Mis muertos
| toño casado
Otro año ya ha pasado
desde que te marchaste,
cerramos la cajita una mañana
y se helaron mis ojos y las calles
y en aquel cementerio
en silencio quedaste.
La vida sigue y sigue:
calendarios que caen,
me voy haciendo viejo
y arrastro mi sonrisa sin quejarme.
Tu foto en la mesilla
me arropa cada noche sin fallarme,
y va pasando el tiempo
y sueño con que pueda reencontrarme
con todos los que os fuisteis de este mundo
y para mi seguís siendo importantes
aunque ya ni os recuerden
o nos os conozca nadie.
Yo rezo cada noche
al Dios de vivos, tan fuerte y tan grande,
que es Señor de la vida y de la muerte
y que a todos contempla como un Padre:
los que andamos corriendo en la existencia
a veces sin saber donde agarrarse,
vagando como pollos sin cabeza,
bañados por mil lagrimas y sangre,
preocupados por cosas que no importan,
a veces ignorando mil detalles,
ignorando que un día
seguro nuestra cuerda ya se acabe.
Y Dios guarda en el fondo de su pecho
como si fueran oros y diamantes
aquellos que crecieron y que amaron
que vivieron grandezas y desastres
y cuando llegó el tiempo
exhalaron la música y el aire
y dejaron la vida en los cajones,
la ropa que ya nunca vuelve a usarse,
las cartas en la mesa
mil fotos y perdidos equipajes.
Dios nos contempla a todos
en este raudo viaje.
¿Qué pensarán nuestros muertos mirando
nuestra vidas valientes y cobardes,
nuestros triunfos y risas,
nuestras llagas profundas y culpables?
Seguro nos ayudan desde el cielo
cercano y brillante
y velan nuestro sueño y nuestros pasos
como si fueran ángeles.
Otro año ya ha pasado
y supongo que ya voy acercándome
a ese día en que deje las maletas
y de nuevo tu puedas encontrarme.
Y aunque no pueda veros
para mí no estáis muertos ni distantes.
Tan solo estáis callados e invisibles
pero seguís cuidándome.
Como chispa mantengo la esperanza
de reencontrarnos bellos y radiantes
cuando Jesús nos llene de su fuerza
y como Lázaros volvamos a la calle,
a la vida, al barrio, a la familia,
sentados al brasero de la tarde
comiendo unos buñuelos
arropados con besos que quedasen
como el mayor tesoro
de este rápido viaje.
Otro año ya ha pasado
y para mí seguís siendo importantes.
Yo me voy a la cama.
No olvides tu caricia y arroparme.
Yo sé que no estáis muertos.
Buenas noches.
No olvides arroparme.
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