A Dios se le encuentra en el amor efectivo: “en esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano” (1Jn 3,10) El Amor nos hace santos (Todos los Santos 01.11.2023)
El amor gratuito es “la gloria de Dios”, reflejada en Jesús y en su seguidores
| Rufo González
Comentario: “mirad qué amor nos ha tenido el Padre” (1Jn 3,1-3)
La primera carta de Juan no es una carta formal. Más bien un tratado teológico, una homilía, para las comunidades de Asia Menor, del entorno del evangelista Juan. Critica las interpretaciones erróneas sobre Dios, Jesús y la moral cristiana, propias de algunos carismáticos de la época. Frente a ellos, aclara la humanización de Dios en Jesús y la conducta que exige su seguimiento, centrada en el Amor, que es Dios mismo.
El capítulo 3 reflexiona la paternidad de Dios y sus consecuencias para la vida humana: vivir en esperanza, evitar el mal, obrar justamente, amarse mutuamente con obras y de verdad, creer en su hijo Jesucristo, permanecer en el Espíritu que Dios nos ha dado...
La lectura de hoy nos invita a “mirar qué (“cuál, cuánto”) amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (3, 1a). Los escritos de Juan utilizan con precisión dos palabras para “hijo”: `téknon´ (referido al cristiano) y `huiós´ (referido sólo a Jesús). Cuatro veces aparece “tékna theoú” (hijos de Dios) en esta carta (1Jn 3,1; 3,2; 3,10; 5,2), y dos veces en su evangelio (Jn 1,12; 11,52). El evangelio de Juan proclama con toda claridad que los que aceptan a Jesús son hijos de Dios: “a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios” (Jn 1,12-13). En línea con Pablo: “Habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rm 8,15-16).
“El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él”. Los seguidores de Jesús corren su misma suerte: “Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán... Todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió” (Jn 15, 20-21). “Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí” (Jn 16,2-3).
“Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (3,2). Es la esperanza que supera la muerte física. Es el camino de Jesús: “me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros” (Jn 14, 2-3).
“Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro” (1Jn 3, 2). Esta esperanza radica en el Amor de Dios, manifestado en Jesús y en sus seguidores, los santos. Es la conclusión de Pablo: “estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38-39).
Amor y gloria son lo mismo en Juan, cuando pone en boca de Jesús: “Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí” (Jn 17,22-23). El amor gratuito es “la gloria de Dios”, reflejada en Jesús y en su seguidores. “A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1Jn 4,12). Las “prácticas religiosas” (ayuno, oración, peregrinación, jubileo, celebración sagrada...) son inventos humanos ambiguos. Pueden ser utilizados para nuestro egoísmo. Para Jesús, a Dios se le encuentra en el amor efectivo: “en esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano” (1Jn 3,10).
Oración: “mirad qué amor nos ha tenido el Padre” (1Jn 3,1-3)
En tu vida real, Jesús, percibimos el Amor:
“te despojaste de ti mismo tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres,
reconocido como hombre por tu presencia” (Flp 2, 7-8);
sufriste y lloraste solidariamente ante la desgracia ajena;
tuviste hambre y sed de justicia para todos;
entregaste el corazón incluso a quien no se lo merecía;
viviste con el corazón limpio de prejuicios e intereses;
trabajaste por la verdadera paz y la fraternidad;
diste la cara y soportaste persecución
por la verdad y la vida en justicia (Mt 5, 3-10).
En tu vida “miramos el amor que nos ha tenido el Padre”:
tu dedicación a los enfermos, marginados, descreídos;
tu palabra de fuego contra los amigos de la ley sin corazón:
cuidadores de las normas más que de la vida;
buscadores de dinero, distinción, engreimiento, adulación...;
tu propuesta de la voluntad divina: el reino de Dios;
tu paciencia al instruir y educar a los discípulos;
tu oración frecuente y confiada al Padre;
tus comidas sinceras con toda clase de gente;
tu osadía para “encararte con Jerusalén” (Lc 9, 51);
tu última cena con los gestos que presentían tu muerte;
tu pasión, muerte y resurrección.
Este Amor lo percibimos en muchas personas:
son los santos, hijos de Dios, hermanos tuyos;
sólo el amor gratuito e incondicional explica su vida;
optaron por vivir entregados a realizar la vida de todos;
algunos dejaron su tierra y buscaron a los más desgraciados;
amaron más la vida de los hermanos que las propias;
buscaron la justicia del Reino, llevados de tu mismo Espíritu;
Son “semejantes a Dios porque le ven tal cual es”:
tu vida de amor les dio a conocer la intimidad de Dios;
imitando tu amor, fueron conociendo al Dios desconocido;
el mismo amor que tú sentías estaba en ellos;
así tú, Jesús, amor sin medida, estabas identificado con ellos (Jn 17,26).
Hoy recordamos a Todos los Santos:
personas que se dejaron llevar del Amor;
en ellos vemos tu amor inaudito, incomprensible, inmerecido;
en ellos descubrimos la grandeza de la libertad humana;
en ellos intuimos el aliento de tu Espíritu, creador y dador de vida.
A ellos les pedimos tu Espíritu:
que avive nuestra conciencia de ser hijos de Dios,
que renueve nuestras comunidades con tu Amor.
Preces de Fieles (Los Santos 2ª Lect. 01.11.2023)
“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16). Eso es ser santo. Pidamos vivir el Amor que está en nosotros y nos da fuerza para vivir como Jesús, diciendo: “queremos amar como tú, Señor”.
Por la Iglesia:
- que sea comunidad de “santos”, disfrutando del Amor;
- que se deje conducir del Espíritu de Jesús, antes que de sus leyes.
Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.
Por las intenciones del Papa (noviembre 2023):
- que “el Papa siga ejerciendo su misión de acompañamiento en la fe;
- que sienta y acoja “la ayuda del Espíritu Santo”.
Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.
Por nuestra sociedad civil:
- que sea justa, equitativa, solidaria con los más débiles;
- que tenga gobernantes honrados, buscadores de paz.
Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.
Por los trabajadores del campo:
- que tengan la misma consideración que otros sectores;
- que su contacto con la naturaleza sea respetuoso, constructivo...
Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.
Por nuestros difuntos:
- que su recuerdo nos mejore, nos haga más agradecidos...;
- que nos consuele la en el amor de Dios que los acompaña siempre.
Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.
Por esta celebración:
- que sintamos aquí y ahora la bondad, la santidad, el Amor;
- que sintamos agradecidamente la bondad de las personas.
Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.
Tu santidad, Señor, es tu amor, tu cercanía, tu trabajo... por la humanidad. Que tu bondad, tu vida, tu aliento, nos acompañe siempre. Como acompañó a todos los Santos que siguieron tu camino, y viven contigo, Jesús, Hijo de Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.