“¡Si serán hijos de puta!/ ¿No es pa cagarse en todos sus muertos?”

Acerca del genocidio israelí de los palestinos

Perdón por las palabras poco elegantes que encabezan este post; van entre comillas porque no son mías –como se verá aquí más abajo-, aunque soy consciente de que pueden sonar machistas e injustas con unas madres que no son las culpables del comportamiento de sus hijos. Pero llevo ya meses sin publicar un artículo en mi blog; en parte por otros compromisos que acapararon mi pluma, pero más porque el genocidio sionista-israelí al pueblo palestino de Gaza y Cisjornadania, el apocalipsis de destrucción de un pueblo ampliado en las últimas semanas también al Líbano, me absorbe de tal manera cuando me pongo a escribir que me quita las ganas de hacerlo sobre cualquier otro tema, pues parece trivial al lado de la gravedad de éste. Aunque uno ya se ha ido quedando sin palabras que escribir al respecto. El alto al fuego y la destrucción no acaban de llegar; y cuando lleguen -quizás cuando publique esto- será demasiado tarde para las decenas de miles de muertos y para lo que vivan pero han quedado mutilados o sin lugar donde vivir, crecer o ganarse la vida dignamente.

Por otra parte, está todo tan dicho, y parece que nuestras palabras y acciones para detener el terrorismo de un ejército poderoso y un gobierno asesino de inocentes indefensos resultan tan impotentes, que uno se siente inútil para ayudar, aunque hagamos algún donativo y participemos en docenas de manifestaciones en defensa de los palestinos gritando en las calles. Con todo, recientemente me decía un palestino en una de esas manifestaciones: “No dejen de hacerlo por favor. Lo único que tenemos es su solidaridad y su oración”.

Pero la última foto de una niña corriendo con la cara ensangrentada y los cuadernos y material revueltos en sus manos, huyendo del bombardeo de su escuela, ha vuelto a golpear mis ojos y mi conciencia moviéndome a escribir otra vez sobre el tema.

El sionismo asesino e irracional del actual gobierno de Israel está alimentando ya no solamente un antisionismo legítimo, que comparten incluso muchos judíos en todo el mundo, sino que también está generando un peligroso antisemitismo que parece vaya a superar el que había en Europa antes del injustificable genocidio nazi. Cada vez cuesta más trabajo hoy no odiar a los judíos... aunque el antisemitismo resultaría muy injusto con tantos judíos/as inocentes y va contra un pueblo que es también mi hermano. El odio a un pueblo, además de que hiere y mata, siempre se vuelve contra nosotros.

Pero recordaba estos días una vez más esas palabras del drama “Pasión gitana” que le gritaba el pueblo cristiano en la Semana Santa a las autoridades y el pueblo judío por lo que le hicieron a ese otro judío pacifico y bueno que era Jesús de Nazaret. Las conocí hace más de cuarenta años, en los 80 del siglo pasado. Pertenecen al “Viacrucis Popular Lorqino”, editado en libro hace unos años.

Palabras como estas pesan ahora más en este artículo, que el análisis y los datos de los que suelo hacer acopio para mis artículos, datos que son de sobra conocidos, e incluso la reflexión pertinente. Por eso, escribo ahora de corrido. ¿Qué puede decir de relevante un ciudadano como yo, sin un cargo y un peso social importante, cuando el mismísimo secretario general de la ONU, António Guterres, es acusado de “terrorista” y declarado persona “non grata” por el gobierno judío, simplemente por pedir insistentemente un alto al fuego de ese genocidio y que se permita la entrada de ayuda humanitaria en esas tierras devastadas?? Lo mismo o menos que cientos de artículos y el bombardeo de datos e imágenes en los noticiarios y los periódicos; una limpieza étnica del pueblo palestino con una triste semejanza a la que hicieron los nazis sobre el pueblo judío.

La violencia del ejército judío, encabezada por el presidente Benjamín Netanyahu, con el apoyo de su gobierno, del parlamento –en el que incluso algunos piden más contundencia!- y de una parte importante del pueblo judío/israelí, además de estar cargada de odio hacia un pueblo a cuya gente llama “animales”, es irracional: se trata de un genocidio en pleno siglo XXI –el “siglo de los derechos humanos”-. No es una guerra, pues no hay otro ejército contra el que luchar, solo el minúsculo grupo del Movimiento de Resistencia Islámica Hamás, que no es nada contra el poderoso ejército israelí, con una infantería armada hasta los dientes, tanques, aviones y toneladas de bombas. En todo caso, hay una desproporción absoluta entre las mil víctimas del atentado de hace un año –muchas de ellas muertas por los disparos de las fuerzas militares israelíes que no supieron discernir entre terroristas e inocentes- y las cincuenta mil, entre las encontradas y las que están bajo las toneladas de escombros de las casas. Y una vez más, recordar que la inmensa mayoría de los/as asesinados/as no son presuntos terroristas, sino inocentes: mujeres, niños y también hombres buenos.

No se puede olvidar que la masacre genocida también obedece a un plan muy concreto de expulsar a los palestinos de sus tierras y quedarse con su rico territorio; sin importarle tampoco la riqueza cultural que ha atesorado durante siglos, guardada en edificios, museos y bibliotecas, ya en gran parte destruida. Por eso, el esfuerzo es doblemente matar a hombres, mujeres y niños –¡son “futuros terroristas”! le oí a algún soldado judío-. Pero también arrasar todo para hacer tabula rasa y tener un espacio totalmente limpio para llevar adelante sus proyectos coloniales y nuevos asentamientos judíos.