Raimon Panikkar, "sacerdos in aeternum secundum ordinem Melchisedech"

Raimon Panikkar se sintió siempre parte de la Iglesia, pero entendida ésta en un sentido amplio, no como un pequeño círculo unido por razones jurídicas y ni siquiera dogmáticas, sino como “la comunidad constituída por la asamblea de todos los que buscan la verdad con rectitud”, que “reune a todos los que no se excluyen de la salvación, aunque estén fuera de la Iglesia-institución” (Entre Dieu et le cosmos, Paris 1998). Esta pertenencia era para el compatible con su hinduismo y su buddhismo.
Además, Panikkar se sintió siempre sacerdote desde su ordenación (1946); manteniendo toda su vida esta identidad sacerdotal como algo muy importante para él: “Yo soy sacerdos in aeternum, secundum ordinem Melchisedech”, repetía. Pero no se sintió nunca parte del status clerical, que siempre criticó. Siempre mantuvo la identidad sacerdotal, a pesar de haber roto con la disciplina de la Iglesia Católica del celibato y casarse en 1984 (ver uno de mis post anteriores), con los conflictos que supuso para él con el obispo de Vic desde que se instaló en Tavertet.

Como he escrito en mi libro Más allá de la fragmentación de la teología el saber y la vida: Raimon Panikkar (Valencia 2008), la Iglesia no era para Panikkar un club, sino la “comunión de Dios con todo el mundo”, el sacramentum mundi. Por eso le gustaba hablar del “misterio cósmico de la Iglesia”, un lugar universal de salvación sin límites definidos: “La Iglesia en la que creo no puede definirse más que como el lugar de la salvación” (Entre Dieu et le cosmos). El Concilio Vaticano II no es extraño a esta visión universal, cósmica y mistérica de la Iglesia, relativizadora de la figura institucional, particular e histórica de la Iglesia católica, aunque -evidentemente- sin descartarla; visión que una expresión patrística definía como Ecclesia ab Abel (cf. Lumen Gentium, 2 y 13).
Además, Panikkar ejerció durante toda su vida el ministerio presbiteral: En Madrid como capellán de estudiantes universitarios y profesor en el Seminario (1946-1950). En Salamanca como capellán de estudiantes (1950-1953). En Varanasi (1954-1960/1964-1970) colaborando en la diócesis católica india de la ciudad. En Roma (1960-1963) como consiliario de estudiantes universitarios y capellán. En EE UU colaborando con la “Mission”, la principal parroquia de Santa Bárbara-California.

Ya retirado en Tavertet siguió ejerciendo como cura en celebraciones, retiros, charlas y acompañamiento individual. A finales del siglo XX afirmaba: “Me he considerado siempre un sacerdote, aunque haya entrado por una puerta muy estrecha, la puerta católica-romana... Una vez has entrado en este reino de la mediación, debes liberarte de toda mentalidad o ideología que pudiera hacer de ti un burócrata, el representante de un clan particular” (Entre Dieu et le cosmos). Y en el año 2006 celebró con solemnidad los sesenta años de su ordenación sacerdotal en la basílica de Monserrat, poniendo en la tarjeta de invitación: “Vos autem… regali sacerdotium, gens santa…” (I Pe 2,9).
Aunque decidió romper con la disciplina romana del celibato y contrajo matrimonio, Panikkar permaneció siempre como sacerdote de la Iglesia católica, incardinado en su diócesis de Varanasi. En una de sus entrevistas ya en el tramo final de su vida, defendía su identidad eclesial y sacerdotal: “Yo tengo un obispo, soy de una diócesis y estoy en santa comunión con la Iglesia; pero mi obispo sabe que no es mi superior” (“Entrevista a Raimon Panikkar”, Exodo 2002).


Para Panikkar, el orden de Melquisedec era mucho más que una referencia litúrgica. Tal como escribió en su larga "Meditación sobre Melquisedec" (Nuestro Tiempo, 1962), Melquisedec manifiesta la dimensión universal del sacerdocio como mediador, y particularmente del sacerdocio cristiano: “Su misión es definitiva e histórica, salir al encuentro de Abraham y restablecer el vínculo que le unía al sacerdocio universal de la humanidad desde el principio del mundo”. Melquisedec es “el sacerdote cósmico”. Teniendo esto en cuenta, “el sacerdocio católico no sólo deja de mirar con desdeño a los sacerdotes buenos de otras religiones por primitivas que sean, sino que los considera como hermanos que participan del único sacerdocio”.
En “Carta a un cura de pueblo” –uno de sus primeros escritos, en 1952- afirma la identidad ontológica y comunitaria de su sacerdocio: “El sacerdocio no es una ocupación ni un oficio, sino una constitución misma de mi ser”. “El sacerdote es incomprensible sin una comunidad, no tiene razón de ser sin el pueblo para el cual y del cual es... mediador, puente, camino” (Cometas, 1972). La esencia del sacerdocio está en esta mediación, reafirma cuarenta y cinco años después: “El sacerdote es un mediador, no un intermediario… No es un burócrata o funcionario de Dios... mediación quiere decir hacer obra de paz” (Entre Dieu et le cosmos, 1998).


