La perfección o santidad es a amar gratuitamente Domingo 6º TO (16.02.2020): Nuestras iglesias, Señor, no han sido fieles a tu Amor

La Iglesia que Jesús quería

Comentario: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas...” (Mt 5, 17-37)

Seguimos leyendo el llamado “sermón del monte” (Mt 5-7). No es un código de mínimos a cumplir, sino ideales de realización humana. La clave interpretativa es la conclusión de las antítesis: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (5, 48, no leído hoy). A esta luz hay que entender el “no he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a dar plenitud” (v. 17). “La Ley y los profetas”, más que partes de la Biblia, es la historia del amor de Dios con su Pueblo. Jesús pretende vivirla. 

La Constitución “Sobre la Iglesia” del Vaticano II sintetiza la santidad: “El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y a cada uno de sus discípulos de toda condición la santidad de vida de la que es autor y consumador: `sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto´. A todos envió el Espíritu Santo, que los mueva por dentro, para amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con toda su fuerza (cf. Mc 12, 30), y para amarse entre ellos como Cristo los amó (cf. Jn 13,34; 15,12)” (LG 40).

La perfección, pues, es a amar gratuitamente. Dios derramó su amor en nosotros por el Espíritu Santo que nos ha dado (Rm 5,5). Sólo quien ama “como el Padre del cielo” encuentra la bienaventuranza: comparte los bienes (“tiene espíritu de pobre”), sufre y llora las penas de los otros, ansía la justicia divina (“que todos tengan vida”), entrega su corazón al miserable (miseri-cor-dioso), mira la vida con limpieza, hace la paz, resiste la persecución. Es la dicha que todos buscamos, la utopía humana.

Jesús declaracómo entiende “la Ley y los Profetas”. La “última letra o tilde de la ley” (`iota hen e mía keraia´: una i o trazo de letra) es signo de lo pequeño. Jesús “da plenitud” (plerósai). Esto sólo se logra desde el espíritu de la ley, sintiendo el Amor del Padre que la inspira. El amor de Dios da sentido a lo pequeño e insignificante. Por eso dice: “Porqueos digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (5, 20). La felicidad humana -el reino de los cielos- no nos llega si no superamos la bondad o justicia de escribas y fariseos. Esta bondad está centrada en cumplir las prácticas religiosas: pagar diezmos de los frutos de la tierra, vivir “puros” no contactando con lo “impuro” (tocar cosas muertas o tratar con determinados enfermos o ser amigos de los que no observan la Ley). Su imagen de Dios es la del juez que anota cumplimientos e incumplimientos de la ley.  

A la luz del Espíritu de amor se entienden las antítesis. Lo perfecto es realizar el bien, amar y cuidar, hacer dichosa a la gente. No basta “no matar”; el amor “da vida”, reconcilia, comparte... No basta “no adulterar”: el amor no desea la mujer del prójimo, acepta, ama y cuida a la propia. No basta “no jurar en falso”: el amor es sincero y no utiliza a Dios para suplir nuestra honradez. El precepto de “no juréis en absoluto”, la autoridad eclesial lo margina, obligando a jurar en ciertas ocasiones por interés propio. Otra contradicción de la autoridad eclesial que usa el evangelio según le conviene.  

Oración: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas...” (Mt 5, 17-37)

Jesús bienaventurado, hoy recordamos esta verdad tuya:

Porqueos digo que si vuestra justicia

no es mayor que la de los escribas y fariseos,

no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 5, 20).

Escribas y fariseos son judíos seglares cultos y devotos:

escribas o letrados son los estudiosos de la Ley y los Profetas: 

recibían una “ordenación” especial cumplidos los cuarenta años;

vestían singularmente, borlas en mantos, colgantes en frente y brazos;

sus discípulos los llamaban “padre”, y la gente “rabí” (maestros);

los fariseos seguían devotamente la enseñanza de los escribas;

intentaban cumplir las prácticas religiosas al detalle;

sus preocupaciones eran pagar el diezmo de los frutos de la tierra;

rezar a ciertas horas y purificar algunos objetos de uso a diario; 

vivir “puros”, evitando contactar con lo “impuro”; 

no tocar cosas muertas ni tratar con determinados enfermos;

no ser amigos de los que no observan las normas religiosas.

