La Iglesia debe expulsar todo miedo soterrado en su interior Domingo 12º TO (20.06.2021): miedo y fe deben ser incompatibles en la Iglesia

Hay que cuidar mucho la confianza mutua en la Iglesia

Comentario: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (Mc 4,35-40)

Aquel día, al atardecer, les dice Jesús: `Vamos a la otra orilla´”. Es la Decápolis, tierra de paganos, sometida al dominio del espíritu maligno según la mentalidad de entonces. La naturaleza, los animales y el ser humano están zarandeados por el mal. Jesús intenta el proceder más humano para realizar en su contexto histórico la voluntad divina.

Dejando(aféntes: dejando, no haciendo caso...)a la gente, se lo llevaronen barca, como estaba(“paralambánousin”: toman consigo, se hacen cargo)”. Es una expresión oscura. Hay quien habla de secuestro por parte de los discípulos, porque no quieren que otras barcas (no israelitas) colaboren. El sujeto del verbo son “ellos” (elidido), no Jesús, en un participio (aféntes). No extraña la maniobra. ¿No ocurre algo similar con el Papa, los obispos, los párrocos...? Personas y grupos se adueñan de ellos, les cierran caminos, perspectivas, les agasajan y adulan con desahogo. También ellos, dominados por ideas no evangélicas, intentan reducir a su camino, limitan la libertad cristiana y quien no comulga con su particularidad queda marginado o hasta perseguido.

Se levantó una fuerte tempestady las olasrompían contra la barca hasta casi llenarla de agua”. Una anomalía en aquel sereno lago sirve al evangelista para anunciar la actitud de fe que debe tener quien vive la presencia del Resucitado. Jesús “dormido sobre un cabezal” anticipa la situación postpascual. El miedo acompaña a la Iglesia. Es fruto de la falta de fe ante los avatares de la vida. El creyente y la Iglesia cuidan que la fe prevalezca sobre el miedo: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”.

El viento y el mar son increpados como espíritus inmundos, y le “obedecen”. En la nueva creación “el mar ya no existe” (Ap 21,1). Para Israel el mar es lugar de potencias malignas. Las catástrofes naturales son interpretadas como intervenciones demoníacas contra la creación de Dios. Los milagros de Jesús en la naturaleza son signos de la fe que acepta el dominio de Dios en toda la creación: “apaciguó la tormenta en suave brisa y enmudecieron las olas del mar...” (Sal 107,29s). Revelan la confianza de Jesús en el amor del Padre en toda situación. La respuesta de Jesús: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”, va en esta línea de afianzar la fe, pase lo que pase.

Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: `pero ¿quién es éste? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!´”. No entienden la confianza en Dios que tiene Jesús. Comprenden la fe de Jesús como poder o fuerza que exige obediencia al viento y al mar. Con el tiempo descubrirán que la fe es confianza en el amor de Dios. Supone aceptar la naturaleza como realidad, signo del amor de Dios, puesta para el servicio y vida del ser humano.  

El cristiano, gracias a su fe, sabe que “ninguna criatura, podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38-39). Afianzado en ese amor experimenta que “no hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor” (1 Jn 4,18). Por eso hay que cuidar mucho la confianza mutua en la Iglesia. Hay que expulsar todo miedo soterrado en su interior. No puede haber temas intratables, no se puede silenciar lo que se piensa de verdad, ni bloquear la capacidad de pensar y dialogar. Todo esto produce silenció estéril, pervierte las relaciones humanas, ceba delatores y aduladores, envenena la confianza y transparencia dignas del Evangelio.

Oración: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (Mc 4,35-40)

La vida, Señor Jesús,reclama este evangelio:

el miedo vive soterrado en la sociedad y en la Iglesia;

la epidemia del coronavirus acorrala despiadadamente; 

la mejor familia es visitada de improviso por accidentes,

la droga, el conflicto político, la falta de trabajo...;

el egoísmo, maquillado de amor, rompe todo tipo de alianzas;

tus comunidades, cada vez más vacías, viven afligidas

por la despreocupación comunitaria,

el uso meramente social de sus sacramentos,

el despotismo clerical, la falta de sacerdotes...

