Pablo nos abre los ojos: “mirad: ahora es el tiempo, el día de la salvación” ¡Convertíos a la Verdad y al Amor! (Miércoles de Ceniza 22.02.2023)

Queremos “ser ricos ante Dios” (Lc 12,21)

Comentario: “os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios” (2Cor 5,20-6,2)

En esta carta, se cree que, a principios del siglo II, un editor articuló fragmentos de cinco cartas de Pablo. Es la tesis de A. Piñero (Los Libros del Nuevo Testamento. Ed. Trotta. Madrid 2021, p. 244). La lectura de hoy pertenece a la primera carta (2Cor 2,14-7,4): defensa de su apostolado. Habían llegado a Corinto unos misioneros, (“disfrazados de apóstoles de Cristo”, dirá Pablo), predicando otro evangelio (2Cor 11,4. 13). Decían que Pablo no era apóstol auténtico. Por eso escribió esta carta. Al no tener el efecto que esperaba, les hace una visita (2,1), y un sector importante se enfrenta a él. Uno le ofende gravemente y los demás callan. Pablo se marcha entristecido y les escribe la “carta de las lágrimas” (10,1-13,10). Tito, al llevar la carta, comprueba el cambio a bien y el castigo al que le insultó. Entonces escribe la tercera carta: “de la reconciliación” (1,1-2,13 + 7,5-16). Los otras dos cartas serían los dos “billetes sobre la colecta” (8,1-24 y 9,1-5).

Pablo se presenta como “enviado y cooperador de Cristo” (5, 20; 6,1). “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”. Reconciliarse con Dios es aceptar la muerte de Cristo por nosotros: “Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él” (5,21). Es la tesis de Pablo sobre la “muerte vicaria” de Jesús en favor de todos. Quien cree en Jesús recibe la “justicia de Dios”. Lo repetirá muchas veces: “habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rm 5,1-2). “Esta gracia” es “el Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él” (Rm 8,15ss). Reconciliarse, pues, con Dios es experimentar su amor, volver al “amor primero”, sentir alegría, sentirse “salvado” (“`ser salvado´, en hebreo, se dice «yacha»: estar a sus anchas, a gusto...), realizado, estar en buen camino.

Como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios”. Literalmente: “cooperando, os exhortamos también a no recibir en vano la gracia de Dios”. La “gracia de Dios” el Espíritu recibido al creer. Espíritu que nos da conciencia de lo que somos, nos inspira la vida en Amor, alimenta la esperanza de vida eterna. Con una cita de Isaías (49,8: “en tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado”), Pablo nos abre los ojos: “mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”. Buena invitación para la cuaresma, tiempo preparatorio de la Pascua.

Los “cooperadores de Cristo” nos dicen hoy: “Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el principio de la creación de Dios: `Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apoc 3,20). Cristo te escucha decir: “yo soy rico, me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada”. Él te convencerá de que “no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, pobre, ciego y desnudo”. Oirás en tu interior: “te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas; y vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez; y colirio para untarte los ojos a fin de que veas” (Apoc 3,17-18). El “oro acrisolado al fuego” es el Amor fiel de Jesús, capaz de cargar toda cruz. “Vestiduras blancas para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez” es la “gracia en que nos rencontramos” (Rm 5,2), el “habernos revestido de Cristo” (Gál 3,27). “Colirio para que veas” es el Espíritu de Jesús que ilumina la vida.

Oración: “os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios” (2Cor 5,20-6,2)

Jesús, ungido por el Espíritu de Dios:

hoy, miércoles de ceniza, iniciamos la cuaresma;

leemos la llamada de Pablo a la comunidad de Corinto:

nosotros actuamos como enviados de Cristo,

como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros.

En nombre de Cristo os pedimos

que os reconciliéis con Dios.

Al que no conocía el pecado,

lo hizo pecado en favor nuestro,

para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él”.

