“Conducir” la vida en Amor exige dejar la codicia del dinero, honores, dominio... Domingo 20º TO C 2ª Lect. (18.08.2019)

Mirar a Jesús, para no perder el rumbo

Comentario: fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe(Hebr 12,1-4)

La última parte de la carta subrayaba su objetivo fundamental: animar la fe de unos cristianos, cansados porque el final no llegaba y las dificultades crecían. Dentro de las comunidades reverdecían los bajos instintos (dominio, avaricia, sobresalir, rutina, descontrol pasional...). Fuera, acosaban la seguridad de la ley, la coacción social y el culto a múltiples dioses. El autor, conocedor de la situación, quiere sostener la fe.

La vida es una “conducción” arriesgada

El primer versículo compara la vida cristiana a una conducción (“agón”: de “ago”: llevar, conducir, guiar). Imagen similar utiliza Pablo con frecuencia (1Cor 9,24-26; Gál 2,2; Flp 2,17; 3, 13-14). En la conducción de la vida hay animadores: “teniendo una nube ingente de testigos”. Se refiere a testigos de la fe en el Creador providente, citados en el c. 11. Para una buena conducción hay que “renunciara todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia” (lit.: “que rodea bien”: egoísmo). El conductor bueno es el Amor. Exige renunciar al dinero, honores, dominio... (Mt 6,24; 23, 8ss).

Miremos a Jesús, para no perder el rumbo

La exhortación a “correr, con constancia, en la carrera que nos toca” (v. 1; lit.: “la conducción propuesta”) incluye una condición básica para que la “conducción” sea adecuada: “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús” (v. 2; lit.: “mirando desde lejos -desde todos lados- hacia el fundador -primer actuante: quien abre el camino- y consumador –perfeccionador- de la fe, Jesús...”). El Jesús real es el punto de referencia para no perder el rumbo. Es una advertencia similar a “tened entre vosotroslos mismos sentimientos propios de Cristo Jesús...” (Flp 2, 5ss).

La conducción buena supone la cruz del amor

Jesús, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia” (v. 2b). Resumen de la vida de Jesús. Supone “la cruz” que lleva consigo la vida en Amor. Las palabras “en lugar del gozo inmediato” traduce con claridad la preposición “antí” (significación original de “opuesto a”, en lugar de, en vez de). La propuesta de Jesús es sin duda la felicidad humana. Dicha felicidad se encuentra en amar como ama el Padre: dar vida y calor gratuitamente. Ese es el Reino que Jesús pregona y trabaja con el Padre (Jn 5,17). Ese reino, concretará Pablo, “es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rm 14,17). Realización personal y social, fraternidad y gozo de vivir. El final es la resurrección, realizado ya en Jesús “sentado a la derecha del trono de Dios” (v. 2c). En esta vida tiene los costes propios de la libertad del amor. “Recordadal que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo (v. 3). La oposición de los pecadores le puso a Jesús en “ignominia” que él “despreció (lit: no tomó en cuenta)”. “Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado” (v. 4). Un motivo más para “hacer el bien y curar a todos... (He 10,38).

Oración:fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe(Hebr 12,1-4)

Jesús, obediente al Amor hasta la muerte:

hoy somos invitados a “correr en la carrera que nos toca”;

renunciando a todo lo que nos estorba

y al pecado que nos asedia”;

desprendiéndonos de acumular bienes para el egoísmo;

trabajando contra la enfermedad, la marginación, el hambre...;

huyendo del dominio, deslumbramiento y honores sobre los hermanos...

Tú, Jesús, probado en todo menos en el pecado (Hebr 4,15):

te rebelaste contra el mal, que siempre deshumaniza;

compartiste nuestra naturaleza “como uno de tantos” (Flp 2, 7);

no descuidabas ni agredías nuestra humanidad;

trabajaste por la salud, el pan, la dignidad, el buen sentido...

Tu fe en el amor del Padre nuestro te llevó a realizarte:

crecías física, intelectual y moralmente;

vivías la familia, el trabajo, la amistad, la fe..., con lucidez y libertad;

soportabas la cruz, despreciabas la ignominia...;

padecías la oposición de los pecadores”:

de los que acumulan y no comparten;

de los más amigos de la Ley que de las personas;

de los ricos, ostentosos, que “se hacen llamar bienhechores”...;

de los que piensan que Dios reparte pobreza y riqueza;

de los que consideran la enfermedad castigo por los pecados.

