Pan y vino. Y ya

Pan y vino. Qué simple, qué cotidiano, qué de andar por casa.

Pan blanco, con olor a pueblo y a madre. Vino  que alegra la vida y le da sabor y alegría y ganas de bailar. Pan que se parte por todos. Vino rojo , sangre de la fiesta y de la alegría.

Todos los que beben de la misma copa, todos los que comen del mismo pan, comparten la misma suerte y bendición. Se vuelven uno. Uno solo cuerpo, al que le duelen los hermanos enfermos o débiles, porque forman parte de nosotros.

Jesús es un tipo que nos trasmitió cosas geniales. ¿Cómo explicar una vida en un gesto?  Y así “se le ocurrió” lo de la Eucaristía, un encuentro de amigos, hermanos que se reúnen para recordar  a su Maestro y Amigo escuchando  el mensaje de Dios y la vida de Jesús, y comiendo y bebiendo del mismo Cristo para transformarse todos ellos en pequeños Cristos ambulantes que reparten milagros y alegrías. Esto al principio los paganos no lo entendían y así les llamaban “antropófagos , además de impíos y un montón de cosas más, y así terminaban los primeros cristianos en la hoguera y en el desprecio.

Misa. La Sagrada Misa. El Banquete Eucarístico.

Levanta, siéntate, de rodillas, Arriba abajo, arriba, abajo. Escucha oraciones musitadas con aburrimiento y soniquete pseudo piadoso. Sermón laaaaargo y muchas veces aburridísimo. Oraciones difíciles de entender..( ay los liturgos, esos seres divinos que nos escriben la oraciones del nuevo misal y se encargaron de la traducción de la lecturas del nuevo leccionario. Irán al purgatorio un ratito seguro... ) Los poco que van a misa están desperdigados por la Iglesia, como la metralla de una bomba  que hace mucho tiempo explotó. Cuanto más cerca del altar, más bancos vacíos, lástima que nos seamos “El Rey León”.     Hay fieles que no responden casi, lo de cantar ni hablemos. El pan es una extraña lámina blanca que hay que tener mucha fe para decir que es pan. El vino es cosa del cura, los demás ni lo catan. Todos cara de funeral, aunque sea Pascua. Quizá funeral porque la Iglesia se muere… No sé.

Jesús se sentó en una mesa con sus amigos. El cariño y la cercanía, unido al presagio de la despedida se cortaban en el aire. Todos comieron y bebieron del Pan y del Vino, no se lo bebió todo Jesús, como hacemos los curas ante la curiosidad y la envidia de los fieles. Fue un acto familiar, profundo, lleno de signos y palabras  que se les clavaron en el corazón y en la memoria de los ojos. Como cuando Jesús agarró la toalla y se puso a lavarles los pies. O les dijo “dadles vosotros de comer”…

Pues no nos conformamos con que sea un simple Pan y Vino.  Lo cubrimos de oro y de diamantes, lo sulfatamos con cirros de incienso. Nos vestimos con ropas ampulosas y brillantes, como hacen en el Carnaval de las Canarias. La Eucaristía, Acción de Gracias, se convirtió en la “Función Litúrgica”, donde el clero se apropió del protagonismo del momento, mientras los fieles rezaban el rosario… Con El Concilio Vaticano se intentó resetear la misa, pero en ello estamos.

Con esto no digo yo que en la misa haya que hacer cosas raras, ni mucho menos. Pero sí que ha de ser algo vivo y emocionante, incluso la misa de diario. Debe haber flores y música, todos unidos participando y entendiendo lo que se hace y lo que se vive. El cura que hable poco, sencillo, claro y desde el corazón.  Pues nada, que no le hacemos a Francisco. Nos enrollamos como persianas que aburren a las moscas. No digamos si unos es obispo, que parece que bajo la mitra pierden el concepto del tiempo y de ser amenos…

En Europa rescatemos la misa. Démosle una vueltita a nuestro estilo celebrativo. En un sencillo Pan y en un sencillo vino está el secreto de la felicidad en esta vida y en la eterna.

Y el día que comulgues ya no estarás nunca solo, pues Jesús estará en ti, como un volcán silencioso en el corazón. Animándote a repartir gracia y bendición.

Pan y Vino. Jesús. Todo un regalo. Dios cotidiano, gracias.

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