Esto mismo hacen hoy “los que trabajan entre nosotros

cuidando de nosotros por el Señor y amonestándonos” (1Tes 5,12):

como cooperadores suyos, os exhortamos

a no echar en saco roto la gracia de Dios.

Pues dice: `En el tiempo favorable te escuché,

en el día de la salvación te ayudé´.

Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.

Como “ángeles” que guardan las iglesias,

“cooperadores de Cristo” nos dicen hoy:

Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz,

el principio de la creación de Dios:

`Mira, estoy de pie a la puerta y llamo.

Si alguien escucha mi voz y abre la puerta,

entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apoc 3,20).

Tú, Cristo, escuchas lo que dice nuestro corazón:

yo soy rico, me he enriquecido,

y no tengo necesidad de nada”.

Convéncenos, Cristo, de que

no sabemos que somos desgraciados,

dignos de lástima, pobres, ciegos y desnudos”.

Queremos oír tu voz en nuestro interior:

te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego

para que te enriquezcas;

y vestiduras blancas para que te vistas y

no aparezca la vergüenza de tu desnudez;

y colirio para untarte los ojos a fin de que veas” (Apoc 3,17-18).

El oro acrisolado al fuego es tu Amor, Jesús:

capaz de cargar con nuestra cruz y seguirte. 

Vestiduras blancas para que te vistas

y no aparezca la vergüenza de tu desnudez

es la “gracia en que nos rencontramos” (Rm 5,2),

el “habernos revestido de ti, Cristo” (Gál 3,27).

Colirio para que veas” es tu Espíritu,

que ilumina, consuela, incita a vivir dando tu alegría.

Jesús, Hijo deDios, hermano de todos:

no dejes de llamar a nuestra puerta;

queremos percibir nuestras miserias y cegueras;

queremos volvernos sensibles a tu Espíritu. 

Preces de los Fieles (Miércoles de Ceniza -22.02.2023-)

La cuaresma nos prepara para vivir la Pascua, “la gracia en la que nos encontramos”, resucitados en esperanza, viviendo el Amor incondicional a todos como Jesús y el Padre. Pidamos entrar en este tiempo diciendo: “queremos `ser ricos ante Dios´” (Lc 12,21).

Por todas las iglesias:

- que “no echen en saco roto la gracia de Dios”;

- que escuchen lo que el Espíritu de Jesús les dice hoy.

Roguemos al Señor: “queremos `ser ricos ante Dios´” (Lc 12,21).

Por las intenciones del Papa (febrero 2023):

- que “las parroquias pongan la comunión en el centro”; 

- que “sean comunidades de fe, fraternidad y acogida a los más necesitados”.

Roguemos al Señor: “queremos `ser ricos ante Dios´” (Lc 12,21).

Por la paz de nuestros días:

- que nuestra sociedad viva “días de la salvación”;

- que cesen todas la guerras y surja “el tiempo favorable”.

Roguemos al Señor: “queremos `ser ricos ante Dios´” (Lc 12,21).

Por quienes quieren vivir la cuaresma:

- que perciban a Jesús “de pie a la puerta y llamando”;

- que le dejen “entrar en su casa y cenar con él” (Apoc 3,20).

Roguemos al Señor: “queremos `ser ricos ante Dios´” (Lc 12,21).

Por los enfermos, parados, migrantes, refugiados...:

- que veamos en ellos a Cristo y carguemos con su cruz;

- que el Espíritu de Jesús les ilumina y sostenga.

Roguemos al Señor: “queremos `ser ricos ante Dios´” (Lc 12,21).

Por esta celebración:

- que nos abra a la verdad de nuestra vida;

- que nos vuelva al amor primero, “amor que no pasa nunca” (1Cor 13,8).

Roguemos al Señor: “queremos `ser ricos ante Dios´” (Lc 12,21).

Jesús, Hijo deDios, hermano de todos:no dejes de llamar a nuestra puerta; queremos percibir nuestras miserias y cegueras; queremos volvernos sensibles a tu Espíritu. 

Te lo pedimos a ti, Jesús de todos, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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