Misionar y Evangelizar desde las orillas y las fronteras

Acercarse a un texto bíblico responde a un trabajo hermenéutico, es decir, descubrir su sentido desde los contextos en los que el autor se desenvolvió. En dicho contexto aparecen claves teológicas, literarias, sociales, culturales las cuales es necesario conocer para no caer en una lectura fundamentalista del texto bíblico. A pesar de esto, no podemos negar que el que realiza la lectura e interpretación del texto responde a cierta ideología o visión de la realidad al momento de comprender y explicar el texto. Hay una intención. La explicación por tanto no es ingenua. Para efectos metodológicos, dividiremos el texto bíblico en tres momentos.

(Lc 5,1-11) “Estaba él a la orilla del lago Genesaret” El Evangelista nos señala el lugar en el cual acontece la experiencia discipular. Genesaret o Tiberiades o el Lago de Galilea, se ubica en la provincia marginal del Israel bíblico. Era la puerta de entrada al mundo pagano, y la ideología judaica consideraba como impuro este contacto. La orilla para el pensamiento bíblico representa el lugar de la periferia. En esto sostiene Carbullanca “la periferia o la orilla responde a una metafórica dinámica, o más bien, ‘la orilla’, descubre a un Dios que camina, que corre o que lleva o hace del profeta una ´metáfora’ de la propia vida (…) el Dios que se da a conocer en la periferia establece como revelación una realidad integradora de sujetos excluidos, parias de ese mismo espacio” “… y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios (…) Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre” Jesús asume un rol ‘pedagógico’. Su pedagogía se basa en la Palabra de Dios. Él actúa en definitiva como un profeta.

La profecía bíblica consiste no en los augurios sino en el doble movimiento del anuncio y de la denuncia. La enseñanza de Jesús no se ubica en este texto en la sinagoga o en el Templo de Jerusalén, los cuales representan una topografía ‘oficial’, ‘alienante’ y ‘marginadora’, ya que por ejemplo en el Templo los enfermos estaban recluidos a un sector apartado del centro que contenía el Santo de los Santos. El nuevo lugar vital, el centro sagrado ahora es la barca y la orilla del lago, la periferia del mundo. Ahí es donde la profecía se comprende más cabalmente, ya que el profeta Jesús es uno para los desterrados del mundo judío.

“Cuando acabó de hablar, dijo a Simón Pedro: Rema mar adentro y echa tus redes para pescar. Simón le respondió: Maestro hemos estado remando toda la noche y no hemos pescado nada, pero, en tu palabra, echaré las redes. Y haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron pues y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían”

En estos versículos acudimos a un elemento transversal a nuestra reflexión: Jesús habla y en su predicación se provoca la conversión pastoral y el milagro de la abundancia. “En tu palabra echaré las redes”. Los discípulos deben estar atentos a la palabra del Dios que habla (Is 50,4). Y “haciéndolo así pescaron gran cantidad de peces”. La palabra que Jesús pronuncia es la Palabra de Dios que había comenzado a decir a la orilla del lago y en la barca. Es de tal relevancia que transforma las estructuras pasando de la miseria (no haber pescado nada durante toda la noche) a experimentar la abundancia. Los experimentados pescadores del lago deben “convertirse pastoralmente” frente al hijo de las montañas nazarenas. La lógica del Reino de Dios que comienza a proclamarse en la orilla, en la periferia, es una de abundancia. El hoy de la salvación es la vida nueva que es abundante (Jn 10,10) y que hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5).

“Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres".
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron”

En estos versículos, acudimos a la confirmación de la misión discipular que nace de haber escuchado la Palabra de Dios y haber respondido a ella a pesar de nuestras aparentes seguridades lanzándonos al mar. La pesca milagrosa prepara a los discípulos para seguir a Jesús, y a su vez la misma pesca adquiere una dimensión simbólica. Esta dimensión simbólica se asume desde el cambio de título con el que Pedro se dirige a Jesús. Al principio lo llama Maestro, cómo título de respeto, pero luego de ver los resultados el título es Señor el cual se le da al Jesús post pascual, al resucitado, al hecho juez universal. La confesión de saberse pecador es a la vez una confesión de fe en un Dios que perdona en abundancia. El seguimiento de Jesús nace de haberlo confesado como Señor y de dejar todo y seguirle. Y para ellos fue un desprendimiento total porque dejaron sus fuentes de ingreso. El desprendimiento es una de las exigencias del discipulado cristiano.

Referencias

http://www.scielo.cl/pdf/veritas/n28/art09.pdf César Carbullanca, “Signos de los tiempos y metáfora Una estética de los signos de los tiempos” (2013).


Esta reflexión se desprende de una mayor publicada como contribución para la Misión Territorial de la Iglesia Chilena del año 2014. Se adjunta el link.


Volver arriba