Al creer en él, con el signo del agua que nos empapa, sentimos la misma “fuerza del Espíritu”, su pasión por el bien y la vida, su amor desinteresado por la dicha humana El Bautismo del Señor: experiencia del Espíritu (A 2ª Lect. (08.01.2023)

Pedro presenta a la familia de Cornelio el “hecho Jesús

Comentario: “Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu” (He 10,34-38)

Leemos el fragmento inicial del discurso de Pedro en casa de Cornelio. Se predica por primera vez el evangelio a una familia pagana. Se supera la frontera del mismo Jesús: “sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel” (Mt 15,24). Lucas reconoce que este episodio está actuado por el Espíritu Santo. Cornelio, orando, “vio claramente en visión un ángel de Dios que fue a su encuentro y le dijo: `Cornelio´... Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial a la presencia de Dios. Ahora manda a alguien a Jafa y haz venir a un tal Simón llamado Pedro, que se aloja en casa de un tal Simón curtidor, que tiene su casa a orillas del mar´” (He 10,3-6). Ese “ángel de Dios” es algún cristiano que conocía a ambos y los puso en relación. También Pedro, persona de oración, tras oír a los enviados por Cornelio, sintió al Espíritu: “Entonces dijo el Espíritu a Pedro, que seguía perplejo con la visión: `Mira, tres hombres te están buscando; levántate, baja y ponte en camino con ellos sin dudar, pues yo los he enviado´” (He 10,19-20).

Pedro, tras llegar a casa de Cornelio, oye decir:aquí nos tienes a todos delante de Dios, para escuchar lo que el Señor te haya encargado decirnos” (He 10,33). Ante este hecho, ve clara la voluntad divina:Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea” (vv. 34-35). Persuasión también de Pablo: “Porque en Dios no hay acepción de personas” (Rm 2,11). Dios es único para todos:  “¿Acaso Dios lo es solo de los judíos?... También lo es de los gentiles” (Rm 3,29). Reconoce que Dios “Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos” (v. 36). La carta a los Efesios precisa: “Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad” EF 2,14).

Pedro presenta a la familia de Cornelio el “hecho Jesús”: “Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Alude al inicio de la actividad social y profética de Jesús de Nazaret. Sucede en una actividad de conversión, promovida por Juan, junto al río Jordán. Ahí la gente conoce la situación de miseria social, moral, religiosa del pueblo. Ahí “sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: `Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco´” (Lc 3,21s). Esta experiencia la comunicará Jesús en la sinagoga de su pueblo con palabras de Isaías: “el Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido...” (Lc 4, 16ss). Ungido para “hacer el bien y curar a los oprimidos por el diablo” (el mal personificado).

Hoy celebramos esta vivencia profunda de Jesús: su bautismo de Espíritu. Hecho muy importante, narrado por los cuatro evangelios. Con esta experiencia ingresamos en la Iglesia. Al creer en él, con el signo del agua que nos empapa, sentimos la misma “fuerza del Espíritu”, su pasión por el bien y la vida, su amor desinteresado por la dicha humana. Y, por contraste, su impulso contra todo lo que oprime y restringe la realización de la vida humana. Esta pasión lleva lleva a la preferencia por los que menos vida tienen, los que más sufren: enfermos, hambrientos, sin techo, perseguidos por hacer el bien... 

Oración: “Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu” (He 10,34-38)

Jesús, soñador humano:

te contemplamos iniciando tu dedicación pública;

punto de partida de tu actividad social y profética;

rompes el silencio de Nazaret para hacer que hable la Vida;

compartes las denuncias del Bautista contra aquella sociedad:

que ha hecho compatible la religión con el hambre y el lujo;

que castiga a los enfermos con culpa y marginación;

que pone la ley por encima de las necesidades;

que utiliza a Dios y al templo para oprimir y aprovecharse;

que sobre todo busca dinero, poder, honor social...

En el movimiento de Juan encuentras tu vocación:

mientras orabas, se abrieron los cielos,

bajó el Espíritu Santo sobre ti...,

y vino una voz del cielo:

`Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco´” (Lc 3,21s);

ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasaste

haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo,

porque Dios estaba contigo” (He 10,38).

Así lo comunicaste a tus paisanos de Nazaret:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque él me ha ungido.

Me ha enviado a evangelizar a los pobres,

a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista;

a poner en libertad a los oprimidos;

a proclamar el año de gracia del Señor...

Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,18ss).

Juan, tu pariente, percibió tu inspiración singular:

he contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma,

y se posó sobre él.

Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:

`Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él,

ese es el que bautiza con Espíritu Santo´.

Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios” (Jn 1,32-34).

Nosotros, Señor, hemos sido bautizados con tu Espíritu:

hemos permanecido años sin enterarnos;

tu Espíritu habita en nuestro corazón; 

al rezar, resuena en nuestra conciencia una convicción:

nos hace conscientes del Amor que sostiene nuestra vida;

dice a nuestro espíritu que somos hijos de Dios;

nos lleva a reconocernos hermanos tuyos y de todos;

nos mantiene vivos con su perdón permanente;

venid conmigo, os haré pescadores de hombres” (Mc 1, 17);

todo es posible al que tiene fe” (Mc 9, 23);

el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago,

y aun mayores, porque yo me voy al Padre” (Jn 14,12).

Jesús hermano, queremos dejarnos llevar del Espíritu:

pasar la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal”.

Preces de los Fieles (Bautismo del Señor A 2ª Lect. 08.01.2023)

Necesitamos renovar el bautismo del Espíritu, que “ungió a Jesús, e hizo que pasara haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Pidamos renovar el bautismo diciendo: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por la Iglesia:

- que obedezcamos al Espíritu de Dios, defensor de derechos y deberes humanos;

- que seamos capaces de “reunirnos, unirnos, escucharnos, discutir, rezar y decidir”.

Roguemos al Señor: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por las intenciones del Papa (enero 2023):

- que “los educadores sean testigos creíbles, enseñen fraternidad, no confrontación, 

y ayuden especialmente a los jóvenes más vulnerables”.

Roguemos al Señor: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por los padres que piden el bautismo para sus hijos:

- que primero sean ellos creyentes y seguidores del Evangelio;

- que quieran educar a sus hijos en el amor y la libertad cristiana.

Roguemos al Señor: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por los bautizados sin conocimiento ni decisión personal:

- que conozcan el evangelio, la vida de Jesús;

- que sientan el Espíritu que les habita y decidan seguirlo.

Roguemos al Señor: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por la paz de nuestros días:

- que cesen las guerras, fruto todas del egoísmo y el odio;

- que acojamos y ayudemos a las víctima de toda violencia.

Roguemos al Señor: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por los más débiles de nuestra sociedad:

- que les queramos como hermanos y les ayudemos;

- que el Espíritu de Jesús les anime a superar sus carencias.

Roguemos al Señor: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por esta celebración:

- que nos haga sentir el Espíritu de hijos de Dios y hermanos de todo;

- que la comunión sea verdadera: perdonando, dando bien por mal...

Roguemos al Señor: enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Queremos, Señor, vivir nuestro bautismo, sintiendo que el Espíritu “se ha posado sobre nosotros, nos intima que somos hijos de Dios, nos urge a hacer el bien y a curar a los oprimidos por el mal”. Como tú, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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