Sotheby's abre una puja por el retrato de la amante de Inocencio X La “Papisa” de Velázquez, a subasta

Sotheby’s saca a subasta la “Papisa” de Velázquez
Sotheby’s saca a subasta la “Papisa” de Velázquez

Este original del maestro de nuestro Siglo de Oro desapareció durante casi tres siglos

Olimpia Pamphilj acumuló tanto poder fáctico en el Vaticano que llegó a controlar nombramientos episcopales

En el XVII para la mujer no existían más que tres categorías vitales: monjas, esposas o prostitutas

Para el autor de 'Las Meninas' la religión tal vez pudo ser una excusa para pintar personas y casi celebrar sus paradojas

La semana que viene, a partir del 3 de julio, Sotheby’s va a subastar La Amante del Vaticano, de Velázquez. Un original del maestro de nuestro Siglo de Oro hallado recientemente en Ámsterdam, tras haber desaparecido sin dejar rastro durante casi tres siglos. El retrato no sólo ha captado múltiples atenciones por tratarse de una obra de Velázquez (lo que lo tasa en unos tres millones de dólares), de las pocas que son propiedad de un particular, sino por la extraordinaria historia de la retratada, Olimpia Maidalchini Pamphilj.

Cuñada del Papa Inocencio X (nombrado pontífice en 1644), Olimpia enviudó y se convirtió en su amante, empezando a acumular tanto poder fáctico que en el Vaticano la apodaron la ’Papessa’. Esquivó el convento y, en cambio, llegó a controlar nombramientos episcopales. Y aunque su impresionante influencia duró lo que el papado de su amante (y su corte, declaradamente entregada al lujo), para cuando la cabeza del Vaticano cambió la ‘papisa’ había llenado las arcas de su familia.

Paradojas para la mujer en un siglo de hombres

El descubrimiento de esta pintura, que en otro tiempo formó parte de ilustres colecciones con nombre de varón (como la del VII Marqués del Carpio), ha visibilizado la fuerza de una figura femenina que fue mecenas en un siglo en que prácticamente sólo ellos lo eran, y en el que para la mujer no existían más que tres categorías vitales: monjas, esposas o prostitutas. Muy contrariamente, en palabras de la autora de la biografía de Olimpia Pamphilj, Eleanor Herman, la amante del Vaticano fue “una estrella del rock del Barroco”, puesto que mujeres de muchos lugares viajaban para conocerla, conscientes de lo insólito de que una de ellas tuviera voz en la Iglesia Católica. Determinando a cara descubierta las relaciones de la política vaticana y su gestión económica.

Lo insólito de que una mujer tuviera voz en la Iglesia Católica, determinando a cara descubierta las relaciones de la política vaticana y su gestión económica

Parece que gracias a su posición se permitió auxiliar a las prostitutas de Roma, que se paseaban en carruajes con el escudo de los Pamphilj. Sin embargo, entre las oscuridades de su historia (la Historia siempre la han escrito los hombres) hay quien afirma que Olimpia no fue ninguna protectora de las prostitutas, sino una célebre proxeneta. Las paradojas sobre ellas se multiplican bajo el paraguas de la sociedad patriarcal. O prostituta o monja. O apoyo de mujeres vulnerables o la que se lucraba a través de su explotación.

Retrato de Inocencio X

El retrato, tema velazqueño

Sea cual fuera la realidad de estos relatos sobre la vida de Olimpia Pamphilj, lo cierto es que este retrato que Velázquez le hizo en 1650 (durante el segundo viaje a Roma del pintor español) posee la fuerza expresiva de otras de sus obras más conocidas. Como el retraro de La venerable madre Jerónima de la Fuente, del Museo del Prado, aunque quizá no sea tan especial como el Inocencio X (Galleria Doria Pamphilj).

Tema velazqueño por excelencia, el retrato es el género pictórico que mejor despierta la empatía, propiciando que quien lo contempla sienta la humanidad del retratado. Por eso los criados y bufones de Velázquez se comunican directamente con el espectador como no lo hacen ni su famoso Cristo (también en el Prado) ni algunos de sus dioses mitológicos.

Para el autor de Las Meninas la religión tal vez pudo ser una excusa para pintar personas y casi celebrar sus paradojas. ¿No son Mari Bárbola y la infanta Margarita frágiles y poderosas a la vez, ambas, pese a lo diferentes que fueron sus circunstancias? ¿No existe, en el Inocencio X, ese doble sentido que mientras explicita la arrogancia del Papa, le recuerda que los tronos y riquezas son tan fugaces como la vida? Velázquez siempre es una posible lección y un pequeño misterio. Como el de si juzgó o no a La amante del Vaticano a la que retrató.

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