Mirar al cielo estando comprometidos con la tierra

Con la Ascensión de Jesús, vamos clausurando el ciclo de Pascua que comenzó con la Resurrección y que concluirá el domingo de Pentecostés.

Con la Ascensión de Jesús, vamos clausurando el ciclo de Pascua que comenzó con la Resurrección y que concluirá el domingo de Pentecostés. La reflexión teológica ha insistido que Resurrección-Ascensión-Pentecostés constituyen un todo indisoluble, son tres momentos de un mismo momento-acontecimiento. Pero parece que Lucas, por un motivo pedagógico de mostrar la dinámica de la Historia de la Salvación, distribuye dichos momentos en tres instantes diferenciados. Cualquiera sea la ubicación, tres momentos o uno solo, quisiera proponer algunas cuestiones en torno a esta celebración en sintonía con los clamores de nuestro tiempo:

1. La itinerancia: El relato de Lucas-Hechos de los Apóstoles, muy afecto por los movimientos de sus personajes, muestra permanentemente indicativos de itinerancia. En Lucas se dice que van a Betania, Jesús se aleja subiendo al cielo, los discípulos vuelven a Jerusalén y permanecen en el Templo alabando a Dios. En Hechos, Jesús subiendo con los discípulos al Monte de los Olivos, Jesús siendo alzado a los cielos, los discípulos volviendo a Jerusalén y permaneciendo en la sala de la Última Cena. Jesús es itinerante y la Iglesia está llamada a ser itinerante. Jesús que sube al cielo nos anima a abandonar la instalación. La Ascensión y la totalidad de la vida cristiana buscan proponer un itinerario, un camino, una subida y un descenso. Los grandes maestros de la fe y la espiritualidad hablan de la subida del alma a Dios, del creyente a la montaña santa, de la subida al Castillo espiritual. La Ascensión es la gran subida de la humanidad, de la cual Jesucristo es hermano y modelo, a la vida del Padre en vínculo del Espíritu. La experiencia creyente debe ser de una profunda itinerancia.

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2. Comprometerse: En el relato de Mateo 28,19-20, con la Ascensión de Jesús se inaugura la misión. El que sube a su vez envía. La Ascensión es la puesta en marcha de un compromiso mayor que surge con esa inusitada forma de vida, la Resurrección, y de cómo ella tiene vinculaciones fundamentales con la vida humana. Pienso que el llamado de atención de los ángeles (hombres de blanco) en Hechos (¿por qué se quedan mirando al cielo?) es la explicitación de no abandonar las urgencias del mundo. Los cristianos son ciudadanos del cielo, pero que deben permanecer con los pies puestos en la tierra (Cf. Filp 3,12-21). La Resurrección-Ascensión-Pentecostés hacen Presencia de Dios en la vida de la Iglesia desde las formas de misión, el compromiso social, la actividad pastoral y eclesial o el cuidado ecológico.

La Ascensión es por tanto el compromiso por la humanidad. Ella nos coloca en la sintonía de que uno de los nuestros, Jesucristo, nos comunicó la realidad de Dios. Jesús, al ser hermano de raza de cada uno de nosotros y nosotras, nos invita a buscar la realidad plena en Dios, pero de igual manera a seguir caminando en la compleja sociedad que nos interpela, y en ella construir una realidad socio-ética fundada en los valores del Reino que ya llegó con Jesús pero que todavía no ha llegado en su plenitud.

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3. La vida de oración: En Lucas y en Hechos vemos que la comunidad que ha contemplado la Ascensión vuelve al Templo y a la Casa del Cenáculo y viven en intimidad y oración. La Iglesia sin oración termina convirtiéndose en una ONG, al decir del Papa Francisco. La oración es el vínculo que une espiritualidad a las comunidades y más hoy en días de ausencia física y distancia social. El Espíritu del que sube a la Presencia del Padre nos unifica en una misma comunión de espiritualidad como visión de presente, anclado en un pasado y con una mirada atenta y expectante en el futuro.

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