LA TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN EN LAUDATO SI Algunas pistas para su estudio

La segunda encíclica del Papa Francisco, Laudato Si (LS), promulgada el 24 de Mayo del presente año, nos llega como un regalo y un desafío en medio de la crisis ecológica y ambiental en la que nos encontramos inmersos. Son muchos los elementos que se pueden estudiar y reflexionar en este documento, pero aquí nos abocaremos a proponer algunas pistas para el estudio de la Teología de la Creación la cual la leeremos desde el Capítulo II de LS, el cual lleva por título “El Evangelio de la Creación”, presente entre los números 62-100. Es interesante que Francisco hable del Evangelio de la creación, es decir, aquello que es creado por Dios es una buena noticia que está destinada a ser anunciada a toda la humanidad y a toda las creaturas. Francisco al abordar esta dimensión teológica, pretende en un primer lugar presentar “la riqueza que las religiones pueden ofrecer para una ecología integral y para un desarrollo pleno de la humanidad” (LS 62), a lo que se suma el “construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido” (LS 63) y el “buscar juntos caminos de liberación” (LS 64) en medio de los desastres ecológico-sociales de esta época.

Dios creador del mundo y de la persona humana

Este primer nivel de reflexión nos ubica en una tesis fundamental: Dios es el creador del mundo. Esta creación, nos dice Francisco, “es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado” (LS 76). Junto con definirla como proyecto, Francisco habla de la creación como “don que surge de la mano abierta del Padre de todos” y “como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal” (LS 76). El amor ‘excesivo’ de Dios, aquél que supera toda lógica humana y que por eso mismo es don (regalo) se manifiesta no sólo para la naturaleza, para la razón, sino que afecta a todas las creaturas que componen esta comunión universal que está sustentada en la acción del Padre de todos. Este mundo creado por Dios, nos dice el libro del Génesis que a los ojos de Dios es profundamente bueno (Cf. Gn 1,4.10.12.18.21.25.31). Decir que la creación es un proyecto lleno de bondad, viene a superar lo que Francisco llama los “dualismos malsanos” (LS 98). ¿A qué está haciendo referencia Francisco cuando sostiene que existen dualismos mal sanos? La doctrina judeocristiana sobre la creación, tuvo que enfrentarse a dos corrientes que amenazaban con mal interpretar la fe en el único Dios creador. Por un lado el dualismo el cual sostiene que existen dos principios creadores, uno bueno y otro malo. Para nuestra fe sólo existe un principio creador, Dios, que es esencialmente bueno. El dualismo también sostiene que todo lo que es materia es malo, esto por su fragilidad, por la muerte, por la finitud. Por el contrario lo divino sería lo único bueno. En clave de fe vamos a sostener que el Dios crea todo bueno como lo hemos afirmado anteriormente. Es más, Dios ama todo lo que ha salido de sus manos, y lo ama tal cual es. La segunda doctrina con la que tuvo que enfrentarse el cristianismo es el panteísmo, lo cual sostiene que todo es Dios, no habiendo una diferencia entre Creador y creatura. Nuestra fe confiesa que Dios trasciende infinitamente al mundo, y que este último posee una realidad distinta a la de Dios, sin embargo Dios no está lejano del mundo. La misma Encarnación, el que Dios se haya hecho hombre lo atestigua. En relación a este panteísmo, Francisco sostiene que “el pensamiento judío-cristiano desmitificó la naturaleza. Sin dejar de admirarla por su esplendor y su inmensidad, ya no le atribuyó un carácter divino” (LS 78).

