El Señor nos envía a proclamar un año de gracia El inicio del Jubileo de la Misericordia

El propósito de esta columna será presentar algunos ejes transversales al documento Misericordia Vultus que será nuestra carta de navegación durante el Jubileo. En clave cristiana, comprendemos que la Misericordia tiene un rostro concreto, el de Jesucristo, y que la práctica de la misma representa una dimensión constitutiva de nuestra Iglesia

1. Para comenzar

El año civil va llegando a su fin. Hace algunos días también lo hizo el calendario litúrgico 2014-2015. Diciembre marca fechas especiales tanto para nuestra sociedad así como para la Iglesia. Este mes damos comienzo al Año Santo de la Misericordia el cual fue convocado por el Papa Francisco mediante la Bula Misericordiae Vultus (MV) del 11 de Abril de este año. Será un año Santo que se extenderá desde el 08 de Diciembre del 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción, la cual “indica el modo de obrar de Dios desde los albores de la historia. Después del pecado de Adán y Eva, Dios no quiso dejar la Humanidad en soledad y a merced del ma. Por eso pensó y quiso a María santa e inmaculada en el amor” (MV 3). Junto con esta fiesta litúrgica, Francisco decide iniciar el Año Santo en esta fecha por el 50 aniversario de la clausura solemne del Concilio Vaticano II el 08 de Diciembre de 1965, con el cual la Iglesia “iniciaba un nuevo periodo de su historia” (MV 4). El Jubileo se extenderá hasta el 20 de Noviembre del 2016, día en el que la Iglesia celebra la Solemnidad de Cristo Rey, día en el que “tendremos ante todo sentimientos de gratitud y de reconocimiento hacia la Santísima Trinidad por habernos concedido un tiempo extraordinario de gracia” (MV 5).






El propósito de esta última columna del año, será presentar algunos ejes transversales al documento Misericordia Vultus que será nuestra carta de navegación durante el Jubileo. Desde ya se invita a que todas las comunidades diocesanas puedan adquirir, leer y estudiar este documento que aunque breve en extensión está cargado de orientaciones teológicas y pastorales para vivir no sólo este Año Jubilar, sino que aparece como una invitación a vivir la Misericordia durante toda nuestra vida, tanto personal como comunitaria .

2. ¿Por qué celebrar un Jubileo?

Para la tradición bíblica, existe un año especial en el que se perdonan las deudas y se anuncia la liberación. En el texto del Levítico se habla de los años santos, los cuales se viven desde la perspectiva de la alianza pactada entre Dios e Israel. Así leemos en este libro del Pentateuco: “Contarás siete semanas de años, siete veces siete años; de modo que el tiempo de las siete semanas de años vendrá a sumar cuarenta y nueve. Entonces en el séptimo mes, el diez de mes, harás resonar clamor de trompetas; en el día de la Expiación harán sonar el cuerpo por toda la tierra. Declararán santo el año cincuenta y proclamarán en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para ustedes un jubileo; cada uno recobrará su propiedad y cada cual regresará a su familia (…) en este año jubilar recobrará cada uno su propiedad. Si venden algo a su prójimo o le compran algo vean que nadie engañe a su hermano (…) ninguno de ustedes dañe a su prójimo” (Lev 25,8-17).

Las acciones del pueblo en el año jubilar, serán eminentemente misericordiosas: liberación de esclavos, cancelación de deudas, recuperación de propiedades, vuelta de los extranjeros y desterrados a sus países de origen. Este anuncio también es puesto en la boca de Isaías cuando el profeta dice que el Espíritu del Señor, que está con él, lo ha enviado a anunciar un año de gracia de Yahvé (Cf. Is 61,1-2). Es el mismo anuncio que Jesús realiza en la Sinagoga de Nazaret dando así inicio a su Ministerio Público, en el cual también percibimos el comienzo de un tiempo de gracia y de misericordia en favor de los pobres (Cf. Lc 4,6-11).

