El ciego de nacimiento de Juan 9: modelo de itinerario creyente

El tema de la visión y de la apertura de los ojos constituye un aspecto transversal en la Escritura. La respuesta creyente que queremos asociar en este caso con la visión, la leeremos desde los signos que Jesús realiza y con los cuales inaugura el Reino de Dios.

En primer lugar ¿qué significado tienen los signos realizados por Jesús y con los cuales inaugura el Reino? Sostiene Samuel Fernández (2008) “los signos no operan como demostraciones, sino como un invitación a creer en Jesús y en la naturaleza del Reino como oferta gratuita y universal de misericordia” (pág. 99) Con esto tenemos una primera convicción, a saber, los signos de Jesús al momento de instaurar el Reino constituyen una invitación a la fe de los interlocutores que ven las acciones que el mismo Reino las cuales legitiman que éste si ha llegado.

Los signos de los tiempos mesiánicos fueron ya anunciados por los profetas. Así leemos por ejemplo en el libro de Isaías: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo y la lengua del mundo lanzará gritos de júbilo” (Is 35,6). Con esto exponemos la comprensión de la ‘visión’ que asumiremos en este apartado. Que a los ciegos se les abran los ojos quiere decir que para ellos ha llegado la salvación, y que ellos, sujetos marginados del sistema social y productivo de la vida de Israel son los primeros convidados a entrar a la dinámica del Reino de Dios. Al que se le abre los ojos, es decir, al que vive la conversión, está llamado a anunciar a los demás esta misma salvación como respuesta de fe.

Jesús por su parte se apropia de las profecías y se autoidentifica con el Siervo de Dios que al final de los tiempos vendría justamente a dar la vista a los ciegos, la liberación a los pobres y a anunciar un año de gracia de parte de Dios (Cf. Lc 4, 16-19). Una vez leída esta profecía, el mismo Jesús sostiene: “Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy” (Lc 4,21), o lo que es lo mismo decir: El Reino ha llegado a ustedes y se manifiesta en que los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los pecadores son perdonados y los últimos sub-vierten la historia.

Un último texto quisiéramos considerar antes de entrar a un caso de milagro en el cual la visión conlleva la respuesta creyente del que es sanado. El texto es la comitiva que es enviada por Juan Bautista con el mensaje ¿es Jesús realmente el que fue prometido o debemos esperar otro? La respuesta de Jesús es clara: “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres el Evangelio ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!” (Lc 7,22-23). Este texto tiene algunas características que queremos rescatar. En primer lugar, la indicación de Jesús sobre lo que los discípulos de Juan han visto y oído, es decir, el testimonio que han de comunicar desde lo experimentado con Jesús. En segundo lugar, volver a resaltar el lugar que la apertura de ojos tienen en los tiempos mesiánicos. Finalmente la sentencia de no escandalizarse de Jesús, es decir, comprender los signos escatológicos como una invitación a la fe que pasa por la contemplación.


Teniendo estos presupuestos, quisiéramos presentar el caso del ciego de nacimiento presente en el cuarto Evangelio (Jn 9)
. Este relato es interesante porque vemos una evolución en la comprensión de fe del ciego además de volver a evidenciar que la apertura de ojos conlleva la respuesta de fe en la persona de Jesús. Es además modelo de un itinerario creyente.

Dice el relato “Vio (Jesús), al pasar, a un hombre ciego de nacimiento (…) (Jesús) escupió en tierra, hizo barro con la saliva y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: Vete, lávate en la piscina de Siloé, que quiere decir el enviado. Él fue, se lavó y volvió ya viendo” (Jn 9,1.6-7)
Estos primeros versículos nos muestran algunos elementos fundamentales. Jesús ve al hombre ciego, es decir, pone su atención sobre él y su enfermedad. En segundo lugar la importancia de los verbos: ir, lavar y volver, los cuales quieren significar que Jesús hace partícipe al ciego de su propia sanación. El creyente debe ser un sujeto activo en su proceso de maduración de fe y de conversión. En tercer lugar, el signo que Juan presenta es ver. ¿Qué es ver para el cuarto evangelista?. Es una actitud transversal a todo el relato y simboliza la verdad y la participación en ella.

A continuación viene un extenso diálogo entre el ciego sanado y los funcionarios del templo, sacerdotes y fariseos que son agrupados por el evangelista en el término: los judíos, los cuales se oponen a Jesús y sus seguidores (Jn 9, 8-41). En este diálogo queremos rescatar la evolución que el ciego sanado tuvo de su comprensión de quien era Jesús o lo que es lo mismo, su evolución en la respuesta de fe que nace de la apertura de ojos.

La evolución de la respuesta de fe está dominada por los siguientes apelativos o títulos que el ciego sanado da a Jesús:

- “Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: Vete a Siloé y lávate. Yo fui, me lavé y vi. Ellos le dijeron: ¿Dónde está ése? Él respondió: No lo sé” (Jn 9,11-12).
- “Entonces le dicen otra vez al ciego ¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos? Él respondió: Que es un profeta” (Jn 9,17).
- “Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: ¿Tú crees en el Hijo del hombre? Él respondió ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: Le has visto: el que está hablando contigo, ése es. Él entonces dijo: Creo Señor, y se postró ante él” (Jn 9,35-38).


Es interesante la evolución que se produce en la confesión de fe del ciego sanado, ya que de identificar a Jesús como ‘ese hombre’ llega a llamarle Señor, Cristo. La misma fe cristiana responde a un proceso dinámico de encuentro con el Dios de Jesucristo, en el cual la revelación se hace progresiva, respondiendo a contextos y respetando la psicología y la afectividad de los creyentes.

La contemplación de los signos que realiza el Dios de Jesucristo en el mundo, responde a la apertura de ojos, a la visión que se comprende como un signo propio de los tiempos mesiánicos. ¿Cuál es entonces la tarea del creyente que quiere experimentar la conversión? No es otra cosa que reeducar la mirada y evangelizar por medio de la entrega de brújulas que permitan a los demás descubrir el camino que han de recorrer, y no sólo mapas que ya indiquen el camino. Debemos ser partícipe del proceso de la fe y hacer a los otros partícipes de sus propios procesos de confesión de la persona de Jesús el Señor.

REFERENCIAS

Fernández, S. (2008). Los signos del Reino realizados por Jesús. En “Signos de estos tiempos, interpretación teológica de nuestra época”. Chile: Universidad Alberto Hurtado.
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