que siempre cabe la misericordia, la reconciliación y el perdón. Lo peor es endurecerse, aguantarse, sumar debilidades y heridas, hacer como que no pasa nada, ser refractario al reconocimiento de la pobreza y de la debilidad. Actitudes que encastillan en una soledad insufrible, pues no solo se padece la soledad que produce el confinamiento, sino también la soledad de Dios. 

Dice el Apóstol: “Os digo esto para que no pequéis, pero si alguien peca, tenemos a uno que intercede por nosotros ante el Padre, y Dios, que es misericordioso, nos perdonará nuestras culpas. 

El perdón es respirador en tiempo de pandemia espiritual. Y todos necesitamos el auxilio del don del Espíritu, regalo del Resucitado, el perdón de nuestros pecados, en triple celebración, porque pedimos perdón a Dios, porque nos dejamos perdonar, y porque también perdonamos a los que nos ofenden.

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