Déjate en paz de excusas. Me tienes hasta los perendengues de decir que no vales mucho y que eres poquita cosa. Tú vales más que cinco panes y dos peces. Pan y sardinitas

Sí tu lo quieres eres el milagro de Dios.

En el mundo mueren 25.000 personas de hambre al día.  Y ahora a ver cómo sigo el artículo… Porque 25.000 personas son 50.000 ojos vacíos que no vieron más que platos de lata vacíos, 250.000 uñas arañando cuencos sin nada más que aire del malo. 25.000 corazones  diarios que dejaron de amar y de latir estrangulados por la garra famélica de hambrunas que no importan a nadie. Y para colmo, mientras se tira ¡un tercio de lo que producimos! Espachurramos la teta del planeta y de sus recursos para luego tirarla al mar o al contenedor, maltratando muchas veces a los animales en un holocausto estúpido . Llenamos nuestros carros en los hipermercados de productos que acabarán en la basura. Y encima decimos que sobra gente en el mundo, que somos muchos, que no hay para todos…. Lo que nos falta es la vergüenza para no obrar como unos egoístas descerebrados a los que se nos ha vuelto el morro fino, los ojos que no ven y el corazón que no siente.

Un día Jesús bajo de su barca en esos recorridos  clásicos que hacía como un borbón de Nazaret en su barca patroneada por  Pedro. Y bajando a tierra se encontró con el enjambre de los pordioseros, los famélicos, los molestos, los enfermos de aquella época que más que pena daban un asquito tremendo. Y se puso a curarles. Esa fue su prioridad. Ni ir al bar a tomar un refresco ni ir al campo a hacer yoga. Curar.

Y entre tanta curación la hora de comer se les echó encima y rápidamente llegaron los  apóstoles que lo tenían claro: esa gente no era su problema. Que se espabilasen y se fuesen a comprar a las aldeas o algún chino abierto o similar de aquellos parajes bíblicos.

A Jesús le encantaban las frases desconcertantes que los dejaban a todos con la boca del revés. “Dadles vosotros de comer”. Ni que fuesen  un catering vaticano.

Y no sé sabe de dónde aparecieron cinco panes y dos peces que alguien tendría por ahí. En otros evangelios se habla de un muchacho anónimo y bastante atrevido para querer acabar con el hambre de una multitud con lo que apenas da para unas empanadas gallegas. Pero el milagro se produjo. Lo pequeño en manos de Jesús se vuelve enorme y suficiente para todos. Y hasta le sobraron 12 cestas, que era muy de redondear con números bíblicos en aquella época. Así de chulo se las gastaba el Nazareno.

Déjate en paz de excusas. Me tienes hasta los perendengues de decir que no vales mucho y que eres poquita cosa. Tú vales más que cinco panes y dos peces. Tú en manos de Dios, si te lo crees, puedes dar de comer abrazos y besos y esperanza a miles y miles de personas. Tu  pequeña voz puede transformar este mundo injusto de lobos que se devoran a sí mismos  a hermanos que comparten la fiambrera en el recreo de la vida. Muchas veces nos guardamos lo nuestro bueno por vergüenza o por creer que es inservible, que hay demasiado mar de mal para nuestra frágil y castigada barquita. Y nos conformamos con seguir anestesiados comiendo 2 tercios de lo que compramos y tirar siempre el resto, mirando hacia otro lado, sin querer escuchar los inaudibles gritos de los 25.000 de hoy que se van a morir mirando tu nevera y tu corazón cerrados y tremendamente congelados.

Hay que ayudar. Vienen  tiempos difíciles. Tiempos para cultivar la generosidad, la atención a los otros, el cuidado de los débiles. Tiempo para dejarnos de pamplinas y valorar lo que somos. Pequeños como dos sardinitas. Frágiles como unos cuscurros de pan. Pero terriblemente peligrosos para un sistema que se alimenta y se sostiene de individuos consumistas que no piensen mucho en los demás ni en gran cosa.

Ponte en manos de Dios. Y cambiarás el mundo. Y hasta sobrarán 12 cestos de wasaps divertidos, de ternura y de , puestos a multiplicar, fabada asturiana. Que no hay nada como terminar con unos buenos fuegos artificiales.

No seas agarrao, que tu vales mucho, baby, como dirían más allá del charco. Tus pequeños gestos de amor son un tsunami revolucionario de ternura para este mundo ajado.

Comparte, compártete. Porque si tú lo quieres, ya eres el milagro de Dios.

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