Agüita fresca

Lo bueno que haces en la vida eso es lo valioso. Los pequeños detalles de cariño y de compasión con las personas que sufren es lo que te salvará y te hará feliz.

Mi madre abría el grifo de la bañera y les mostraba a las visitas el chorrazo de agua caliente que salía de allí como si fuera la roca de Moisés. Es lo que tiene el que hubiésemos vivido en una casa de pizarras que no tenía váter ni bañera. Nos bañaban en un barreño azul al sol en medio del patio.  Y es lo que tiene no tener agua caliente, que hay que andar con las cazuelas al fuego  y preparar el baño como un ritual bastante trabajoso. Mucha gente en el mundo aún no tiene agua corriente ni potable y ni que decir caliente, que beben en charcas rojizas y llenas de moscas y así acaban todos muertos a retortijones y diarreas. Caminan kilómetros y kilómetros  para acarrear esas garrafas traslucidas  que llevan encima de la cabeza a través de caminos polvorientos. El agua potable se está convirtiendo en un tesoro. Y Jesús nos ha dicho eso de “El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro”.  Mucha agua fresca necesitamos hoy con el calor que está cayendo y la vida de penurias de tantos millones de personas.

Lo bueno que haces en la vida eso es lo valioso. Los pequeños detalles de cariño y de compasión con las personas que sufren es lo que te salvará y te hará feliz. Una llamada al que está decaído, un abrazo al que está hundido, una flor al que espera en el hospital, un mensaje de wasap con una carita amarilla sonriente que dice “Yo estoy aquí”, invitar a un café a uno señor que pide en la calle, colaborar con una ONg que ayuda... Ser amables y educados con las personas, saludar al entrar en un lugar, dar las gracias, ceder el paso, llevar la bolsa al que no puede, indicar una dirección con una sonrisa, mantenerse a distancia prudencial, ponerte una mascarilla, hablar con el dueño del otro perro, abrir la puerta, dejar nuestro sitio en el metro a u anciano o una señora embarazada; detalles pequeños que hacen del mundo un lugar más habitable. ¿Cuántos vasos de agua has dado en tu vida? Seguro que muchos. Si tuvieras que hacer una lista de las pequeñas cosas buenas que hiciste seguro que necesitabas un paquete de folios de dina4 o más.  Los días van corriendo deprisa para bien o para mal, imparables pantallas de calendario que nos hacen vivir con el vértigo de ya estamos en verano y de repente otra navidad. Pues en cada jornada puedes hacer muchas pequeñas cosas buenas que te harán ir compartiendo la vida con otras personas. “El que guarda su vida la pierde y el que la da,  la gana”, curiosa paradoja de Jesús. Los egoístas se pudren en sus torres de marfil rodeados de objetos brillantes que no podrán acarrear. Las personas buenas y generosas tendrán el corazón lleno de grandes momentos, de sonrisas de personas, de afecto que nunca les será robado y lo podrán vivir multiplicado exponencialmente durante una eternidad feliz y divertida, nada que ver que con el cielo ese de los santos con cara de bobalicones extasiados. El cielo es la fiesta eterna de los que se quieren, el parque temático lleno de atracciones acuáticas y divertidas donde la gente bebe agua fresca y gratuita, y seguramente también tinto de verano y tortilla de patatas, con cebolla evidentemente.

“Un vasito de agua fresca, porfavor”, dijo Jesús.  Y fue la Samaritana, que era una mujer así un poquito suelta y se lo dio, además de la charleta teológica que se trajeron. Dos personas de mundos diferentes a las que unió el agüita de un pozo y una charla amigable. Solo les faltó las tortilla de patatas, con cebolla repito, para que el cielo ya estuviese allí.  

Haz tú el cielo. Reparte agua fresquita.

Volver arriba