Jubileo es alegría, es un estado de renovación de esperanzas, es el año de la indulgencia, en la que comprendemos cómo “en la muerte y resurrección de Jesucristo, Dios hace evidente este amor que es capaz incluso de destruir el pecado de los hombres. Dejarse reconciliar con Dios es posible por medio del misterio pascual y de la mediación de la Iglesia (MV 22). Dios se muestra indulgente y compasivo, actitudes que quiere que el hombre aplique a su vida cotidiana. Este es el concepto de Jubileo, de Año Santo, del tiempo propicio de la misericordia.

3. La Misericordia tiene un rostro

El nombre de la Bula de convocación al Jubileo se llama “Misericordiae Vultus”, palabras latinas que significan “el rostro de la misericordia”. El concepto de rostro tiene un lugar preponderante en la totalidad del documento (MV 1,4,8,17,21,24,25). En el Evangelio de Juan se lee que el que ve y escucha al Hijo ve y escucha al Padre (Jn 10,30; 13,20; 14,9). Así, la primera convicción de Francisco y que es central para la fe cristiana es sostener que la misericordia y el amor no pueden comprenderse como “una palabra abstracta” (MV 9), sino que la misericordia tiene un rostro concreto, al que hemos visto y del que hemos hecho experiencia al momento de saber cómo actúa con nosotros. El rostro de la misericordia es Cristo (dimensión cristológica de la misericordia), y en Él es a Dios al que se dirige nuestra mirada (MV 2,3,8,18), nuestra contemplación (MV 2,4,13,24) y en el que nuestros ojos encuentran su ser mismo (MV 2,8,24). Mirada, contemplación, ojos que buscan el rostro del amado, de Dios hecho carne, del Dios que en Jesús nos manifiesta su rostro misericordioso.

Gracias al rostro acontece el diálogo del Creador con la creatura, “un diálogo que tiene características de alegría, de serenidad y de paz. Es la condición para nuestra salvación” (MV 2). Este rostro que se muestra y se oculta, que habla y que está en silencio, con lo cual se comprende como Misterio, se ha manifestado de manera radical en la persona de Jesucristo. Siguiendo con la teología del Evangelio de Juan, en el prólogo se lee que la Palabra que se hace carne y vive entre nosotros (Jn 1,14), ha manifestado su gloria la cual ha sido contemplada por los hombres. El rostro del Hijo es un rostro de alegría, gloria que recibe del Padre. Es el rostro de la misericordia que es siempre nuevo.










4. Para finalizar el artículo pero para comenzar el Jubileo

La vivencia de un año de gracia implica que el Jubileo de la Misericordia no puede agotarse a un periodo determinado de tiempo. Por el contrario, ha de prolongarse como experiencia eclesial que se crea y recrea, que se piensa y que se celebra litúrgicamente. La vivencia de la misericordia, del ser más íntimo del Dios de Israel y Padre de Jesús, compromete al creyente a un proyecto determinado: el Reinado de Dios que ya está en medio de nosotros (Mc 1,14-15) pero que se consumará definitivamente en la segunda venida de Jesús, Mesías de la Misericordia.

La comunidad creyente ha de propiciar que la práctica de la misericordia sea una que sobrepase los confines de la Iglesia de manera de anunciar al mundo que “nadie puede limitar la misericordia divina porque sus puertas están siempre abiertas” (MV 23). El año de la Misericordia al que se nos ha invitado a entrar por la Puerta Santa que es Cristo, debe encontarnos despiertos, con un oído que aprenda a escuchar el susurro del Dios que habla a las Iglesias (Ap 3,13). Que María, “Madre de la Misericordia” (MV 24) y “Arca de la Alianza” (MV 24) nos ayude a prolongar la presencia del Reino y de su Cristo en medio de nuestra cultura, de manera de anunciar a todos un año de gracia de parte de nuestro Dios.


Preguntas para la reflexión

1. ¿A qué me(nos) comprometo(emos) durante este Año de la Misericordia?
2. ¿Cómo vivir este Adviento y la Navidad en clave de Misericordia?




Publicado en Revista Rumbos 538 (Diciembre 2015), Diócesis de Rancagua-Chile, pp.20-21
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