La teología de la escucha en la Cuaresma A propósito de la primera lectura del Tercer Domingo de Cuaresma

Introducción

Las comunicaciones entre los hombres se comprenden a la luz de la palabra, los gestos, los sentidos, la escucha, los cuales van adquiriendo significado y se van constituyendo en relación a los movimientos que se realizan. Sin comunicación, no existiría la vida sobre la tierra. En este sentido, la revelación, vista como la comunicación entre Dios y el hombre, va adquiriendo el sentido de creación, amistad y salvación. La importancia de establecer una Teología de la Escucha a partir del discipulado, quiere hacernos comprender que el discípulo, el hombre que es interpelado por Dios, debe realizar un proceso de discernimiento, que va más allá de un mero oír sensitivo. Debe posicionarse la escucha como actividad de fe, de voluntad y de misión permanente.

CONTEXTOS Y PREMISAS DE LA TEOLOGÍA DE LA ESCUCHA: La escucha a partir de la revelación históricamente situada.

La premisa fundamental de la revelación, es que esta es “esencialmente palabra de Dios al hombre” , la cual debe ser escuchada y respondida. La escritura nos dice que “muchas veces y de muchos modos, habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo” (Heb 1,1-2). El Dios en el que creemos, es un Dios que habla, que se comunica y que “no es para el ser humano el absolutamente otro, el extraño o ajeno (…) es el mío en cierto sentido muy verdadero”

Dios desde siempre ha ido comunicando sus designios al hombre, y el hombre debe responderle movido por su fe. Dice el Vaticano II, que “en consecuencia, por esta revelación, Dios invisible, movido por su gran amor, habla a los hombres como amigos” (DV 2). La respuesta que Dios espera, es la “obediencia de la fe” (DV 5). Con esto, comprendemos que la fe se posiciona como escucha que supera el aspecto sensible. Es una audición interna que “mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da a todos la suavidad en el aceptar y crecer en la verdad” (DV 5).

Dios se manifiesta al hombre dentro de su historia. La historia del pueblo, desde el momento en que Dios interviene en ella, toma sentido de salvación. En ella Dios actúa y en ella el hombre escucha. En este sentido, “la historia de la salvación no es una historia dentro de la historia, sino la mima historia vista a partir de su sentido último, revelado como Dios” . Uno de las características fundamentales que diferencian la historia judeocristiana con las religiones míticas, es que la primera es teleológica, es decir, se proyecta a un fin determinado de manera dinámica. Este fin es comprendido como el eschatón, el que está sustentado en una promesa, ya sea la resurrección, la salvación, los cielos nuevos o la tierra nueva. Por el contrario, las religiones míticas presentan el paradigma del mito del eterno retorno o del constante devenir, por el cual, nunca se percibe una superación clara de lo anterior, repitiéndose siempre lo mismo.

Es en este escenario, la historia es comprendida como lugar teológico, en donde los hombres y mujeres bíblicos, unidos como pueblo receptor de la revelación, “escucharon la Palabra de Dios desde la fe (palabra que era su revelación). La escucharon de forma tan perfecta que la comunidad de fe la juzgó canónica, es decir, normativa y ejemplar para todos los hombres ‘oyentes de la palabra de Dios”


La escucha y su relación con la palabra

La palabra es un elemento fundamental en la comunicación. Por medio de ella vamos creando realidad al momento de dialogar con otros. Ella (la palabra) y el lenguaje, son un “sistema solidario e interdependiente de signos y reglas que tienen la capacidad de materializar la opción personal de salir de sí y de ofrecerse como aporte fecundo a otros” . Lo anterior es de relevancia, ya que la palabra y la escucha se presentan excéntricamente, en el sentido de que no son procesos egoístas, sino que son fecundos, creadores y transformares. Esto lo comprobamos en el momento de la creación. Ésta acontece por medio de la palabra. Dice Ruiz de la Peña que “como Dios llamó a Israel para hacer de él su pueblo, así llama a las cosas al ser. Y la palabra de Dios es verdadera y operativa (…) es ya inicio de un diálogo salvífico (…) de un ser personal, dialogal, que piensa, quiere y llama a las criaturas”

