“A éste Jesús, Dios lo resucitó” La Pascua como manifestación de la misericordia

(1) Para comenzar

La Semana Santa y el Tiempo Pascual, representan el centro originario de la fe cristiana. Fue gracias a la Resurrección de Jesús que los discípulos experimentaron y comprendieron que algo nuevo había acontecido, que el Maestro había manifestado quien decía ser y que el Padre Dios había operado en su Elegido el paso de la muerte a la vida. El Misterio Pascual viene a representar un signo manifiesto en el cual comprendemos cómo actúa la misericordia de Dios. A propósito de esto, nos dice el Papa Francisco en Misericordiae Vultus (MV) “que con su muerte y resurrección Jesucristo trae la salvación junto con la misericordia que justifica. La justicia de Dios se convierte ahora en liberación para cuantos están oprimidos por la esclavitud del pecado y sus consecuencias. La justicia de Dios es su perdón” (MV 20). En este artículo queremos reflexionar en torno a la misericordia y al Jubileo a la luz de la celebración anual de los Misterios Pascuales, y ver cómo la acción de Dios operada en Jesús de Nazaret funda una nueva relación entre el Padre y nosotros y entre nosotros y los demás, relación vivida en clave de liberación, justicia y misericordia.

(2) La justicia de Dios: un don excesivamente gratuito


El Papa Francisco en el parágrafo de MV que anteriormente citamos habla de la justicia de Dios. ¿Qué significa que Dios obre con justicia? ¿Qué es la justicia de Dios? ¿Actuó el Padre justamente con Jesús? Para el pensamiento bíblico, sobre todo para el escatológico, es decir, para el referente a las realidades últimas de la existencia humana, el juicio de Dios es uno para la salvación. Al juzgar, al ejercer su poder real sobre el mundo y la humanidad, el Dios de Israel y Padre de Jesús, actúa de manera salvífica. Por ello afirma Juan en su Primera Carta que el juicio es en definitiva una experiencia de amor gratuito (Cf. 1 Jn 4,17-18), un momento especial en donde evidenciamos que la misericordia de Dios opera de manera desbordante. El juicio así no debe ser interpretado como una instancia terrorífica, sino que “es necesario recuperar la comprensión original del juicio cual intervención decisiva y consumadora del Cristo salvador” (Ruiz de la Peña, 1980).

La justicia de Dios tiene como centro nuclear la muerte y resurrección de Jesús. En ella, Dios dice su palabra definitiva sobre el destino final del hombre y del mundo. La vida no acaba con la desaparición física sino que se prolonga de manera novedosa. Es por ello que el Misterio Pascual representa el hecho central de nuestra redención y el fundamento de nuestra fe. Creer en Jesucristo, muerto y resucitado, y consecuentemente en el Dios que ha actuado misericordiosamente con Él librándolo de las ataduras de la muerte, constituyen nuestra salvación. Dios con Jesús ha actuado de manera desbordante y excesivamente gratuita. Por ello afirmamos que el esquema de la justicia de Dios, el esquema del don, nos libera de las ataduras de la muerte y del temor.

(3) Dios actuó misericordiosamente con Jesús y con los que sufren

En Jesús flagelado, injuriado y martirizado, reconocemos la presencia provocadora de los miles de sufrientes de nuestra historia, de todas víctimas que han padecido por causas sociales, políticas, educativas, económicas y culturales. También reconocemos a las víctimas de los abusos de poder de algunos miembros de nuestra Iglesia. Es por ello que la teología latinoamericana comprendió que el Crucificado se prolonga históricamente en los otros y las otras que permanecen suspendidos en el madero. Pero es gracias a la muerte y a la resurrección de Jesús que hemos comprendido que Dios mantuvo la fidelidad con su enviado, que lo reivindicó resucitándolo de entre los muertos, que funda una nueva forma de relacionarnos con Él y entre nosotros, que con el Misterio Pascual ha dado comienzo una nueva historia y una nueva creación. Es por ello que la mañana de Pascua y todo el tiempo que le sigue constituyen un verdadero tiempo de gracia, un kairós – tiempo oportuno, un Jubileo. En la resurrección hemos evidenciado que el “don”, que la gracia ha sido sobreabundante a pesar de la abundancia del pecado (Cf. Rm 5,20).

Dios se identificó con Jesús Crucificado y se ha identificado con las víctimas de la historia humana reconciliando esa misma historia. Es por ello que el Misterio Pascual, signo de la misericordia de Dios, es un acontecimiento escatológico, un momento decisivo en la historia humana. Es por ello que el Jubileo vivido la mañana de Pascua se predica como “evangelio”, como buena noticia de liberación para todos y sin distinción.


(4) La espiritualidad social de la Pascua


Ahora bien, si Dios se identificó misericordiosamente con Jesús y con los que sufren, nosotros hemos de compadecernos de todas aquellas víctimas de la historia comunal, regional, eclesial, nacional. Si la misericordia es tener el corazón (cors) con los pobres (miseri) y tener corazón de pobres, hemos de manifestar una conversión pastoral que anuncie que cada día debe ser Resurrección. Es por ello que reconocemos que en la Pascua tiene inicio la vivencia eclesial de una espiritualidad social, profética y kerygmática.

La identificación de Dios con el hombre muerto y resucitado demanda de nosotros una opción ética y religiosa determinada, una praxis eclesial y pastoral que nace de la justicia entendida como don gratuitamente excesivo. El desafío que el Jubileo de la Misericordia nos presenta para este Tiempo Pascual es no reducir la vida que nace de la tumba vacía a un discurso o a un conjunto de doctrinas, sino que ella debe actualizarse como participación en la vida del Dios de Jesús en el Espíritu. Esta relación de los creyentes con su Dios debe prolongarse histórica y cotidianamente en la relación de los creyentes entre sí, de los creyentes con aquellos que no creen y sobre todo con aquellos que sufren.
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