Podemos superar las tentaciones porque el mismo Jesús fue tentado - Primer Domingo de Cuaresma

Para el mundo bíblico, el desierto constituye un espacio particularmente interesante. En el desierto se escucha la voz de Dios. Dios habla en el silencio. Murmura. Algo nos quiere decir. Israel caminó cuarenta años por el desierto preparando su entrada en la Tierra Prometida. El profeta Elías se va al desierto y en él escucha la voz de Dios en el susurro del viento (1 Re 19). En el desierto se combate cuerpo a cuerpo con la propia vocación y con la tentación.

La Iglesia, si quiere permanecer fiel a Jesús, ha de experimentar el difícil pero salvífico paso por el desierto. Ella, la Iglesia, es el nuevo Israel, su plenitud, que fue preparada admirablemente desde el comienzo del mundo y que tuvo su cumplimiento con la venida de Jesús, con su Encarnación, con su vida y con su Misterio Pascual y Pentecostés. La Iglesia está llamada a encarnarse en su contexto, a atreverse a cruzar el desierto cuaresmal, a vivir la pascua, el paso de conversión pero no como una mera verbalización, sino que como un auténtico compromiso, viviendo una verdadera implicación, así como lo hizo Jesús al descender hasta colocar su tienda entre nosotros. La Encarnación y el paso por el desierto en otras palabras es “estar donde las papas queman”, así como nos lo ha recordado Francisco haciendo mención del bautismo de Jesús en su mensaje cuaresmal de este año “cuando Jesús entra en las aguas del Jordán (…) lo hace para estar en medio de la gente necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos y liberarnos de nuestra miseria”; y el mismo Francisco se pregunta ¿cómo sigue haciendo esto Cristo hoy?, y la respuesta es clara y contundente “sigue salvando a los hombres y salvando al mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es pueblo de pobres”, es decir, Cristo exige que la Iglesia viva la Encarnación y el paso por el desierto que se traduce en su compromiso, su amor por el pobre, su lucha contra la tentación del poder, del dinero, de la autosuficiencia. ¿Cuál es finalmente el desafío para la comunidad creyente?


Las tentaciones


Como creyentes estamos expuestos a las tentaciones. En el desierto habitan los demonios, según la mentalidad bíblica. Jesús, a pesar de ser verdadero Dios, no fue librado de las tentaciones, pero sí del pecado. Como catequistas también las experimentamos.

Tentación del poder

El poder nos acompaña. El poder cuando es mal usado hace que nos encerremos en nosotros mismos y encerremos consecuentemente a nuestros grupos de catequesis. En los encuentros nos terminamos transformando en pequeños dioses. Usamos el poder para imponer nuestras ideas sin escuchar lo que dice el otro. Imponemos nuestro parecer por el sólo hecho de “ser cristianos”. Muchas veces este servicio lo terminamos convirtiendo en una barrera entre ellos y nosotros. Ellos no saben, yo sí. Ellos allá, sin fe, aparentemente creyentes. Yo acá, amigo o amiga del párroco, viviendo en un reducto impenetrable. Poder se opone al servicio… “Los jefes de las naciones gustan de ser llamados como tal… no sea así entre ustedes. El que quiera ser el primero que se haga el último”

Tentación del dinero

La realidad de hoy es confrontar al Dios de Jesucristo, al Dios que escucha, anuncia y sirve, con el dios dinero y su religión del mercado. Es el Dios que no escucha el clamor del pobre, que no sirve sino que obliga a que lo sirvan, que anuncia la oferta y la demanda, no la gratuidad. Como catequistas estamos enfrentados a esta transformación de la imagen de Dios y de la vivencia religiosa. Una imagen distorsionada de Dios, o construir un dios a nuestra medida, alguien muy lejano a la experiencia bíblica y al testimonio de Jesús, causará que los que conforman nuestros grupos distorsionen también su fe. Y uno de esos ídolos hoy es el dinero con sus múltiples rostros.

Tentación de la autosuficiencia

Esta tentación consiste en olvidar nuestra fragilidad y volver sobre nosotros. Yo sólo puedo con todo. Déjenme todo a mí solo (a). Es la imagen del “florerito de mesa”. El que se hace indispensable y debe estar en todo. Como creyentes estamos acostumbrados a vivir esta realidad. La autosuficiencia también se ubica en ser catequistas del sólo sábado, es decir, los demás días de la semana no somos catequistas. En muchas comunidades los catequistas realizan su encuentro y no participan en la vida litúrgica de la comunidad. Para anunciar es necesaria la gracia, la fe. Uno no da lo que no tiene.

PARA LA REFLEXIÓN

Pedir espíritu de discernimiento, de escucha, de palpar la realidad. Leer el texto de las Tentaciones de Jesús (Lc 4,1-11)

Leer el texto bíblico significa penetrar en su sentido más profundo. Acercarnos a la Palabra de Dios requiere de nosotros una disposición adecuada. Hay que saber escuchar lo que Dios quiere decirnos.

Reflexionar las siguientes preguntas.

¿Qué tentaciones he experimentado como creyentes?
¿Sabemos escuchar a los demás? ¿Qué actitudes hacen falta para escuchar bien?
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