María, la mística y la contemplación

Estoy leyendo, hace un tiempo, y con mucho ahínco, las propuestas filosóficas del pensador surcoreano Byung-Chul Han, Doctor en Filosofía especialista en Martin Heidegger, filósofo de comienzos del siglo XX. Byung-Chul Han tiene también estudios en teología y en literatura. Sus propuestas se pueden definir como “diagnóstico” de la época actual que se denomina posmodernidad. Es autor de libros como “La sociedad del cansancio”, “La salvación de lo bello”, “La agonía del eros”, “El aroma del tiempo”. Como nota al margen motivo a los amables lectores a conocer las propuestas de este pensador actual y comprender cuáles son los desafíos antropológicos, sociales y culturales que poseemos en medio de dinámicas de acumulación, cansancio psicológico, omisión de la presencia del otro en nuestra vida.

Quiero aferrarme a las propuestas de Byung-Chul Han para pensar a María. Aunque este autor no realiza teología explícita ni menos una mariología (disciplina teológica que estudia el lugar de María en la historia de la salvación), sí puedo reconocer en sus categorías posibilidades ciertas para pensar, en este caso, la mística y la contemplación. Durante el Mes de María, es una cuestión tradicional que las comunidades cristianas contemplen la figura particular de la jovencita de Nazaret y reconozcan en ella las virtudes que, como flores que no se marchitan, anuncian la bondad de Dios que debe ser también nuestro modo de actuar. Pero ¿qué significa contemplar o vivir la mística en las actuales condiciones sociales? Es aquí en donde recojo dos sencillos aspectos leídos desde Byung-Chul Han.

a) En primer lugar Byung-Chul Han reconoce que la contemplación hoy no es una práctica humana común. A causa de la velocidad de la producción económica, de la consideración exclusiva de lo positivo (éxito, status, poder, etc), hemos dejado de reconocer lo que éste autor llama “lo negativo” (muerte, enfermedad, desastre). Pero, paradójicamente, la verdadera belleza responde más a lo negativo, en cuanto conmociona, desdibuja, rompe seguridades. Ante lo negativo surge la contemplación y la mística. ¿Cómo en María se entiende la negatividad? ¿Hay dolor en María? Creo que una auténtica comprensión mariológica supone el reconocimiento de la humanidad de María. No es obvio lo dicho, porque hemos considerado a María demasiado divina, pero es justamente la humanidad, su humanidad, la que permite la Encarnación. Abrazar la humanidad real, la negativa, la “no pulida” (Byung-Chul Han), el dolor, la enfermedad, la esperanza, la alegría, es el centro articulador del entendimiento correcto de María. Contemplamos en María la humanidad que humanizó a la divinidad.

b) En segundo lugar, la importancia de vivir en el “resplandor de la simplicidad” (Byung-Chul Han) de María. La simplicidad se opone, en el pensamiento del filósofo que estamos presentando, a la aceleración del trabajo. Vivimos sin sentir el tiempo. Todo pasa muy rápido. Hemos llegado, sin saber cómo, a Noviembre, Diciembre, la Navidad, el Año Nuevo. Hemos perdido el “aroma del tiempo”, de nuestro tiempo compartido con otros rostros que aromatizan nuestra vida. Lo funcional del tiempo no deja espacio a la gratuidad del encuentro, a la vivencia de lo simple. La aceleración carece de sentido, en cambio, el detenernos, contemplar, vivir la mística, tiene un sabor distinto, tiene un sentido trascendente. María nos invita a vivir el cariño por lo simple, que no es una apología a la pobreza, sino a un minimalismo humano, social, eclesial. Volver a esos orígenes más auténticos de nuestra propia historia, a reconocer nuestros mitos fundadores, es un correlato a lo que María realiza: guardar las cosas en su corazón. El resplandor de la simplicidad mariana es abrazar al Dios que, siendo todo poder, es capaz de abajarse, compartir nuestra humanidad gracias al vientre de María (con excepción del pecado, Heb 4,9) y comprender que nuestro vivir cotidiano está llamado a una simplicidad nueva y liberadora de tantas ataduras que oprimen nuestra propia humanidad (poder despótico, abusos, destrucción de la tierra, etc).

María nos invita a vivir la humanidad cotidiana, la mística y la contemplación. Ella es “verdadera hermana nuestra” (Elizabeth Johnson, teóloga estadounidense), y se nos regala como modelo de mujer, discípula y profetisa de liberación del Dios de la vida.
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