La eucaristía: sacramento de la no-dualidad y del compromiso (II)

Concluía mi post anterior hablando de la necesidad de recuperar la eucaristía como “movimiento de igualdad y comunión que Cristo hace fermentar en el mundo y en la historia, verdadero remedio para la crisis del mundo”, que decía Arturo Paoli; como “memoria subversiva” de la entrega amorosa del Dios encarnado. Pero también como encuentro privilegiado con el Misterio de Dios, escondido en el mundo y en el encuentro con los hermanos. Hoy quiero continuar reflexionando sobre como la eucaristía es un “encuentro de hermanos”, pero es más que eso.

Todo rito religioso realiza una dimensión simbólica que tiene un sentido más profundo que el simple carácter utilitario o funcional: le da una forma sensible a realidades no sensibles. Podríamos decir que le da una sobreabundancia a las realidades de la fe religiosa. Por eso, no es reducible a los gestos y palabras de una ceremonia o de la costumbre: el ritualismo es la esclerosis del ritual. Pero la repetición comunitaria del rito requiere unas ciertas reglas que garanticen su autenticidad; el rito no puede ser algo arbitrario y puramente subjetivo. Supone el reconocimiento de que en la Realidad hay algo que nos supera y para lo que necesitamos ayuda: es la fe religiosa como acto gratuito de disponibilidad al Otro, que es más grande que yo; es saber recibir una palabra y un gesto que es performativo, que hace o realiza lo que dice.

A veces, algo que es bueno se convierte en algo que no es tal, por reduccionista. Dije en mi post anterior que con la reforma conciliar, la eucaristía pasó de ser un rito pasivo y un “precepto”, a ser un encuentro con la comunidad y de la comunidad con Dios. ¡Magnífico! Lo malo fue que para muchos se convirtió sólo en un encuentro más con la comunidad, olvidando lo de… conDios. “La misa es buena como un encuentro con la gente” y “para un compromiso social”, se oye decir. No digo que este encuentro no sea bueno, y aún imprescindible, para la celebración de la eucaristía; además, el encuentro con los hermanos es también ya un encuentro con Dios, y debería haber en la Eucaristía un verdadero compartir humano, en lugar de ser una reunión de gente que ni se conoce. Y debería llevar al compromiso de un “amor eficaz” –que decía Camilo Torres–, como pidió Jesús al lavarles los pies a los discípulos. Pero, si lo único importante de la eucaristía es el encuentro con los amigos, puede que se olvide el encuentro con el Misterio: el Dios escondido en ese encuentro. Quizás, perspectivas así fueron llevando a muchos a dejarla, o hacerla sólo en ocasiones en las que ni precisan del sacerdote, ni de la rica liturgia recibida en la tradición de la Iglesia.

Pero “la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida cristiana”, dicen unas conocidas palabras del Vaticano II (LG 11). Palabras que siguen siendo válidas, aunque se necesite matizarlas: la fuente de la vida cristiana es Cristo, no la Eucaristía (J. Garrido, El don incomparable. Meditación sobre la eucaristía, 2018); como mediación privilegiada, esta debe llevar a él y al Reino. Hoy, para unos la importancia de la eucaristía se reduce a una norma o devoción para salvarse, que no afecta realmente a su vida y su relación con la sociedad. Pero para otros, tiene una incidencia en la vida personal y social, como fortalecedora de la comunión con Dios e como movilizadora de un compromiso real con Cristo y la causa del Reino.

La Eucaristía como “sacramento-comunión” y “sacramento-presencia”; realidad indivisible, no-dual, vinculada a la Trinidad divina

El evangelio de Juan transmite unas palabras osadas de Jesús: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo;  quien come de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51). Jesús se presenta como el alimento de la verdadera Vida; en la carne de Jesús se nos revela lo Divino.

Creo que por eso Paoli llega a decir que la Eucaristía es “la síntesis de Cristo, el Cristo en su totalidad” (Pan y vino, tierra). Un Cristo que viene reconciliar al ser humano, escindido dentro de sí mismo e en la relación con sus semejantes y con el mundo (Col 1, 20). Esta reconciliación no es una realidad abstracta que aliene al ser humano, evadiéndolo de sí y del mundo, es personal, social, política y cósmica; es inclusiva y acogedora de la rica diversidad humana (social, racial, sexual...) y la riqueza del cosmos, pues la escisión humana tiene como consecuencia la alteración del equilibrio del cosmos. Este mundo reconciliado es la utopía eucarística de Hechos 2 e 4: “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común”.

