A cinco años de la publicación de la encíclica "Laudato Si’" (4) "Laudato Si’", una cosmovisión nueva con una concepción relacional de la Realidad, holista y no-dualista

En los dosdesafíos clave de la encíclica de Francisco (una denuncia de la degradación ecológica con llamada a una respuesta ética consecuente, y una cosmovisión nueva marcada por una concepción relacional de la Realidad) que he venido comentando, es este último el que me parece más novedoso, aunque fue más ignorado en comentarios y congresos sobre la encíclica. De el me ocuparé hoy.

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Más allá de la importancia de las denuncias y propuestas ecologistas, considero que la mayor aportación de la Laudato si’ es una interpelación aún más innovadora y desafiante para la teología cristiana, el pensamiento y el mundo moderno. Se trata de una cosmovisión nueva, que llama a una ecología verdaderamente integral, no solo en el aspecto social y ético: una cosmovisión relacional, holista y no-dualista. Fue el aspecto que más me llamó la atención ya en mi primera lectura de la encíclica. Me pareció entonces y ahora algo particularmente novedoso y aún revolucionario, por el pavor secular que el Magisterio de la Iglesia y la teología cristiana han tenido a lo largo de su historia a todo lo que pudiera sonar a panteísmo, de cerca o de lejos. En ese miedo iba incluido el hecho de hablar de una Realidad en la que todo está conectado, interrelacionado, incluso la misma Divinidad.

Esa fue una de las razones más importantes del miedo de la Iglesia a los místicos; con su visión de la Unidad en la diversidad y su tendencia a integrar en el Todo al mismísimo Dios trascendente; denunciaban el olvido de que en el cristianismo ese Dios trascendente es también inmanente. El miedo a los místicos –además del temor de la institución ante unas personas absolutamente libres– era el miedo a la comunión radical con Dios; al proceso de divinización que buscaban en la unión mística, como si eso pudiera “rebajar” la grandeza divina. Pero como escribía Panikkar hace años: “El Humano no es menos humano cuando descubre su vocación divina, ni pierden los Dioses su divinidad cuando son humanizados” (La nueva inocencia).

La consumación o unión lleva al ser humano a una toma de conciencia de lo que es, de que su realidad es divina; lo lleva a reconocerse en Dios. San Buenaventura dice: “Es necesario entrar en nuestra alma, imagen eviterna de Dios… Es necesario trascender al Eterno espiritualísimo y superior a nosotros” (Itinerarium mentis in Deo I, 2). Y el Maestro Eckhart llega a decir “Dios y yo somos uno”. “El fondo de Dios es mi fondo y mi fondo es el fondo de Dios... Dios no pide otra cosa de ti, sino... que dejes a Dios ser Dios en ti” (Sermones “Dios y yo somos uno” y “Vivir sin porqué”). En fin, el gran místico sufí Al-Hallaj llega a decir: “Mi ‘yo’ es Dios”.

La cosmovisión nueva que vemos en la encíclica se manifiesta en primer lugar por ser de las expresiones más repetidas a lo largo del texto de Laudato si’:más de 200 veces. Son las más repetidas después de ecología y medio ambiente: Todo está conectado, todo está relacionado, entrelazado. Estamos interpenetrados. Toda la Realidad forma un tejido sin costuras. Formamos parte de una comunión universal, con la que estamos en una profunda interdependencia.

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1) Todo está conectado

“Una nueva óptica… la convicción de que en el mundo todo está conectado” (n.16).

La convicción de que en la Realidad todo está conectado no es una expresión ocasional, sino que el mismo papa Francisco la califica de uno de “los ejes que atraviesan toda la encíclica” (n. 16), junto con otros que hemos citado anteriormente. El papa es consciente de que esta perspectiva interrelacional es una “nueva óptica”; una nueva visión de la Realidad, que supone también una nueva concepción.

El hecho de que “todo está conectado” supone “amor sincero hacia los seres [humanos y no humanos] y un constante compromiso” (n. 91).  La consecuencia lógica es que si se pierde esta conexión, el ser humano se desmorona (n. 117).

Esta interdependencia no afecta solamente a los seres humanos y a los seres vivos, sino a toda la Realidad: “El tiempo y el espacio no son independientes entre sí, y ni siquiera los átomos o las partículas subatómicas se pueden considerar por separado… conforman una red que nunca terminamos  de reconocer y comprender” (n. 138).

Francisco saca una conclusión teológico-espiritual genial de esta interconexión, para llevarla hasta la Trinidad divina. Dios no es el gransolitario, es pura conexión-comunión amorosa, es Trinidad: “Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad globalque brota del misterio de la Trinidad” (n. 240).

 2) Todo está relacionado, entrelazado

“En [los relatos bíblicos]… ya estaba contenida una convicción actual: que todo estárelacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad y la justicia” (n. 70).

