Las parábolas de la misericordia o la forma de ser de Dios

Introducción eclesiológica y magisterial

En la Bula de Convocación del Año de la Misericordia, Misericordiae Vultus, uno de los temas centrales es el que nos acerca a los fundamentos bíblicos de la misericordia, en los cuales llegamos a comprender que ella es la forma de actuar de Dios. Así Francisco citando a Tomás de Aquino nos dice que “es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia” (MV 6). Pero es interesante comprender también que dicha omnipotencia es signo de su radical cercanía al mundo, del Dios amor del cual “estaremos lo más cerca posible donde él se encuentra lo más lejos posible: en cuanto Amor en-amorado del mundo” (Karl Rahner, 1961). En ese amor hacia la creatura, Dios manifiesta la misericordia, ya que de Él se dice que es paciente y misericordioso, lo cual es “el binomio que a menudo aparece en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios” (MV 6).

Francisco nos presente algunas características de esta misericordia divina. En primer lugar volver a repetir que “no es una idea abstracta” (MV 6), sino que es “una realidad concreta con la cual Él revela su amor” (MV 6). El Papa llega a hablar de un amor visceral. ¿A qué está haciendo referencia? En la literatura bíblica existe un concepto que es el rahamin, que significa misericordia, la cual “se expresa en hebreo con la raíz raHam, que evoca el seno materno, reHem, y por consiguiente el movimiento interior y las emociones que siente la mujer. Así, pues, el término es imaginario y recuerda el amor y el afecto que la mujer puede sentir por su hijo” (Prévost, 1992). No deja de ser interesante que el autor bíblico le aplique características femenino-maternales a Dios. Con esto viene a romperse un imaginario de la masculinidad que se le había aplicado a Dios. Dicho imaginario tendía más a características de venganza, de ira o lucha. En cambio la aplicación del rahamin le asigna a Dios la ternura, la caridad, el amor visceral del que habla Francisco inspirado por las fuentes bíblicas. Es el amor y la misericordia que “proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón” (MV 6).

Desde nuestras vísceras, desde lo más profundo de nuestro ser creyentes y no creyentes hemos de provocar una corriente de misericordia. Es necesario continuar engendrando la experiencia misericordiosa, el acercamiento a los que viven sin misericordia. Así fue la actitud de Dios, del que se presentó a Moisés como Yahvé (Cf. Ex 3,14), es decir del que estaría-con-el-pueblo. Su presencia, su rostro “hace de la historia de Dios con su pueblo una historia de salvación” (MV 7). Con esto, la misericordia es también la entrada que el Pueblo tiene al Misterio absoluto del Dios misericordioso. Es el trato amoroso hecho Alianza, herencia y promesa, conceptos articuladores de la experiencia de fe de Israel y de la Iglesia.

Francisco en MV nos presenta dos fuentes bíblicas desde las cuales podemos extraer el actuar de Dios. En primer lugar los Salmos los cuales “en modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino” (MV 6), entre los que destaca el 103, 136, 146, 147 (MV 6,7). Sería interesante que en este año jubilar pudiésemos como Iglesia pensar y vivir una espiritualidad de la misericordia en los Salmos. La poesía presente en ellos se mezcla perfectamente con la fe que Israel supo construir con este Dios que se manifestaba en favor de ellos. El segundo grupo de textos lo constituyen las Parábolas de Misericordia en las cuales “Jesús revela la naturaleza de Dios” (MV 9) que son leídas por la Iglesia en este IV Domingo de Cuaresma. En ellas, sostiene el Papa Francisco, “Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón” (MV 9). Las parábolas que Francisco nos invita a meditar son las de la Oveja perdida y la moneda extraviada y la del Padre y los dos hijos o más conocida como la del hijo pródigo (Cf. Lc 15,1-32). Entrar en un análisis de cada una de las parábolas escaparía de nuestro objetivo. Nos limitaremos a sostener sencillamente que como método utilizado por Jesús para la enseñanza de cómo es Dios y qué es el Reinado del Padre constituyen una fuente inagotable de inspiración eclesial y pastoral ya que desde la imaginería cotidiana podemos extraer pistas para vivir mejor el año Jubilar.


