La muerte física es la puerta para la plenitud de la Vida, escondida en el corazón “Cerrar estos ojos... para contemplar a Dios y a Cristo” (Fieles Difuntos 02.11.2022)

“Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder”

Comentario: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,17-27)

Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado”. Este dato subraya la muerte real. Había la creencia de que el alma estaba en el cadáver tres días, hasta empezar la descomposición el cuarto día.  Dada la cercanía a Jerusalén (menos de tres kilómetros), muchos amigos “habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano” (v. 19). “Marta salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa”. Como el evangelio de Lucas (10,38-42), se ve a Marta como activa y a María “en casa”.

Hoy leemos el diálogo entre Marta y Jesús: - “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”. María expresa la fe de que Lázaro no habría muerto si Jesús hubiera estado con él. Le habría curado, sin duda. Pero aún puede hacer algo si se lo pide a Dios. Es la convicción que el evangelio pone en boca de Jesús: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre” (Jn 11,41-42). Convicción válida también para los cristianos: “Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn 14,13; 15,7; 15,16; Mc 11,24; Mt 7,7-11 y par; 21,22).

- “Tu hermano resucitará”. - “Sé que resucitará en la resurrección en el último día”. Marta interpreta estas palabras como consuelo creyente, propio del pueblo judío, y del mismo Jesús (Mt 22,30ss), excepto los saduceos (He 23,8). Es la escatología tradicional judía: al final de los tiempos, Dios “resucitará”, dará vida corregida y mejorada.

- “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. Jesús le propone que la resurrección y la vida están ante ella: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1,4). “La Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó” (1Jn 1,2). Esa “Vida” ha derrotado a la muerte: la llenaba el Espíritu vivificador.

Este es el gran mensaje cristiano ante la muerte física, innegable. El pregón cristiano por excelencia. El Resucitado da su Espíritu para que crean y vivan ya la vida nueva, la vida en su Espíritu, en su Amor. Vida “eterna”, vida para siempre. La muerte física es la puerta para la plenitud de esa Vida, escondida en el corazón creyente. Leed unos textos explícitos sobre esta vida: “Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,40). “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,54). “Jesús responde: `Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida...´” (Jn 14, 6). “Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo” (Jn 14, 19). “Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto.Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome: `No temas; yo soy el Primero y el Ultimo, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos...´(Apoc 1,17-18). “Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder” (1Cor 6,14). “Si alguno está en Cristo es una criaturanueva.Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo” (2Cor 5,17).

Texto sobre la esperanza de los mártires, válido para todos, aunque que se tenga más tiempo de prueba y enfermedad: “¡Qué dignidad y qué seguridad, salir alegre de este mundo, salir glorioso en medio de tantas miserias y angustias; cerrar de momento estos ojos, con los que vemos a los hombres y el mundo, para abrirlos seguidamente y ver a Dios y a Cristo! ¡Qué rapidez la de esta emigración felicísima! De repente eres arrebatado de la tierra; y al instante serás reintegrado al reino celestial” (S. Cipriano, s. III, obispo y mártir. “Tratado a Fortunato c. 13; 2ª lectura del Oficio 14 octubre, San Calixto).

Oración: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,17-27)

Jesús resucitado:

tu muerte y resurrección iluminan la vida;

el misterio humano recobra sentido en tu misterio;

acogiendo tu Espíritu creamos una existencia nueva:

nos abrimos al Amor que vive siempre. 

Es la Buena Nueva que transmites a Marta:

Yo soy la resurrección y la vida,

el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá;

el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre”.

Tú, Jesús de la buena muerte, eres “la Vida”:

llega la hora, y ya está aquí,

en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios,

y los que hayan oído vivirán” (Jn 5,25).

La vida que Tú comunicas supera la muerte:

quien escucha mi palabra y cree al que me envió

posee la vida eterna y no incurre en juicio,

sino que ha pasado ya de la muerte a la vida” (Jn 5,24).

El que tenga sed, que venga a mí

y beba el que cree en mí;

`de sus entrañas manarán ríos de agua viva´;

sus entrañas son “el Espíritu, que habían de recibir

los que creyeran en él” (Jn 7,37-39).

Este es, Cristo, el camino segurode salvación:

sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida

porque amamos a los hermanos.

El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3,14).

Venid vosotros, benditos de mi Padre,

heredad el reino preparado para vosotros...

Porque tuve hambre y me disteis de comer,

tuve sed y me disteis de beber,

fui forastero y me hospedasteis,

estuve desnudo y me vestisteis,

enfermo y me visitasteis,

en la cárcel y vinisteis a verme”...

En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis

con uno de estos, mis hermanos más pequeños,

conmigo lo hicisteis” (Mt 25,34ss).

Nuestro camino, como el tuyo,

es dejarnos llevar por el Espíritu divino: 

cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios

esos son hijos de Dios” (Rm 8, 14);

Espíritu que nos hace amar como Tú amas;

Espíritu que nos incita a amar en toda circunstancia;

el Espíritu que “nos ofrece a todos la posibilidad de que,

en la forma de sólo Dios conocida,

nos asociemos al misterio pascual” (GS 22),

misterio de vida para siempre.

Preces de los Fieles (Fieles Difuntos 02.11.2022)

El amor a los difuntos nos ha reunido hoy. Jesús asegura que los muertos están con él, en la manos del Padre, en la felicidad eterna. Pidamos que esta esperanza nos ayude a ser mejores, más humanos, diciendo: tu hermano resucitará” (1Jn 3,23).

Por la Iglesia:

- que viva el Amor de Jesús, buscando vida digna para todos;

- que sea comunidad de vida, de ayuda mutua, de esperanza común.

Roguemos al Señor: tu hermano resucitará” (1Jn 3,23).

Por las intenciones del Papa (noviembre 2022):

- por “los niños que sufren, viven en las calles, víctimas de las guerras y huérfanos”,

- que “puedan acceder a la educación y redescubrir el afecto de una familia”.

Roguemos al Señor: tu hermano resucitará” (1Jn 3,23).

Por los que cuidan del bien común:

- que sean desinteresados, trabajadores, inteligentes y honrados;

- que tengan siempre nuestra comprensión y ayuda.

Roguemos al Señor: tu hermano resucitará” (1Jn 3,23).

Por enfermos, víctimas de la violencia, accidentes...:

- que permanezcan en el amor divino, que no abandona nunca;

- que se han cargo de la realidad y trabajen por superarla.

Roguemos al Señor: tu hermano resucitará” (1Jn 3,23).

Por los difuntos:

- que confiemos en el amor de Dios manifestado en Jesús;

- que todos logren la paz de Cristo resucitado.

Roguemos al Señor: tu hermano resucitará” (1Jn 3,23).

Por esta celebración:

- que sea comunión con todos los que ya han compartido la vida resucitada;

- que esta comunión nos haga crecer en el amor mutuo, en la alegría de vivir.

Roguemos al Señor: tu hermano resucitará” (1Jn 3,23).

En la eucaristía, Cristo nuestro, nos has dejado un alimento para el camino de la vida. Es tu vida resucitado que nos acompaña y fortalece siempre. Danos tu Espíritu para amar como tú, y esperar con alegría “lo que Dios ha preparado para los que lo aman” (1Cor 2,9). Como Tú, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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