¡Cuántas exigencias eclesiales buscan dominar “como los reyes de las naciones”! No son “bienes de arriba”. Algunas contradicen incluso los derechos humanos de libertad, igualdad y fraternidad en Cristo (celibato obligatorio, ministerio sólo varonil..). PREGON PASCUAL y Domingo de Pascua 2ª lect. 30-31.03.2024)

El Espíritu envuelve nuestra vida en los bienes del Resucitado

PREGON PASCUAL: Hoy, ahora, aquí, está Jesús con nosotros

Celebremos alegres el Amor que conduce a la Vida

Hoy, hermanos, celebramos la esperanza de la vida:

Ahora “vemos a Jesús coronado de gloria y honor

por haber padecido la muerte.

Convenía que él… llevara muchos hijos a la gloria

perfeccionando con sufrimientos al iniciador de la salvación.

El santificador y los santificados proceden todos del mismo.

La santidad de Dios” es su Amor:

Amor que nos trajo a Jesús, “el santificador”;

los santificados” somos nosotros;

Jesús y nosotros “procedemos todos del mismo Amor”.

Sintamos la presencia solidaria de Jesús que

no se avergüenza de llamarnos hermanos”:

él dice al Padre: anunciaré tu nombre a mis hermanos;

en ellos pondré yo mi confianza;

aquí estoy yo con los hijos que Dios me dio” (Hebr 2,9-13).

Hoy, ahora, aquí, está Jesús con nosotros

ha aniquilado por su muerte al señor de la muerte…,

y libera a cuantos, por miedo a la muerte,

pasan la vida entera como esclavos” (Hebr 2,14s).

Jesús “se parece en todo a nosotros, sus hermanos:

para ser sumo sacerdote misericordioso

y fiel en lo que a Dios se refiere,

y expiar los pecados de todos;

por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación,

puede auxiliar a los que son tentados” (Hebr 2,17s).

Cristo, como Hijo, está al frente de la familia de Dios:

y esa familia somos nosotros,

con tal que mantengamos firme la seguridad

y la esperanza de la gloria” (Hebr 3,6).

Estamos reviviendo su resurrección:

hemos encendido una vela grande;

es el cirio pascual, símbolo de Jesús resucitado;

en él hemos prendido nuestras pequeñas velas,

signos de nuestras personas encendidas,

iluminadas, por el Espíritu de Jesús.

Os invito, hermanos, a dar gracias a Dios,

Padre, Hijo y Espíritu Santo:

por nuestra fe, esperanza y amor,

            regalos del Resucitado.

El Señor esté con vosotros...

Levantemos el corazón...

Demos gracias al Señor nuestro Dios...

Sin duda, nos sale del alma agradecer estos dones:

la fe-confianza en el Amor que acompaña nuestra vida;

la esperanza en que “si sufrimos con Jesús,

seremos también glorificados con él” (Rm 8,17);

el amor incondicional por todo ser humano.

Dios, por el gran amor con que nos amó,

nos ha hecho revivir con Cristo;

nos ha resucitado con Cristo Jesús,

nos ha sentado en el cielo con él…

Somos, pues, obra suya.

Dios nos ha creado en Cristo Jesús,

para que nos dediquemos a las buenas obras...” (Ef 2,4ss).

Como Jesús, sentimos el Espíritu que nos habita:

oímos su voz decir que “somos hijos de Dios” (Rm 8,16);

nos vemos impulsados a curar y a alimentar a quien lo necesite;

nos mueve a denunciar la injusticia y el egoísmo;

nos lleva a crear fraternidad “con las personas que Dios nos dio”.

Celebremos alegres el Amor que conduce a la Vida:

Amor que nos ha abierto los ojos;

Amor que es nuestra sabiduría de vida;

Amor que se ha hecho camino nuestro;

Amor que abraza la cruz necesaria para vivirlo.

Este Amor es Jesús resucitado:

avivemos la fe y la esperanza que vive en nosotros;

renovemos nuestro bautismo del Espíritu;

comamos y bebamos el pan y el vino del Amor;

disfrutemos la alegría de ser hermanos.

¡Feliz Pascua!

Domingo de Pascua

Comentario:buscad los bienes de allá arriba” (Col 3,1-4)

