Domingo 1º Cuaresma C (10-03-2019): la “justicia” del Padre en nuestra Iglesia

Dios tiene misericordia de todos

Los capítulos 9-11 de Romanos son un inciso sobre el Israel, que no ha aceptado la salvación de Dios en la persona de Jesús. Los israelitas “desconociendo la justicia de Dios y buscando establecer su propia justicia, no se sometieron a la justicia de Dios; pues el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree” (2Cor 10, 3-4). No reconocieron la justicia divina en Jesús que hacía las obras del Padre. Prefirieron sus leyes, sus obras, su culto... antes que el Evangelio. Pablo, desde el amor de Dios revelado en Cristo (Rm 8, 39), cree, a pesar de todo, que la salvación universal se cumplirá: Israel “será injertado” (11,23); “todo Israel será salvo” (11,26); “estos han desobedecido ahora con ocasión de la misericordia que se os ha otorgado a vosotros, para que también ellos alcancen ahora misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (11, 31-32).

Comentario:

Comentario: “uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos” (Rm 10,8-13)

Dios tiene misericordia de todos

Los capítulos 9-11 de Romanos son un inciso sobre el Israel, que no ha aceptado la salvación de Dios en la persona de Jesús. Los israelitas “desconociendo la justicia de Dios y buscando establecer su propia justicia, no se sometieron a la justicia de Dios; pues el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree” (2Cor 10, 3-4). No reconocieron la justicia divina en Jesús que hacía las obras del Padre. Prefirieron sus leyes, sus obras, su culto... antes que el Evangelio. Pablo, desde el amor de Dios revelado en Cristo (Rm 8, 39), cree, a pesar de todo, que la salvación universal se cumplirá: Israel “será injertado” (11,23); “todo Israel será salvo” (11,26); “estos han desobedecido ahora con ocasión de la misericordia que se os ha otorgado a vosotros, para que también ellos alcancen ahora misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (11, 31-32).

Justicia de la ley, justicia de la fe

Pablo compara la justicia que viene de la ley con la que viene de la fe. La primera dice: “quien cumpla los preceptos y normas, vivirá gracias a ellos” (Lev 18, 5). La segunda sigue otro razonamiento: “no digas en tu corazón: ¿quién subirá al cielo?, es decir, para hacer bajar a Cristo. O ¿quién bajará al abismo?, es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos” (2Cor 10, 5-7). No hay que hacer bajar ni subir a Cristo: “`La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón´. Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo”. (10, 8-9). Con fina figura retórica (una endíadis: un solo concepto en dos palabras), Pablo expone el proceso de la fe: “Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación” (10, 10).

Justicia y salvación” son la misma realidad, fruto del amor de Dios que nos justifica (nos hace gratos a él) y nos realiza (salva). “Corazón y labios” alude a nuestra doble dimensión: interioridad y exterioridad, espíritu y materia, pensamiento y acción, fe y obras. “Corazón sin labios” divide la unicidad personal y desrealiza. De ahí surgen los “comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas y hacia nosotros mismos-... La intemperancia lleva a un estilo de vida que viola los límites que nuestra condición y la naturaleza nos piden respetar, y se siguen los deseos incontrolados que en el libro de la Sabiduría se atribuyen a los impíos... Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre (cf. Mc 7,20-23) -y se manifiesta como avidez, afán por un bienestar desmedido, desinterés por el bien de los demás y a menudo también por el propio- lleva a la explotación de la creación, de las personas y del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho...” (Mensaje Papal 2019). Los últimos versículos (11-13) manifiestan la apertura de la fe a todos. Con palabras de Isaías (28,16: “Nadie que crea en él quedará confundido”), aplicadas a Cristo, invita a judíos y griegos a creer en el mismo Señor, “generoso con todos los que lo invocan”. Otro profeta (Joel 3, 5): “todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”) nos incita a vivir el amor de Cristo.

Oración: “uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos” (Rm 10,8-13)

Jesús, Señor y Guía de nuestra vida:

El Papa nos recuerda que:

“la `cuaresma´ del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación

para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios

que era antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13; Is 51,3)...

“Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino,

para llevar también la esperanza de Cristo a la creación,

que `será liberada de la esclavitud de la corrupción

para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios´ (Rm 8,21)”

(Mensaje papal de cuaresma 2019).

Como los israelitas, “ignoramos la justicia de Dios”:

hemos marginado el Evangelio, “justicia de Dios”;

“ignoramos su justicia” que es Amor sin límites;

“intentamos establecer nuestra propia justicia”;

tuevangelio no fue dominio, aunque estuvo tentado por él;

no buscaste engrosar tu patrimonio, sino compartirlo;

rechazaste la gloria y el honor en el vestido y en el trato;

jamás utilizaste el amor del Padre para escatimar los riesgos;

abrazaste la libertad y el amor con todas sus consecuencias.

Es difícil reconocer la “justicia” del Padre en esta Iglesia:

“Cuando predomina el poder, se ahuyenta el amor.

Efectivamente, el estilo de organización de la Iglesia jerárquica es

burocrático, formal y a veces inflexible.  

En ella todo se cobra, nada se olvida y nunca se perdona.

Prácticamente no hay espacio para la misericordia y la comprensión

de los divorciados y de los homoafectivos.

La imposición del celibato a los sacerdotes, el enraizado antifeminismo,

la desconfianza de todo lo que tiene que ver con sexualidad y placer,

el culto a la personalidad del Papa,

la pretensión de ser la única Iglesia verdadera y la `única guardiana

establecida por Dios de la eterna, universal e inmutable ley natural´,

que así `asume una función directiva sobre toda la humanidad´”

(L. Boff: ¿Qué tipo de Iglesia tiene salvación? RD 28-Septiembre-2012).

Jesús, Señor y Guía de nuestras vidas:

tu “`palabra está cerca de nosotros: en los labios y en el corazón´”;

no tenemos necesidad de “hacerte bajar” del cielo,

ni “sacarte de entre los muertos”;

“con el corazón creemos tu justicia,

con la boca confesamos la salvación”;

tu “palabra” es tu Espíritu, derramado en nuestros corazones;

tu Espíritu nos convence de que somos hijos de Dios;

tu Espíritu nos impulsa a creerte como “servidor” nuestro:

amándonos e intercediendo por todos;

revelándonos el amor gratuito y universal del Padre;

hermanándonos en la comunidad de tu Camino.

Tu “evangelio” aceptado de corazón y llevado a la realidad:

nos hace vivir tu vida, tus obras, tu amor;

nos “salva” y nos “justifica” como personas hijas de Dios;

nos realiza en plenitud y nos reconcilia con el Padre.

Él es la norma principal, imprescindible, de nuestra vida.

Rufo González

Leganés, marzo 2019

Volver arriba