Los servidores del Pueblo de Dios se han apropiado en exclusiva de esta realidad: se creen “propiedad, suerte, herencia, clero” de Dios, frente a los demás cristianos, a los que han hecho su propiedad Domingo 34º TO C 2ª Lect. (24.11.2019): “el reino del Hijo de su amor”

Todos los bautizados en la luz de Jesús son clero, suerte o herencia de los santos

Comentario: “nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor(Col 1,12-20)

Los tres primeros versículos de hoy (vv. 12-14) son el final de la introducción de la carta a los cristianos de Colosas. En sus oraciones (Pablo y Timoteo), dan gracias y piden a Dios por los colosenses. Piden conocimiento del proyecto divino según el Espíritu (v. 9). Con este saber e inteligencia viven como el Señor quiere: en buenas obras (v. 10), fortalecidos por su constancia y paciencia alegre (v. (11), y “dando gracias a Dios Padre que, nos ha hecho capacesde compartir la herencia del pueblo santo en la luz” (v. 12). Literalmente: “agradeciendo al Padre que nos ha hecho capaces para (ser) parte del clero de los santos en la luz”. Aparece el término “clero” referido al Pueblo de Dios (“eis ten merída tou klérou ton hagíon”: para la parte del clero de los santos). Todos los bautizados en la luz de Jesús (en su Espíritu) son clero, suerte o herencia de los santos. A través del tiempo, el grupo de los servidores del Pueblo de Dios se ha apropiado en exclusiva de esta realidad: se creen “propiedad, suerte, herencia, clero” de Dios, frente a los demás cristianos, a los que han hecho propiedad de ellos (“su feligresía”). Es una corrupción eclesial que aún perdura. El Padre capacita a todos para ser “su suerte, su propiedad, su clero, su pueblo”. Por eso, el texto sigue diciendo que el Padre: “nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amorpor cuya sangrehemos recibido la redención, el perdón de los pecados (vv. 13-14). Gracias a Jesús recibimos su Espíritu, que nos asegura que somos hijos de Dios, hermanos de Jesús, amados, perdonados... “Esta es la gracia en la cual nos encontramos” (Rm 5,2). Esta es la dignidad común, la fundamental. Las “otras dignidades” -que el clero se ha inventado- “son servicios” o “ministerios” al Pueblo de Dios o Iglesia. Títulos y ropajes para revestir las falsas dignidades son signos de la corrupción clerical que no quiere corregirse.

Los versículos siguientes (vv. 15-20) forman un himno cristológico muy denso. En una primera parte se relaciona a Cristo con Dios creador (vv. 15-17) y, en la segunda, con la Iglesia (18-20).

Respecto del Dios Creador: “Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura (v. 15), porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visiblese invisibles.Tronos, Dominaciones, Principados yPotestades; todo fue creado por él y para él (v. 16). Él es anteriora todo, y todo se mantiene en él(v. 17). Jesús, como “imagen de Dios”, manifiesta a Dios, haciendo visible su amor gratuito: “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9; 1,18); “Primogénito”: no creado, engendrado, modelo y meta de la creación. Es la verdad del ser humano, realizando en su vida el proyecto divino. Nada, espiritual o físico, contra el Espíritu de Cristo, trae salvación. Todo recibe fundamento y cohesión en Cristo.

Respecto de la Iglesia: Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre de los muertos, y así es el primero en todo (v. 18). Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud (v. 19). Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz” (v. 20). Jesús es el “principio” de “la comunidad de personas que, reunidas en Cristo, son guiadas por el Espíritu Santo... y han recibido una noticia de salvación para proponérsela a todos” (GS 1). Esa buen noticia es la vida de Jesús.

Oración: “nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor(Col 1,12-20)

Jesús del Reino del Amor:

Hoy, al cerrar el año litúrgico, celebramos el conjunto de tu vida.

Lo hacemos recordando la causa que te apasionó hasta el final;

la causa que avivó el Espíritu al bautizarte en el Jordán:

Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco” (Lc 3,22; Mt 3,17; Mc 1,11).

Esas palabras incendiaron tu alma con el amor del Padre:

el Padre que ama a todos, porque todos son sus hijos;

el Padre que quiere salud, comida, vestido... para todos;

el Padre que respeta la libertad y acompaña de corazón;

el Padre que busca a quienes se desvían de la verdad de la vida;

el Padre que sienta a su mesa a todos con el mismo amor y dignidad.

Vivir este Amor fue la apuesta de tu vida, Jesús:

invitaste a tus contemporáneos a entrar en este modo de vida;

reuniste un grupo de personas para que vivieran así contigo;

les entregaste tu mismo Espíritu;

les encomendaste anunciar tu mismo Evangelio.