Finitud y limitaciones existenciales descubren, Señor:

nuestra intemperie, desamparo radical, riesgo constante,

que ponen a prueba nuestra fe en Ti y en el Padre del cielo;

fe colgada de nuestra imagen del “Dios-Señor”:

que gobierna cielo y tierra como quiere;

que decreta mandamientos, interpretados en libros religiosos;

que interviene misteriosamente como y cuando quiere;  

que hace caso cuando le parece y tiene sus predilectos;

fe que pide aprobar una oposición o examen complicado...;

evitar el crimen y castigar al criminal...;

tener éxito en “su trabajo”, aunque sea de sicario;

poner a Dios de nuestra parte en lo que nos conviene:

adulándole con ofrendas, alabanzas...

Esta mentalidadproduce ateos, agnósticos, resentidos:

“Cómo voy a creer después de lo que me ha pasado...

Dios y Cristo no han salido en mi ayuda, siendo inocente...

Dónde está Dios en el crimen, en el hambre, en la enfermedad incurable...”.

Tu evangelio, Jesús hermano, trae una mirada nueva:

tu fe, Jesús del evangelio, es confianza en el Dios Padre / Madre:

que contigo, Jesús resucitado, “sigueactuando” (Jn 5,17),

amoroso, compasivo y comprensivo;

siempre escuchando la inquietud y el sufrimiento (Ex 3,7);

alentando a “beber los malos tragos” de la vida (Jn 18,11; Mt 26,39 par.);

nunca falta su amor fiel hasta la muerte;

nuestra vida termina en su amor resucitado;

comprometido en nuestra dicha humana; 

acepta la limitación necesaria y la débil libertad;

“con infinita libertad, se da a sí mismo (para no ser contradictorio)

los límites que supone todo amor en el trato interpersonal”. 

Tú, Jesús del amor sin medida:

valoras sobre todo el amor práctico ante los necesitados:

ese amor es para ti fe verdadera, voluntad divina;

tú proclamas “bienaventuradosa los pobres en el espíritu,

los no violentos, los que lloran, los ansiosos de justicia,

los compasivos, los de corazón limpio, los que hacen la paz,

los perseguidos por causa de la justicia... (Mt 5,3-10).

Creemos, Señor, que tu Espíritu, no abandona nunca:

en la conciencia sentimos que somos todos hijos del Padre,

sabedores de que hemos pasado de la muerte a la vida

porque amamos a los hermanos” (1Jn 3,14).

Preces de los Fieles (Domingo 12º TO 20.06.2021)

Miedo y fe son incompatibles. Este es el mensaje de Jesús en el evangelio hoy: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Jesús quiere afianzar nuestra fe en el Padre / Madre Dios, pase lo que pase. Esta es una tarea de nuestra Iglesia: quitar el miedo en la convivencia humana, en la sociedad, y en la misma Iglesia. Pidamos implicarnos en esta tarea diciendo: “queremos vivir tu Espíritu de fortaleza, Señor”.

Por la Iglesia:

- que en todas sus instancias haya confianza y limpieza de corazón;

- que todos puedan expresarse con libertad y sin miedo.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu Espíritu de fortaleza, Señor”.

Por las intenciones del Papa (Junio 2021):

- que “los matrimonios descubran su belleza” en el Evangelio;

- que “se preparen con el apoyo de una comunidad cristiana:

para crecer en el amor, con generosidad, fidelidad y paciencia”.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu Espíritu de fortaleza, Señor”.

Por los dirigentes sociales y eclesiales:

- que se sientan hermanos y servidores en sus comunidades;

- que favorezcan el diálogo, el respeto, la promoción de todos.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu Espíritu de fortaleza, Señor”.

Por los más débiles de nuestra sociedad:

- que, como Jesús, les dediquemos tiempo y atención;

- que se sientan identificados con Jesús, humilde de corazón.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu Espíritu de fortaleza, Señor”.

Por las vocaciones humanas y cristianas:

- que atendamos todos los carismas sin más cortapisas que el Evangelio;

- que nuestra leyes no ahoguen la libertad evangélica.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu Espíritu de fortaleza, Señor”.

Por esta celebración:

- que nos dé a sentir la fuerza y el consuelo de Cristo resucitado;

- que nos abra el corazón y la mente al amor universal.

Roguemos al Señor: “queremos vivir tu Espíritu de fortaleza, Señor”.

Te pedimos, Señor, sentirnos “dichosos, por ser pobres en el espíritu, no violentos, llorando con los que lloran, ansiosos de justicia, compasivos, limpios de corazón, hacedores de paz, perseguidos por causa de la justicia... (Mt 5,3-10). Por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, 20 de junio de 2021

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