El pecado de la locura: A propósito de Franco Ferrada

A todos, de alguna u otra manera, nos impactó ver a Franco Ferrada, un joven chileno, lanzarse a la jaula de los leones del Zoológico Metropolitano de Santiago (Chile). El tema es que buena parte de la población del país juzgo más la acción del equipo veterinario de sacrificar a los leones y la consecuente crítica al joven que, movido por el llamado delirio místico, es decir, la conciencia – perturbada – de considerarse un tipo de profeta o enviado – cometió dicha acción el pasado sábado 21 de Mayo.

¿Cuál fue el pecado de Franco? Fue el de ser una persona con un problema psicológico en un país en donde lo distinto, aquello que podríamos llamar “el paradigma del loco” es tachado como contrario. El pecado de Franco fue haber sido internado en dependencias del SENAME a los 11 años de edad luego de la muerte de su mamá a causa de un cáncer. El pecado de Franco fue haber sido hijo de un papá machista, alcohólico y agresor, lo cual se vio retratado en el dibujo del león que él realizó antes de cometer su acción. El pecado de Franco fue ser miembro de una sociedad que, considerándose inclusiva, continúa juzgando a los distintos. ¿De qué nos sirve tantas políticas a favor de las “minorías” si a estos sujetos invisibles los continuamos abandonado a su suerte? Antiguamente la Iglesia no celebraba el sacrificio eucarístico cuando uno de sus hijos cometía suicidio o intentaba atentar contra su vida. Era un pecado grave. Hoy, la Iglesia avanzó y comprendió que la persona puede presentar alguna enfermedad psicológica la cual lo motiva a atentar contra su vida. Pero hoy es la sociedad, los animalistas, los “sanos” los que apuntan con el dedo al pecador.

En 1955, Erich Fromm, destacado psicólogo y psicoanalista judío-alemán se preguntó ¿estamos sanos?, cuestión que dio lugar a su obra “¿Estamos sanos? Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”. En dicha obra, que recomiendo leerla sobre todo por su actualidad, el autor sostiene que el enfermo mental se considera “sano” y que son los demás los que están enfermos. Fromm sostiene: “¿Estamos seguros de que no nos engañamos a nosotros mismos? Muchos enfermos internados en asilos para dementes están convencidos de que todo el mundo está loco, menos ellos. Muchos neuróticos graves creen que sus ritos compulsivos o sus manifestaciones histéricas son reacciones normales contra circunstancias un tanto anormales” (Fromm, 1956). Franco juraba a pie juntilla que Dios le iba a salvaguardar la vida como a Daniel, profeta del Antiguo Testamento que sobrevivió en el foso de los leones. Pero no fue así querido Franco. Tu sufrías una enfermedad que como sociedad no quisimos ver porque nos molesta verla.

Rafael Gumucio, reconocido periodista chileno, a propósito de Franco y su situación, tuiteó: “"No era gay, no era transexual, no era minusválido, no era especial, no era índigo, era solo un loco y por eso nadie lo defiende". Es la realidad que sucedió. El loco continúa urgiéndonos. Con Franco se vuelve a escribir una nueva página en la Historia de la Locura de Michel Foucault. Franco, perdónanos no haber sido capaces de reconocer tu enfermedad y su trastorno. ¿No serás acaso signo de que nuestra sociedad está enferma y que los supuestos “sanos” no lo están?
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