El diálogo salvífico que se produce en el momento creacional, está sostenido entre Dios y Adán, imagen de la humanidad. El que en la creación esté presente un diálogo primordial, quiere hacer comprender que “la creación es ya revelación, alocución comunicativa de Dios, comienzo de la historia salvífica y punto de partida del proceso de autodonación divina a sus criaturas (…) el mundo viene a ser expresión de Dios, lo que resulta de su ‘dicción’” La posibilidad de que el hombre pueda comunicarse con su creador, está establecida por el influjo del ruah, hálito divino que permite que el hombre pueda “sostener una relación dinámica con Dios” Por esta relación, “el hombre es la criatura mediante la cual la creación responde verbalmente al creador. El ser humano vive literalmente de esa llamada y se mantiene en la existencia en la medida en que está a la escucha perseverante y atenta de la palabra divina”


La relación yo – tú como fundamento de la Teología de la Escucha


A nivel de lo creado, el hombre posee un puesto especial. Es el único que puede responder a la llamada divina. Es el único que puede ser interpelado por ella. Y esto, porque es imagen y semejanza de Dios (Cf. Gn 1,26-27). La solemne actitud vicaria que este posee, lo hace ver a Dios como un Tú al que puede remitir. Dios, a su vez, ve al hombre también como su Tú. Ambos se constituyen, entran en diálogo y van creando. Pero aún en esta relación fundante, Dios sabe que al hombre le hace falta una compañía adecuada (Cf. Gn 2,18). Y por ello, crea a la mujer, de manera que este diálogo Yo-Tú trascendente pase a ser ahora la mediación inmanente que nos posibilita el encuentro con Dios.

Por medio del diálogo interpersonal, se va ejercitando la escucha. El escuchar “encuentra su verdadero espacio en el diálogo, situación fundamental del ser humano que se abre al alumbramiento del Tú” El diálogo que se debe crear, debe ser generoso, liberador y amoroso. Debe brillar nuestra condición icónico-divina, por la cual estamos aptos para entrar en relación de palabra y silencio auditivo con nuestros interlocutores. En esto, es significativo lo que dice Leonardo Boff: “la palabra fundamental no es Yo, sino Yo-Tú. El Tú creó mi Yo, y únicamente en el Tú que me acepta como soy y acepta mi donación, sigo siendo Yo. El Yo es un eco del Tú” . Esto en el plano de la comunicación divina, y específicamente en la creación, se evidencia en que el Tú trascendente (Dios) crea al hombre de su dicción, de su eco en el mundo. Y el Yo, es decir, la humanidad representada en Adán, sigue siendo el interlocutor en la donación, en la fe, en la esperanza y en el amor. Es una relación de dependencia entre lo creado y el Creador, pero que no es alienante, sino que es esencialmente libre. Libertad entendida en el sentido de que es “una toma de postura frente a Dios (…) y la libertad es la capacidad de autorrealización con que el hombre cuenta, entonces, la libertad más liberada, será aquella que acepta y acoge el fundamento de su ser, no aquella que lo rechaza”

Desde el estudio de las ciencias humanas, el diálogo y el uso de la palabra, así como la capacidad de escuchar, constituyen los elementos básicos de la convivencia. Se sostiene así que “la cultura toda es acontecimiento dialógico en cuanto realización eminentemente humana” . La vida humana, su relación simétrica con los demás hombres, y asimétrica, en este caso, con Dios, se comprende como un encuentro. Encuentro que a su vez se entiende como una comunidad en la cual sus integrantes por medio del uso racional de su palabra, y a través de una escucha sincera, van proyectándose hacia un futuro pleno. Este futuro pleno, posee

“un misterio más hondo (…) cuando se realiza la inmersión de Dios mismo en el mundo y la emergencia del hombre a la comunión con Dios. En este momento de humanidad, que es a la vez momento de divinidad, el hombre asciende a una comunidad desconocida y sin embargo latente en toda comunidad humana: la comunión divina”

Es la comunión que en la historia de la salvación se comprende como procesos de liberación, servicio y entrega profética, en los cuales Dios, los hombres y mujeres escuchan y responden. Esto lo veremos en el siguiente apartado.