Este aspecto de cura casado fue uno de los que soldó nuestra amistad, junto a las perspectivas teológicas que compartíamos; pues yo también soy y me defino así (en la foto en uno de nuestros primeros encuentros). Este sacerdote casado, Raimon Panikkar, fue con el que yo compartí con naturalidad mesa y Misa en Tavertet; en algunas ocasiones junto con mi esposa (Christina). El matrimonio de Panikkar fue un gesto profético contra una ley que él y yo consideramos injusta: el celibato obligatorio para los curas católicos de rito romano. “No tengo nada contra el celibato –dijo-, pero tampoco creo que sea superior, ni imprescindible para el desarrollo de la vida espiritual. Imponerlo, obligarlo, va en contra de la ley natural” (Entrevista recogida en Más allá de la fragmentacion de la teologia el saber y la vida). Al instalarse en Tavertet, el obispo de Vic, Guix i Ferreres, quiso impedir que Panikkar celebrara la eucaristía al ser un cura casado y parece que llegó a suspenderlo a divinis, pués Tavertet pertenece a esa diócesis catalana, lo que otorgaba canónicamente competencia al obispo. Pero Raimon defendió que seguía incardinado en su diócesis de Vanarasi y la siguió celebrando libremente, como he sido testigo (ver la foto de mi eucaristia con él en su 90 cumpleaños en un post anterior).
En los últimos años, el párroco de Tavertet, Jesús Silvestre se ofreció para solucionar el problema canónico de Panikkar, y el nuevo obispo de Vic, Romà Casanova, quiso una rectificación pública. Recuerdo que hacia el 2004 Raimon me enseñó una carta de Joseph Ratzinger en la que el teólogo y cardenal loaba su magnífico libro La plenitud del hombre. Una Cristofanía (1999) también se ofreció a solucionar su situación canónica, sin hablar de condiciones. El caso es que Panikkar firmó en 2008 una nota con una rectificación por el “escándalo” que pudo haber dado con su actuación, pidiendo públicamente perdón. Con ello se le levantó la suspensión canónica y, tras su fallecimiento, pudo recibir, “plenamente reconciliado con la Iglesia” -como dijeron los eclesiásticos-, unas exequias en Tavertet el 28 de agosto de 2010 presididas por el mismísimo obispo de la diócesis, como cualquier sacerdote diocesano (foto aquí).


En realidad, creo que Panikkar no necesitaba esto; como no lo necesito yo y no lo necesitan ya hoy tantos otros curas que se han casado, pues no nos crea problema alguno: más bien, es la Iglesia la que debe “mover ficha”, no nosotros, y así lo hablé en varias ocasiones con él, que apreciaba mucho a mi esposa Christina. Me parece que también el papa Francisco lo tiene claro, a pesar de la resistencia del staf vaticano al cambio... Esta firma fue un “mero formalismo” –como dice Ignasi Moreta en su artículo “El sacerdocio cósmico de Raimon Panikkar”, citado en el post anterior-; un formalismo al que Panikkar creo que accedió cansado del acoso eclesiástico. Pero esto en nada afectó a sus convicciones profundas: él siguió creyendo en el sacerdocio cósmico que siempre defendió, como pude compartir con él en los últimos años. Nunca me dijo, no siquiera lo sugirió, que hiciera tal despropósito canónico (renunciar a mi esposa para seguir siendo sacerdote, o pedir la "reducción" al estado laical), más bien al contrario.

Además, el susodicho documento firmado, ni siquiera afectó a las cuestiones prácticas: Panikkar siguió casado con María y siguió mirando por su familia; aunque en los últimos años ella se fuera a vivir con su hija Mariona al vecino Vic, para estar mejor atendida en su enfermedad. Fue un acto administrativo que de ningún modo se puede magnificar para apropiarse de la figura de un maestro al que siempre le quedaron muy estrechas estas cuestiones canónico-eclesiásticas-católicas; sobre todo en lo que respecta a la concepción del sacerdocio que hemos visto aquí. Si acaso –como dice también sabiamente Moreta– estamos de nuevo ante un eppur si muove, como el del caso Galileo; o sea: estoy cansado y cedo ante las presiones… os firmo el papelito, pero sigo pensando lo que pensaba.

Por otra parte, muy acorde con la tradición india, Panikkar pensaba que podía ser perfectamente conciliable una cosa y la otra; como había manifestado durante años con su cuádruple identidad: puedo ser cristiano, hindú, buddhista y secular a un tiempo, sin conflicto. Así, pudo mantener sus convicciones claramente intrarreligiosas con su sentimiento de la relatividad radical de todo -como solía decir y escribir-; y al mismo tiempo ser cordial con todos… incluso con curas del Opus Dei, con los que discrepaba totalmente. Así interpreto los encuentros con ellos, la correspondencia con sus dirigentes (incluidos los prelados del Opus Dei Josemaría Escrivá y Javier Echeverría) y los datos aportados por Josep-Ignasi Saranyana en “Raimon Panikkar: a propósito de una biografía” -de la que hablamos en el post anterior-. P. e. escribe con cordialidad a Javier Echeverría y… le reclama libros y escritos suyos que se habían quedado en la casa del Opus en la villa Tevere.

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