Hoy leemos tu misma invitación a los Colosenses:

Dios Padre nos ha hecho capacesde compartir

la herencia del pueblo santo en la luz...

nos ha sacado del dominio de las tinieblas

y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor,

por cuya sangrehemos recibido la redención,

el perdón de los pecados”. 

El “Hijo de su amor” eres tú, Jesús de Nazaret;

Tú eres “imagen del Dios invisible”:

a Diosnadie lo ha visto jamás;

Dios unigénito, que está en el seno del Padre,

es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).

Al sentirte en el seno del Padre, sentiste todo su amor:

como el niño abrazado por el padre o la madre.

Tú, Jesús, eres la “cabeza del cuerpo de la Iglesia:

eres el principio, el primogénito de entre de los muertos;

en ti reside toda la plenitud” del amor de Dios;

por ti y para ti, quiso Dios reconciliar todas las cosas,

las del cielo y las de la tierra;

haciendo la paz por la sangre de tu cruz”;

mostrando su perdón, incorporándonos a su gloria.

La mesa compartida es símbolo y realización de Tu reino:

no es un banquete para lucir la vida lujosa de los pudientes;

aquí no hay “afán por ocupar los primeros puestos”;

aquí se acoge a todos, sin barreras de raza, sexo, cultura, religión...;

aquí sólo se exige compartir lo que se tiene con los demás.

Tu reino no está representado por el “templo”:

controlado por la autoridad sacerdotal;

organizado para bien de la institución;

preocupado por los intereses de la élite dirigente.

Tu reino está representado por la “casa”:

donde todos dan y reciben solidariamente;

donde todos son estimados por “ser”, no por “tener”;

donde reina el servicio gratuito, la generosidad sin límites;

donde todos tienen voz y voto, según su capacidad;

donde se busca la fraternidad universal.

El centro de tu “reino”, de tu “casa”, es la mesa compartida:

ahí expresamos el Reino de Dios, su presencia real, histórica;

en el “comer-con cualquiera” expresamos tu amor sin fronteras;

“gozos, esperanzas, tristezas, angustias, sobre todo de los más pobres” (GS 1).

Envía, Señor, tu Espíritu, y crea en nosotros tu Reino.

Preces de los fieles (D 34º TO C “Jesucristo, rey del universo” 24.11.2019)

Nuestra comunidad es una porción de la Iglesia universal: “la comunidad reunida en Cristo, guiada por el Espíritu Santo..., que ha recibido una noticia de salvación para proponérsela a todos”. Esta “buena noticia” es el Reino de Dios, el modo de vida que nos realiza y nos hace felices. Pidamos el Reino de Dios diciendo: Padre, danos el reino del Hijo de tu amor”.

Por la Iglesia universal:

- que tengamos conciencia de ser tus hijos, tu Pueblo, tu reino de Amor;

- que nos dejemos llevar del Espíritu de Jesús, el Hijo de tu amor.

Roguemos al Señor: Padre, danos el reino del Hijo de tu amor”.

Por los responsables de nuestras comunidades:

- que se sientan servidores, llenos de diligencia y trabajo;

- que no tengan miedo de estar con los pobres y necesitados.

Roguemos al Señor: Padre, danos el reino del Hijo de tu amor”.

Por las intenciones del Papa (Noviembre 2019):

- “que en el Cercano Oriente, donde los diferentes componentes religiosos

comparten el mismo espacio de vida,

nazca un espíritu de diálogo, de encuentro y de reconciliación".

Roguemos al Señor: Padre, danos el reino del Hijo de tu amor”.

Por nuestro mundo, “fundado y conservado por el amor del Creador”:

- que seamos capaces de dialogar y entendernos;

- que colaboremos para suprimir cualquier desgracia en cualquier país.

Roguemos al Señor: Padre, danos el reino del Hijo de tu amor”.

Por los más pobres:

- que sean el centro de nuestra Iglesia, ellos, los “vicarios de Cristo”;

- que trabajen y luchen por salir de la miseria.

Roguemos al Señor: Padre, danos el reino del Hijo de tu amor”.

Por nuestra comunidad, por esta celebración:

- que nos valoremos por “ser” personas, hijos de Dios, hermanos;

- que el centro de nuestra vida sea la mesa compartida de tu Amor.

Roguemos al Señor: Padre, danos el reino del Hijo de tu amor”.

Bendice, Padre, nuestro deseos. Haznos dóciles al “Reino del Hijo de tu amor”. En él queremos vivir todos los días de nuestra vida. Todos somos tu suerte, tu clero, tu Iglesia. En ella queremos vivir por siglos de los siglos.

Amén.

Leganés. noviembre 2019

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