Tu lucha “llegó a la sangre en pelea contra el pecado:

les molestó tu cercanía, especialmente a los marginados;

criticaban tus comidas con quienes no respetan la ley;

te saltabas las prescripciones sagradas del ayuno y pureza ritual;

llegaste a llamar al templo “cueva de bandidos” (Mt 21,13):

donde sus dirigentes no obedecen a Dios,

sino a la institución y a su encumbramiento personal;

ridiculizaste sus vestidos deslumbrantes y autoritarios;

desenmascaraste su corazón podrido como un sepulcro hermoso;

decías que predicaban el amor de Dios y hacían lo contrario (Mt 23,1-31).

Como siervo fiel al Amor de Dios:

endurecisteel rostro..., sabiendo que no quedarías defraudado” (Is 50,7);

resolviste ponerte en camino para encararte con Jerusalén” (Lc 9,51; J. Mateos);

con semblante duro te encaminaste hacia Jerusalén” (Lc 9,51; Cantera-Iglesias);

afirmándote en tu voluntad de ir a Jerusalén” (Lc 9,51; Biblia de Jerusalén);

“tomaste la decisión de ir a Jerusalén” (Lc 9,51; versión litúrgica).

“Ir a Jerusalén” era encararse con el mal institucionalizado:

el culto fastuoso, aparente, reductor del proyecto divino;

las categorías de honor y dignidad inventadas por el egoísmo;

la pretensión de servir a Dios y al dinero;  

la acumulación de bienes (tesoro del templo...) ante la miseria del pobre;

el dominio, imposición del más fuerte, anulación de libertades...

Esta actitud clara, firme, es fruto de tu fe en el Amor:

la fe, fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve”;

esta fe tuya, vivida, es la que ha despertado nuestra fe;

por eso te reconocemos “pionero y consumador de la fe”;

la fe en el Dios “que hace salir el sol y bajar la lluvia para todos”;

la fe en el Padre que nos ama incondicionalmente;

la fe que asegura que, “aunque llegaran a abandonarte todos los santos

y todas las criaturas, Él estará siempre a punto en todas tus necesidades”

(Epístola de san Cayetano a Isabel Porto. 2ª lectura, 7 agosto. Oficio de Lectura).

Preces Fieles (D. 20º TO C 18.08.2019): Mirar a Jesús, para no perder el rumbo

La vida siempre es “conducción”. Crecer en conocimiento y habilidades, vivir en armonía, producir bienes, ayudar a los más débiles, buscar sentido a la existencia... es conducirnos bien. Exige evitar la holgazanería y trabajar por un mundo mejor. Pidamos participar en la vida diciendo: “queremos `fijar los ojos en ti, Jesús”.

Por la Iglesia:

- que viva en comunidades de anuncio del Reino de Dios y ayuda mutua;

- que todos se sientan parte activa y responsable de la Iglesia.

Roguemos al Señor: “queremos `fijar los ojos en ti, Jesús”.

Por la sociedad civil:

- que sea invitada al trabajo responsable, bien hecho;

- que huya del afán de acaparar y de la corrupción e injusticia..

Roguemos al Señor: “queremos `fijar los ojos en ti, Jesús”.

Por las personas honradas, testigos de la bondad:

- que las cuidemos como un regalo del cielo;

- que el Espíritu de Jesús los fortalezca y alegre su vida.

Roguemos al Señor: “queremos `fijar los ojos en ti, Jesús”.

Por las vacaciones:

- que todos puedan tener días de descanso y encuentro familiar;

- que sepamos “conducirlas” con respeto y alegría común.

Roguemos al Señor: “queremos `fijar los ojos en ti, Jesús”.

Por los más débiles: enfermos, parados, sin techo...:

- que, como Jesús, los acojamos, los restablezcamos...;

- que no pierdan el ánimo y trabajen por superarse.

Roguemos al Señor: “queremos `fijar los ojos en ti, Jesús”.

Por esta celebración:

- que nos haga “saber que no quedaremos defraudados” (Is 50,7);

- que nos anime a amar como somos amados por el Padre.

Roguemos al Señor: “queremos `fijar los ojos en ti, Jesús”.

Acepta, Padre de todos, nuestra fe y nuestro compromiso por hacer posible un mundo mejor, una Iglesia mejor, una parroquia mejor, unas personas más como tu Hijo y hermano nuestro, Jesús de Nazaret, que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, agosto 2019

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