Esta es la verdadera conversión: “dejarnos llevar del Espíritu de Dios” (Rm 14,8) “Déjanos todavía este año” para descubrir tu Amor (D. 3º Cuaresma C 20.03.2022)

El Padre Dios no está detrás de las desgracias humanas

Comentario: “Señor, déjala todavía este año” (Lc 13,1-9)

Este domingo nosinvita a “la conversión al amor del Padre”, objetivo básico de la cuaresma. Dos textos, exclusivos de Lucas, sirven de apoyo a la reflexión: unos relatos de muertes violentas en Jerusalén (13, 1-5) y la parábola de la higuera estéril (13, 6-13).

Las muertes violentas tienen causas distintas. Por una parte le informan a Jesús del asesinato de unos peregrinos galileos, mientras sacrificaban animales junto al muro del atrio de los sacerdotes. Los soldados, incumpliendo la ley por saltarse el atrio de los gentiles, los ejecutan sin piedad. A esta carnicería libre, Jesús añade: “aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató”. Era un edificio antiguo que servía de custodia del manantial que surtía de agua a Jerusalén. Sólo aquí consta de tal derrumbe.

Sobre ambos hechos hace Jesús la misma pregunta: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto?”. Las víctimas de la torre:¿Pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?”. Y la misma respuesta: “Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”. Es un tema antiguo en el judaísmo: ¿es voluntad divina castigar el pecado en esta vida? La Biblia hebrea se inclina por afirmarlo, incluso en los hijos. Jesús reconoce que no (Jn 9,2).

Para Jesús, el Padre Dios no está detrás de las desgracias humanas. Jesús dice que las víctimas no son más culpables que los demás. Rechaza la  mentalidad judía, y de muchas otras culturas religiosas, que consideran las desgracias como castigo divino. “Pero si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”, dice en ambos casos. No niega la culpabilidad directa o indirecta. La supone, al pedir la conversión. Pero rechaza la visión judía de la venganza divina, a veces indiscriminada. Venganza arraigada en la sociedad y en la Iglesia. El dios vengativo, sádico, que exige sangre para perdonar, es una invención humana. No se parece en nada al Padre de Jesús que “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta; cuyo amor no pasa nunca” (1Cor 13,7-8a; Rm 8,31-39; Lc 15).

La propuesta de Jesús es la conversión libre al Amor, al Reino de vida para todos. La injusticia social, obra de todos, que tantos males acarrea, tiene principio de arreglo. La libertad, guiada por el amor, puede construir una vida humana auténtica. La libertad ha sido siempre lo más temido. Dirigentes civiles y religiosos prefieren masas analfabetas, fanáticas, obedientes a sus consignas, manipulables. Jesús y su Reino van en dirección contraria: abrir los ojos, conocer la realidad, descubrir lo mejor para todos, trabajar los talentos, colaborar todos en la construcción y conservación de la casa común... Claro está que para seguir a Jesús hay que nacer de nuevo, nacer en el Espíritu de Jesús (Jn 3,3ss). Esta es la verdadera conversión: “dejarnos llevar del Espíritu de Dios” (Rm 14,8).

La segunda parte del texto es la parábola de la higuera infructuosa. Con ella Jesús da a entender que la conversión al amor del Padre tiene que dar fruto; de lo contrario, no hay conversión. Somos plantas de la viña de la vida para dar los frutos que nuestra naturaleza (cósmica y humana) produce. El personaje central de la parábola es el viñador que pide al dueño no cortar la higuera estéril. Es figura de Jesús y de toda persona que “se deja llevar por el Espíritu de Dios”: se hace garante ante Dios del futuro de sus hermanos. Pide otro ciclo vital (un año), promete cavar (quitar malas hierbas, facilitar la humedad...) y abonar. Creados a imagen de Dios, estamos llamados a seguir a su Hijo, imagen viva del Amor. Esta es nuestra tarea: mirar y amar a los hermanos como el Padre los mira y ama. Son los dos frutos esenciales de nuestra conversión.

Oración: “Señor, déjala todavía este año” (Lc 13,1-9)

Hoy, Jesús hermano, invitas a convertirnos:

a girar mirada y corazón al Padre Dios,

a quien nadie ha visto ni puede ver;

a quien sólo conocemos por tu vida (Jn 1,18).