Esta lectura supone el simbolismo y la enseñanza de Pablo sobre el bautismo: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rm 6,4). Los últimos versículos del capítulo 2º (no leídos hoy) y los primeros del 3º (lectura de hoy), suponen esta interpretación paulina. La inmersión en el Espíritu de Jesús (eso es el bautismo cristiano) incluye morir alos elementos del mundo”, no procedentes de su Espíritu:¿por qué os sometéis a los dictados de los que viven según el mundo? A saber: «No tomes, no pruebes, no toques». Son cosas destinadas a gastarse con el uso, según prescripciones y enseñanzas humanas” (2, 20-22). Los “elementos del mundo” son leyes, prohibiciones, prescripciones, invenciones humanas, fervores…, opuestos o al margen del Espíritu de Jesús. Recuerdan aquello de 1ª carta a Timoteo: “prohíben casarse y mandan abstenerse de alimentos que Dios creó” (1Tim 4, 3), y “piensan que la piedad es un medio de lucro” (1Tim 6,5). “Tienen apariencia de sabiduría por su afectada piedad (arbitraria religiosidad: ethelothreskía: religiosidad impuesta por uno mismo, religión a la carta), humildad y la mortificación corporal; pero no tienen valor alguno: solo sirven para cebar la carne (el egoísmo)” (Col 2,23). ¡Cuántas exigencias eclesiales buscan dominar “como los reyes de las naciones”! (Lc 22,25). No son “bienes de arriba”. Algunas contradicen incluso derechos humanos de libertad, igualdad y fraternidad en Cristo: celibato obligatorio, ministerio sólo varonil...

Lo leído hoy es la otra cara del bautismo: “si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (3,1-2). Este segundo imperativo (“aspirad”) es del verbo “froneo”, ya aludido. Procede del sustantivo “fren”: “diafragma o membrana que envuelve un órgano”: corazón, hígado, vísceras, etc. Pasa a significar aquello que configura o da unidad al ser humano: corazón, alma, inteligencia, voluntad... Alude a la fuerza que orienta y unifica al cristiano y a la comunidad. Hemos nacido “de lo alto” (“ánothen”: de arriba, Jn 3,3), luego “centraos en lo de arriba (“ta áno froneîte”), no en lo que está en la tierra” (Col 3,2). Claramente se refiere al Espíritu recibido de Jesús. Él unificó su vida: le ungió para evangelizar a los pobres, liberar oprimidos, abrir ojos y proclamar el amor incondicional de Dios con hechos y palabras (Lc 4,17-21).

El Espíritu envuelve nuestra vida en el amor del Padre. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él” (3,3-4). Por el bautismo se muere a “lo mundano”: egoísmo, dominio, descontrol... En los versículos siguientes invita a extirpar lo que hay de inhumano: el descontrol de los instintos, la codicia egoísta, los arrebatos de ira, el malquerer, la mentira, la exclusión por raza, religión, nacionalidad, estado social... (Col 3,5ss). Termina invitando a dejarse llevar del Espíritu de Jesús: “como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,12-14). Estos son “los bienes de allá arriba”. El Espíritu esconde y envuelve nuestra vida en ellos. Ellos nos hacen vivir en Cristo resucitado: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él” (Ef 2, 4-6).

Oración:buscad a los bienes de arriba” (Col 3,1-4)

Jesús “centrado en lo de arriba”, en el Espíritu:

la carta a los Colosenses nos recuerda que

hemos resucitado contigo”.

Un poco antes (2,12) nos dice:

Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo

y habéis resucitado con él,

por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos”.

Lo mismo dice Pablo a los Romanos:

¿Habéis olvidado que, a todos nosotros,

al bautizarnos vinculándonos al Mesías Jesús,

nos bautizaron vinculándonos a su muerte?

Aquella inmersión que nos vinculaba a su muerte

nos sepultó con él,

para que, así como Cristo fue resucitado de la muerte

por el poder del Padre,

también nosotros empezáramos una vida nueva.

Si por esta acción simbólica hemos sido incorporados a su muerte,

también lo seremos a su resurrección...

Teneos por muertos al pecado y vivos para Dios,

mediante el Mesías Jesús” (Rm 6,3-11).

Esta es, Cristo Jesús, nuestra raíz cristiana:

la consagración bautismal fue “nacer de nuevo,

del agua y del Espíritu” (Jn 4,3-5);

es el abrazo primero y decidido contigo y con tu causa;

es el momento en que nos das tu Espíritu,

que “da testimonio a nuestro espíritu

de que somos hijos de Dios” (Rm 8,16).

Buscad los bienes de allá arriba”:

bienes que producen bienaventuranza, felicidad;

pobreza en el espíritu, dispuesto a compartir;

mansedumbre que controla nuestra vida dentro del amor;

solidaridad, sobre todo con los más débiles;

hambre y sed de la justicia” para vivir todos humanamente;

capacidad de dar el corazón, incluso al miserable;

pureza de corazón”: vivir en verdad y sencillez;

trabajo por la paz y la fraternidad;

fortaleza ante el sufrimiento que trae consigo el amor;

alegría por ser fiel a la conciencia,

Es la lucha por el Reino que llenó tu vida:

a este trabajo nos quieres llevar;

para ello nos ha dado tu Espíritu;

él es la fuerza que nos lleva a tu gloria.

Jesús resucitado, danos a sentir tu Espíritu:

queremos escucharlo en lo profundo de nuestro ser;

queremos que tu amor unifique nuestro corazón;

queremos ponernos al servicio de todos, como Tú.

queremos “permanecer en tu amor,

            para que tu alegría esté en nosotros,

            y nuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,9-11).

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