Propuesta de lectura narrativa de las parábolas de la misericordia

Quisiéramos proponer una estructura de lectura narrativa de las parábolas de la misericordia de Lucas 15. Esta propuesta nació luego de haber animado la semana de formación del Verano de Enero de este año a laicos y personal consagrado del Decanato Rancagua de mi Diócesis en Rancagua. Es una propuesta de lectura teológico-pastoral que analiza los momentos de las parábolas.


a. Cómo están narradas:

1. El auditorio está compuesto por publicanos y pecadores. Ambos son grupos marginados de Israel, unos considerados traidores por recolectar impuestos para Roma (como Zaqueo o Mateo). Los otros por diversas causas: enfermedad, pobreza, posesión demoniaca, vida socialmente reprobable (p.e prostitutas), etc.

2. También están los fariseos y los escribas, los cuales están murmurando contra Jesús, no contra los pecadores, “achacándole” que los acoge y come con ellos. Estas dos últimas actitudes (acoger – comida comunitaria) es algo caro por Lucas. El Jesús del tercer evangelio es un peregrino itinerante que perdona y come con pecadores. La comida, en definitiva es signo de la presencia de Dios.


b. Dinámica de la parábola: la oveja perdida y la moneda perdida.


1. Jesús comienza con una pregunta a todo el auditorio: ¿quién de ustedes…?.

2. Luego viene la presentación de un ejemplo cotidiano: perder una oveja, perder una moneda, repartir una herencia, en el caso del hijo pródigo o del Padre misericordioso.

3. Luego viene la resolución del problema: encontrar la oveja y la moneda. En este momento acontece una actitud anímica en los personajes: buscar con afán y al encontrar alegrarse.

4. A continuación acontece la dimensión comunitaria de la resolución del problema: El pastor convoca a los amigos y vecinas, la mujer a sus amigas y vecinas, el Padre a todos los que trabajan con él… Alégrense conmigo… hagamos fiesta. En el año de la misericordia estamos llamados a experimentar la alegría de la conversión, personal, social y eclesial, pero sobre todo a experimentar la conversión a la alegría. La alegría que percibimos en las parábolas no es solitaria, exige ir al otro y hacerlo partícipe de mi alegría y mi esperanza.

5. Finalmente viene la conclusión de la parábola: “en el cielo hay alegría por un solo pecador que se convierte que por x justos que no tengan necesidad de convertirse…”. ¿Por qué estas desproporciones? Porque la justicia de Dios es una basada en la lógica del don, del exceso y de la sobreabundancia. La justicia de Dios es ilógica y paradójica. Es el esquema que se opone al esquema de la ley, que aprisiona y no libera.


c. Algunas notas a propósito de la parábola del “Padre Misericordioso”


Esta última parábola de Lucas 15 se conoce popularmente como el “hijo pródigo”, pero hoy queremos optar por llamarla “El Padre Misericordioso”. Es más, creemos que la forma de narrar el título nos pone en la perspectiva de cuál personaje es el que nos interesa considerar.

Es un relato rico en movimientos y sentimientos. El hijo menor al encontrarse sin recursos, y cuidando cerdos, se arrepiente, se sabe pecador y entra en sí para salir y volver al Padre. Con esto podemos aventurar que el “volver al Padre”, el ponerse en movimiento refleja un signo de conversión. Es similar a lo que ocurre con la parábola de la oveja y la dracma perdida: buscar y encontrar, pensar y salir para finalmente alegrarse comunitariamente.

En el Padre también encontramos movimientos y sentimientos: él ve al hijo y se conmueve hasta las entrañas. En el texto griego original se dice: “fue conmovido”, es decir, alguien lo conmueve. Es una experiencia que nace del encuentro. En otras palabras, el Padre tiene entrañas de misericordia (Cf. Mc 6,34). Al llegar a los brazos del Padre, el hijo reconoce su culpa en dos niveles: contra el cielo y contra el padre.

La conversión, finalmente, es coronada por una estructura de discurso que nace del Padre: colocar al hijo el mejor vestido, el anillo en la mano y sandalias en los pies. El texto griego califica estos objetos como “de primera calidad” (proten, protos, lo primero, lo mejor). Comamos y hagamos fiesta. Vuelve a repetirse la constante de la alegría comunitaria.
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