El cristiano anuncia al Dios-Amor y manifiesta con su vida que el Amor realiza Nuestro Dios es una familia (Santísima Trinidad 15-06-2025)
Queremos sentir el amor del Padre, la compañía del Hijo, la alegría del Espíritu Santo
| Rufo González
Comentario: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rm 5,1-5)
La fe en la pretensión de Jesús nos ha introducido en una visión nueva del Misterio de la vida. Para Jesús el Misterio insondable, “al que nadie ha visto”, es su Padre y nuestro Padre. El “Misterio” es “Amor” sin límites. Su voluntad es que todos tengamos vida en abundancia. Jesús se siente muy unido y enviado por el Padre. “Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras» (Jn 14,11). “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30). “El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que yo os he dicho” (Jn 14,26). El Misterio en acción se revela como Padre, como Jesús el Hijo y como Espíritu Santo. K. Rahner lo llama Trinidad “económica”. La Trinidad “inmanente”, Dios trascendente, es inaccesible para nosotros. La Iglesia concretó la realidad de Dios, en los siglos III-IV, en tres personas en una única naturaleza. Monoteísmo en tres personas distintas.
Estos cinco versículos de la carta a los Romanos sintetizan la obra del Misterio en la vida humana: “habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo” (v. 1). Es la tesis desarrollada antes por Pablo (Rm 1,18-4,25): “Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” (Rm 3,28). “Por Jesús hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (v. 2). Gracias a la vida de Jesús, conocemos que Dios nos ama, seamos buenos o malos (Mt 5,45). Lo afirma claro el evangelio de Juan: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Pablo está convencido del amor incondicional divino: “Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5,8). “Estoy convencido de que ni muerte, ni vida…, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”, Rm 8,38-39. “Por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir” (Ef 2,8-9).
Esta actitud de “bondad” divina, al aceptarla, nos coloca en situación singular ante el Misterio divino: nos reconcilia con él, nos envuelve en su “gracia” (amor gratuito) y nos da la esperanza de que nos hará partícipes de su gloria. Lo reconoce el texto de hoy al decir que “la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5). En esta lectura, contemplamos el despliegue de la acción divina: Jesús nos anuncia el evangelio del amor de Dios Padre-Madre. Si lo aceptamos –eso es la fe-, Jesús nos entrega el Espíritu Santo, la vida nueva que nos capacita para sentirnos hijos de Dios y vivir en su mismo amor. Este amor provoca esperanza en las tribulaciones de la vida, del egoísmo y de las debilidades. La vida cristiana está en dejarse llevar por el Espíritu de Dios, como hizo Jesús. Fe en el amor del Padre-Madre, amor a todos como él ama, y esperanza en su consuelo son el núcleo del cristianismo.
Las cartas de Juan sostienen el mismo proceso: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16). “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4,10). Esta es la misión cristiana: anunciar a Dios-Amor, provocar vivir en amor, manifestar en la propia vida que el amor realiza, da sentido pleno, hace la vida aceptable e ilusionada.
Oración: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rm 5,1-5)
Hoy, Jesús, celebramos la fiesta de la Trinidad santa:
es tu familia trascendente, inaccesible para nosotros;
es el Misterio que “nadie ha visto jamás;
tú, Dios unigénito, que estás en el seno del Padre,
eres quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).
Sí, Jesús, tú eres la manifestación del Misterio:
hoy lo escuchamos en palabras de Pablo:
“habiendo sido justificados en virtud de la fe,
estamos en paz con Dios,
por medio de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual hemos obtenido además por la fe
el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos;
y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones,
sabiendo que la tribulación produce paciencia,
la paciencia, virtud probada,
la virtud probada, esperanza,
y la esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,1-5).
Tú,Cristo, eres “la Palabra, el Verbo, de la vida”:
así lo expresaron quienes te conocieron:
“la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto,
damos testimonio y os anunciamos la vida eterna
que estaba junto al Padre y se nos manifestó.
Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos,
para que estéis en comunión con nosotros
y nuestra comunión es con el Padre
y con su Hijo Jesucristo” (1Jn 1,1-3).
“Esta gracia, en la cual nos encontramos”:
es el regalo recibido en el bautismo;
sentimos que éramos hijos del Padre Dios,
hermanos tuyos, Jesús de Nazaret,
habitados por tu mismo Espíritu.
Esta “nueva vida” es el Espíritu Santo:
el mismo que “estaba sobre ti”, Cristo Jesús;
el que te “enviaba a evangelizar a los pobres,
a poner en libertad a los oprimidos,
a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18s).
“En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:
en que Dios envió al mundo a su Unigénito,
para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo
como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera,
también nosotros debemos amarnos unos a otros.
A Dios nadie lo ha visto nunca.
Si nos amamos unos a otros,
Dios permanece en nosotros
y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros:
en que nos ha dado de su Espíritu.
Y nosotros hemos visto y damostestimonio
de que el Padre envió a su Hijo
para ser Salvador del mundo” (1Jn 4,9-14).
Por ti, Cristo Jesús, sabemos que Dios es Amor:
contigo, Cristo Jesús, llamamos a Dios “Padre-Madre”;
habitados por tu Espíritu formamos una familia,
que vive del mismo amor que tu familia divina.
Gracias, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Trinidad santa:
Fuente de vida, Amor sin medida, Luz sin tinieblas.
Queremos ser semilla y fermento de tu mismo Amor:
anunciando tu palabra y tu obra al mundo entero;
estando, como tú, al lado de los más débiles;
esperando la mejor vida para todos y para siempre.
rufo.go@hotmail.com