Sacramento-comunión-compromiso ysacramento-presenciason dos aspectos diferentes pero inseparables en la Eucaristía; la expresión complementaria de su realidad única, no-dual, que no pueden ni contraponerse ni separarse. La Eucaristía ni es sólo algo privado objeto de devoción (la adoración de la presencia de Cristo y la comunión para aumentar en mi la gracia santificante), ni es sólo un compromiso ético-social (incentivo para la praxis social). Es la celebración de una memoria subversiva y una presencia que activa el encuentro entre el cielo y la tierra, entre el espíritu y la materia, y que dinamiza el proyecto de comunión de Jesús (el Reino), haciéndolo realidad actual personal y comunitaria: “El Reino de Dios ya está en/entre vosotros” (Lc 17, 21). Evidentemente, Dios no necesita reconciliarse con nosotros, ya lo está; somos nosotros los que necesitamos sentirnos reconciliados, pues estamos escindidos y necesitamos dejar actuar en nosotros su fuerza reconciliadora. Por eso, la Eucaristía es espacio de comunión total.

¿Por qué hacemos de la preocupación por los hermanos/as-por la naturaleza y la preocupación por Dios dos realidades separadas, a veces incluso antagónicas? Jesús las vivió íntimamente unidas e inseparables; vivió la experiencia de no-dualidad en la entrega radical a los hermanos/as y en la entrega total al Padre con el Espírito: “Cristo, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza… y se hizo semejante a los hombres” (Flp 2, 6-7).

Pienso y experimento que la eucaristía es el símbolo excepcional de la conjunción no-dual entre materia y espíritu, entrecaridad/amor-compromiso con el mundo y adoración-presencia de Cristo; es el símbolo del misterium coniuntionis de Dios, el ser Humano y el Mundo. Lo he escrito en mi libro La búsqueda de la armonía en la diversidad. El diálogo ecuménico e interreligioso desde el Concilio Vaticano II (Estella 2014). Es el encuentro con la presencia excepcional de Cristo resucitado en los signos del pan y el vino para ser comido, y un encuentro que mueve al compromiso con su causa. Es, pues, el sacramento de la no-dualidad entre caridad (lavarles los pies) y presencia de Cristo (“esto es mi cuerpo”) en conexión no-dual con el Dios trinitario.

La no-dualidad ayuda a comprender mejor la eucaristía, superando los dualismos entre compromiso y presencia de Cristo. En la eucaristía intentamos vivir la misma vida trinitaria de Dios; el “permaneced en mi” de Jesús (Jn 15,4), comenzando ya la realización del “cielo nuevo y la tierra nueva” que nos lleva a un compromiso fraternal/sororal y ecológico... Por eso, me duelen tanto la trivialización ritualista como el reduccionismo ético de la eucaristía.

Maestros como Teilhard de Chardin y otros foron una gran ayuda para vivir la Eucaristía como algo fundamental en la experiencia religioso-espiritual, personal, comunitaria y cósmica; así lo manifiesta Teilhard en su Misa sobre el Mundo,la Eucaristía prolonga la encarnación y hace perenne la religación de Cristo con los elementos cósmicos. Para Raimon Panikkar, de modo semejante, la Eucaristía está intimamente vinculada a la realidad de Cristo como continuación de la Encarnación, hasta el punto de ser la cumbre de la Revelación divina (La plenitud del hombre). En fin, para el benedictino francés y monje hindú Henry Le-Saux, la Eucaristía es el sacramento por excelencia del despertar, el centro de la vida de la persona cristiana, de la Iglesia y del Cosmos; por eso es la mejor expresión de la no-dualidad (La montée au fond du cœur).

Seguiremos en el proximo post. Como aún no están habilitados los comentarios, si algún lector desea debatir algo conmigo puede hacerlo en mi correo: vitope@mundo-r.com

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