LA TEOLOGÍA DE LA ESCUCHA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO: El paradigma del Éxodo.

En el momento del Éxodo, del gran kairós del pueblo de Israel, también encontramos la presencia de la escucha. Esta vez, es Dios quien va escuchando algo muy concreto, a saber, el clamor de su pueblo que es oprimido. Nos interesan los siguientes versículos:

“Yahvé le dijo (a Moisés): He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” (Ex 3,7-8)

Esta escucha, no es un mero oír físico, ya que comporta la ‘compasión’, el compartir el dolor del pueblo. El Dios de Israel toma partido por el pueblo oprimido por el sistema social egipcio, y es capaz de ‘escuchar’ su dolor que está relacionado con el pecado. Pecado que se comprende en el “clamor (…) (saaq es el término técnico para la queja contra la injusticia infringida)” . De parte de Dios hay un posicionarse en la línea de los marginados y vulnerados.

Junto con la escucha, hay otro movimiento, radicado en el ‘bajar’ a convivir con los esclavos. El que Dios baje, representa una metáfora muy llamativa. El Dios de Israel es un Dios móvil, que va de camino con su pueblo. Esto lo vemos en la figura de la columna de fuego y la columna de nubes , en el arca que es llevada por los sacerdotes , o en la tienda del encuentro . Es interesante el que este ‘bajar’, se comprende como un “solidarizarse con los oprimidos como grupo, pues Dios estaba allí” . Yahvé se hace uno con el pueblo desde la capacidad de poder escuchar el sufrimiento.

Junto con la escucha, hay una dicción de parte de Dios, la cual expresa el anuncio de la promesa de una tierra que es lo opuesto a Egipto. Es una tierra de libertad, expresada en los símbolos de la abundancia. Y aquí detenernos. Recordemos que la palabra de Yahvé es siempre creadora o recreadora. Con esto, el Éxodo se transforma en un momento creacional, o como dice Severino Croatto: “fue un hecho originario, decisivo para la creación de Israel como pueblo libre: lo originario reviste un carácter fundamental y adquiere un prestigio único”

El Éxodo, y su relevancia hermenéutica, afecta a todos los procesos de liberación y de opción por los oprimidos y marginados. Con este acontecimiento soteriológico, Dios establece alianza con el pueblo. El pacto comporta un diálogo, en el cual el pueblo se transforma en el gran Tú de Dios, capaz de responderle como de negarle . La escucha de Dios junto con su dicción frente a la voz del pueblo que se alza como clamor, están en relación a la propia vocación que posee el pueblo, a saber, “el servicio de la justicia y de la misericordia, el rechazo de toda dominación y la tenacidad para vencer todo aquello que destruye al ser humano” . Esto significa que la gran característica de la audición divina presenta el compromiso siempre nuevo de liberar al pueblo elegido de toda forma de opresión, ya sea económica, política, religiosa, etc.


Bibliografía

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Ruiz de la Peña, J, 1988 b. Pág. 176.
Boff, L, 1980, Pág. 92
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Ruiz de la Peña,1988a, Pág. 30.
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Ruiz de la Peña,1988b, Pág. 24
Ibid pág. 25
Peralta, P. 2007. Pág. 2 http://www.facteologia.edu.uy/docs/soleriana-articulo-2007.pdf (Extraído el 17 de Abril de 2012)
Boff, L. 1980, Pág. 73-74.
Ruiz de la Peña, 1988b, Pág. 191.
Idem.
Caiceo, J. 1988, Pág. 21.
Ellacuría, I y Sobrino, J. 1999, Pág. 158.
Ex 13,21
Dt 31,25
Ex 33,7
http://servicioskoinonia.org/biblioteca/biblica/PixleyExodo.pdf
http://www.severinocroatto.com.ar/wp-content/uploads/2010/09/hermenutica_del_exodo.pdf
En esto por ejemplo la situación de Masá o Meribá cuando el pueblo duda del poder de Dios en su estancia en el desierto
Cezar de Camargo, G. 1999. Pág. 16.
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