Nosotros miramos al “Dios” de nuestra imaginación:

al Creador todopoderoso, distante estratégicamente;

al Señor que pide postración a sus pies, honores, ofrendas, alabanzas...;

al Juez que ve todo, amenaza, corrige y castiga;

al Soberano que premia con el éxito, la riqueza, la salud, la larga vida...,

y castiga con catástrofes, accidentes, enfermedades, pobreza...

Este Diosse hace presente en sus representantes:

estos exigen sumisión a lo que piensan y deciden;

en su nombre pretenden controlar la conciencia y la vida;

transmiten el poder a sus herederos naturales o elegidos por ellos;

reprimen las libertades y derechos humanos en nombre de Dios;

se niegan a compartir las responsabilidades y decisiones;

se atribuyen todo poder: legislativo, judicial, ejecutivo...;

se atribuyen toda la verdad y saber de las cosas y la vida;

se consideran virtuosos por el hecho de cumplir sus leyes;

se atribuyen privilegios y honores, propios de la divinidad...

Tu vida, Jesús, nos relaciona con un “Dios” distinto:

de linaje no limpio, engendrado de modo sospechoso;

nacido en un establo, entre gente marginal;

viviendo casi toda tu vida en un pueblo miserable y desconocido;

te das a conocer en una fila de pecadores;

tu familia piensa que estás loco;

los intelectuales del poder te creen endemoniado;

te acusan de ser “amigo de pecadores y prostitutas”;

los “representantes de Dios” te declaran blasfemo;

la buena sociedad te considera revoltoso e impostor;

el poder civil y religioso te eliminan de modo humillante,

fuera de la ciudad”, fuera de la religión (Hebr 13, 11-13).

Vivesen medio de la vida: violencia, accidentes, injusticias....:

desde la situación real llamas a la conversión al Amor del Padre:

si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”;

convertirnos al Amor del Padre es dejarnos llevar de tu Espíritu:

tener un corazón que pone sus capacidades en común;

sentir la ternura del Amor que llora y consuela;

estar hambriento y sediento de la realización de todos;

dar nuestro corazón incluso a quien no se lo merece;

olvidar prejuicios y vivir limpiamente nuestras relaciones;

no dominar, sino buscar la concordia en verdad y amor;

aceptar contradicciones, desprecios, marginaciones...

Ábrenos los ojos del corazón, Jesús de todos:

déjanos todavía este año” para descubrir tu Amor;

queremos llevar una vida sencilla, sin lujos ni derroches;

compartir tiempo y bienes con los necesitados;

amar a todos, con más intensidad a los marginados y excluidos;

participar en tu Iglesia consciente, activa, responsablemente.

Preces de los Fieles (Domingo 3º Cuaresma C 20.03.2022)

La oración de Jesús se realiza un año más en nuestra vida: “Señor, déjala todavía este año”. El Padre nos concede celebrar un año más la cuaresma, tiempo de conversión a su Amor. Pidamos convertirnos más al Padre, diciendo: Que actuemos como Tú, Señor”.

Por la Iglesia:

- que su vida sea signo del amor del Padre;

- que abandone su apariencia de poder, lujo, desigualdad...

Roguemos al Señor: Que actuemos como Tú, Señor”.

Por las intenciones del Papa (marzo 2022):

- que los “cristianos respondamos a los retos de la bioética”;

- que “promovamos siempre la defensa de la vida con oración y acción social”.

Roguemos al Señor: Que actuemos como Tú, Señor”.

Por quienes presiden las comunidades cristianas:

- que puedan ser solteros y casados, hombres y mujeres;

- que su servicio sea reconocido y aceptado por todos.

Roguemos al Señor: Que actuemos como Tú, Señor”.

Por los gobernantes:

- que sean elegidos consciente y libremente por los ciudadanos;

- que tengan vocación de servir honradamente a todos.

Roguemos al Señor: Que actuemos como Tú, Señor”.

Por los más débiles:

- que cese toda violencia, en Ucrania y en todas partes;

- que las víctimas sean acogidas y ayudadas.

Roguemos al Señor: Que actuemos como Tú, Señor”.

Por esta celebración:

- que nos convierta a tu Espíritu que habita en todo corazón;

- que nos dé a sentir internamente tus mismos sentimientos.

Roguemos al Señor: Que actuemos como Tú, Señor”.

Creemos en ti, Jesús de Nazaret. Y por eso queremos “hacer las obras que tú haces, y aún mayores” (Jn 14,12). Queremos dejarnos llevar del Espíritu que nos has dado y vive en nuestro interior. Haznos dóciles a sus inspiraciones, por los siglos de los siglos.

Amén.

Volver arriba