Francisco retrotrae la concepción relacional de la Realidad y sus consecuencias a los mismos relatos de la Biblia. Pero bebe también en la ciencia moderna: “En este universo, conformado por sistemas abiertos que entran en comunicación unos con otros, podemos descubrir  innumerables formas de relación y participación” (n. 79).

“Los distin­tos componentes del planeta –físicos, químicos y biológicos– están relacionados entre sí… conforman una red” (n. 138; cf. 137,142…). Laudato si’ utiliza también otra riquísima expresión: todo está entrelazado (n. 92).

Los seres humanos estamos íntimamente unidos a toda la naturaleza y a todo el cosmos; hacemos un camino común hacia la plenitud, como dice Pablo de Tarso: la plenitud a la que estamos llamados alcanza no sólo a los humanos sino a todo el cosmos (Romanos 8, 20-23).

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3) La Realidad es un tejido sin costuras

La feliz expresión de la realidad como un tejido sin costuras del antropólogo y filósofo francés Bruno Latour, también aparece en la encíclica de Francisco:

 “Lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta” (n. 9).

Dios está presente en toda la Realidad, “en lo más íntimo de cada cosa” (n. 80). El Espíritu de Dios está en toda la Realidad, hasta la más minúscula e íntima.

El papa añade algo que ha sido particularmente destacado por los defensores de los derechos de los animales no humanos, entre los que me encuentro: “Sería equivocado pensar que los demás seres vivos deban ser considerados como meros objetos sometidos a la arbitraria dominación  humana” (n. 82). El Espíritu no está sólo en los humanos, sino “en cada creatura”(n. 88). De este modo, podemos decir sin desdoro que los perros tienen “alma”; como la tienen los árboles y las plantas, cada ser a su manera.

En consonancia con el mensaje paulino, el papa Francisco llegó a decir en otra ocasión: “La vida después de la muerte no solo es un regalo para los creyentes, sino también para los animales” (“El Papa Francisco y los animales”, https://misanimales.com/papa-francisco-los-animales/).

 4) Interdependencia de las creaturas: estamos interpenetrados en una sublime comunión. Una llamada a la superación de los dualismos que nos matan

Para Francisco, esta relación interdependiente de toda la Realidad es algo querido por Dios (n. 86). Por eso, con otra hermosa expresión, dice que formamos una “familia universal” con todo lo que es, una “sublime comunión”, “estamos interpenetrados” (n. 89 y 139).

Esta comunión con toda la Realidad no es pura cuestión de generosidad de los humanos, es una cuestión de conocimiento y de  conscienciade la Realidad, de lo que es y de lo que somos. Por eso, dice la misma encíclica: “La persona humana crece más, madura más y se santifica más a medi­da que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas” (n. 240).

Tres conclusiones finales y una llamada a una espiritualidad ecológica

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A los que apostamos por el paradigma holístico, nos alegra ver que la encíclica va más allá de la sola denuncia del atentado ecológico, en un nivel ético y aún antropológico, para hablar de una Realidad como relación y de una espiritualidad ecosófica relacional. Para que nosotros mismos y nuestro mundo tenga futuro, necesitamos una nueva manera de pensar el mundo y de pensarnos a nosotros mismos en relación con él; una manera global, holística, relacional, interconectada como hemos repetido aquí.

Tres conclusiones de la encíclica Laudato si’:

1ª. La encíclica Laudato si’ es una denuncia profética de que la destrucción de nuestro medio ambiente no es una fatalidad, sino una consecuencia de nuestro pecado de seres humanos escindidos del resto de la Realidad y depredadores. 

2ª. Esta destrucción es el producto de una comprensión errado del mundo y de nuestra relación con él: no reconocer que somos en relación, y que si rompemos el equilibrio de esa relación, simplemente no somos.

3ª. La encíclica es una llamada a una conversión profunda, una metanoia, un cambio radical de actitud para vivir en armonía no sólo con los hermanos y hermanas humanos, o con los animales y las plantas, sino con toda la materia, con todo el cosmos, con todo lo que es.

La encíclica termina con una llamada a una espiritualidad ecológica (n. 216). Una espiritualidad que lleve a un cambio de vida que transforme la relación destructiva entre los seres humanos y con el mundo del que forman parte, para llegar a la armonía hombre-mujer, humanos-no humanos, materia-espíritu. Una armonía en que es fundamental la atención plena en cada instante: “saber estar plena­mente presentes”, viendo esto como un mo­mento místico (n. 226). Y saber que la plenitud está en cada uno de esos instantes: “El universo se desarrolla en Dios, que lo llena todo. Entonces hay mística en una hoja, en un camino, en el rocío” (n. 233). Saberse en relación con los demás, con la Realidad, con la Divinidad, con conciencia que todo está conectado, y eso nos invita a madurar una nueva espiritualidad (n. 240). 

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