Un segundo elemento en este primer nivel es mencionar el hecho de la creación de la persona humana, la cual es la cima de todo el proyecto creacional de Dios, es más, es la única creatura que posee la dignidad de ser imagen y semejanza de su Creador (Cf. Gn 1,26-27). Francisco nos recuerda que esta afirmación de la creación a imagen y semejanza nos permite comprender que el ser humano “no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas” (LS 65). La persona humana ha sido concebida “en el corazón de Dios y por eso cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario” (LS 65). Si debiésemos buscar una síntesis de la antropología teológica propia del judeocristianismo, hemos de sostener junto con Francisco que el hombre es un “ser personal” (LS 81). Que sea persona significa que establece relaciones recíprocas “con Dios, con el prójimo y con la tierra” (LS 66), pero será con Dios con quien establezca “la relación de un Tú a otro tú” (LS 81). Los elementos anteriores nos llevan a sostener que en la tradición bíblica “no se da lugar a un antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas” (LS 68), es decir, la persona debe saber convivir en una comunión universal con todos los demás seres que componen su historia. Es gracias al encuentro-con-los-otros que en nosotros se logra una identidad socialmente construida, que es en definitiva “una identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios” (LS 81).


La creación acontece por la Palabra: Cristo y la creación


Un elemento central de la doctrina cristiana sobre la creación es que en ella actúa toda la Trinidad (El Padre crea por su Palabra que es Cristo y santifica y anima lo creado gracias al Espíritu Santo). En esta segunda parte de nuestras reflexiones, queremos poner nuestra mirada en la persona de Cristo y cómo Él participa del acto creacional. Francisco sostiene en Laudato Si “que el mundo procedió de una decisión, no del caos o de la casualidad, lo cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en palabra creadora” (LS 77). ¿A qué hace referencia Francisco cuando habla de que el mundo procedió de una palabra creadora? Para responder a esta pregunta hemos de leer el relato de Génesis 1, el llamado “relato creacional”. En él hay un elemento que constantemente se repite: ¡Dios pronuncia su palabra y las cosas son creadas! El origen del mundo tiene su inicio con el “Dios dijo… y las cosas fueron” (Cf. Gn 1,3.6.9.11.14.20.24.26). El teólogo español Juan Luis Ruiz de la Peña sostiene que este pronunciar de Dios se conoce como el “ruaj Elohim”, el espíritu vital que procede de la “garganta” de Dios. La creación así tiene un carácter dialógico por el que se manifiesta la relación Creador – creatura que anteriormente estudiamos. En la creación del mundo está aconteciendo una revelación, una comunicación de Dios hacia lo creado. Es el proceso de autodonación de Dios que se mueve en amor por el mundo y por la persona. Un último elemento en torno a este carácter dialógico. Lo que hace que la persona sea imagen y semejanza de Dios es justamente el que posee la “ruah”, el Espíritu de Dios que da lugar a la relación de Tú a otro tú de la que habla Francisco.

Ahora bien, ¿cómo se relaciona la palabra creadora con la persona de Cristo? Para comprender esto, hemos de remontarnos al texto del prólogo del Evangelio de Juan (Jn 1). Si colocamos en paralelo el texto de Gn 1 y el de Jn 1, vemos que “la Palabra” ocupa un lugar fundamental. El cuarto evangelio nos dice que “en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1) ¿A quién se identifica con la Palabra? Jesucristo es la Palabra que estaba con Dios desde antes de la creación del mundo. Esta Palabra tiene una función creadora “todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe” (Jn 1,3). Y esta Palabra funda la misma esencia del cristianismo: “Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1,14). Para abordar la “comprensión cristiana de la realidad” (LS 99), Francisco sostiene que “el destino de toda la creación pasa por el misterio de Cristo, que está presente desde el origen de todas las cosas” (LS 99). El Misterio de Cristo constituye el origen, el centro el fin de toda la historia de la salvación. En Cristo comprendemos que “una Persona de la Trinidad se insertó en el cosmos creado, corriendo su suerte con él hasta la cruz” (LS 99). Con lo anterior en definitiva se sintetiza todo lo que Francisco nos invita a reflexionar en su Encíclica “verde”. Con la mirada de Jesús sobre la creación, la realidad entera nos aparece amada por Dios. Con la Encarnación de la Palabra creadora nos damos cuenta de que somos importantes para el Creador, porque la Encarnación en definitiva es un proyecto de humanidad.

Quedan muchas otras pistas para abordar más y mejor este documento magisterial. La tarea ahora le corresponde a las comunidades cristianas, las cuales y conscientes de su lugar en la armonía de lo creado, deben contribuir para que nuestra casa común sea respetada en su dignidad creatural, en esa que Dios le ha y nos ha concedido.
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