Su Dios es juez que premia y castiga según la ley:

estar a bien con Dios es cumplir las normas religiosas;

por ello se consideran justos y desprecian a los demás (Lc 18, 10-14);

observar la Ley no les impide acumular dinero:

así “devoran los bienes de las viudas y

aparentan hacer largas oraciones” (Mc 12,40);

todo lo que hacen es para que los vea la gente:

alargan filacterias y agrandan las orlas del manto,

les gustan los primeros puestos en los banquetes

y los asientos de honor en las sinagogas,

que los hagan reverencias en las plazas

y que la gente los llame `rabbí´” (Mt 23, 5ss);

quebrantáis el mandato de Dios en nombre de vuestra tradición...

hipócritas... el culto que dais está vacío porque

la doctrina que enseñáis son preceptos humanos” (Mt 15,3-7);

justificaban la situación de dominio y diferencias sociales;

pues riqueza y pobreza, decían, eran voluntad divina;

creían que Dios solucionaría los problemas si cumplían sus leyes;

su apego a lo prescrito anula la creatividad e iniciativa humana.

Señor Jesús: tu planteamiento es frontalmente distinto:

la felicidad arranca del corazón que ama como el Padre;

ese amor primero lleva a no despreciar nada creado;

y menos a los hijos de Dios, que son los seres humanos,

hechos a “imagen y semejanza divina” (Gn 1, 26s).

Tu vida, movida por el Espíritu del Padre:

cuida y trata a todos como a hermanos, hijos del mismo Padre;

pretende que los bienes de la vida lleguen a todos;

se desvive por los más débiles: enfermos, viudas, huérfanos, niños,

leprosos, publicanos, pastores, prostitutas...;

excluye la avaricia del dinero, del prestigio y del poder,

falsos valores que traen pobreza, rivalidad, odio, violencia...;

busca compartir lo que tiene y lo que crea trabajando;

conduce al servicio mutuo, a la solidaridad, a la honradez.

Nuestrasiglesias, Señor, no han sido fieles a tu Amor:

han caído con frecuencia en “la justicia de los letrados y fariseos”;

el dinero, el honor y el poder dominan a muchos dirigentes;

tu libertad, igualdad, servicio desinteresado... son marginados;

la ley ha invadido todo: el credo, la liturgia, la moral...;

la “ordenación” jerárquica se ha revestido con ropas especiales,

se hace llamar “santidad, eminencia, excelencia...”;

elabora leyes despóticas al margen del evangelio;

pretende “forzar las decisiones del Señor nuestro Dios...

imponiéndole lo que tiene que hacer” (Jud 8,16):

dar vocaciones ministeriales sólo a varones célibes,

impidiendo presidir la eucaristía a mujeres y casados.

Jesús de todos: conviértenos al Espíritu de tu bienaventuranza:

a restaurar nuestras comunidades en tu amor y libertad;

a tratar y decidir entre todos lo que afecta a todos;

a permitir el ejercicio de los dones del Espíritu;

a construir el Reino de los cielos, la voluntad del Padre.

Leganés, 16 febrero 2020

Preces de los Fieles (D. 6º TO A 16.02.2014): La Iglesia que Jesús quería

Somos llamados a vivir la libertad guiada por el Amor. Pidamos vivir en comunidad digna del amor divino. Pidamos que nuestras iglesias no sean comunidades de “escribas y fariseos”. Pidámoslo diciendo: “queremos amar como Dios nos ama.

Por toda la Iglesia:

- que la libertad guiada por el Amor sea la norma suprema de la Iglesia;

- que todos sean escuchados y respetados en sus valores y necesidades.

Roguemos al Señor:queremos amar como Dios nos ama.

Por quienes presiden la Iglesia:

- que su vida nos recuerde y exprese la vida de Jesús;

- que sean los primeros en el servicio a los necesitados.

Roguemos al Señor:queremos amar como Dios nos ama.

Por las intenciones del Papa (Febrero 2020):

- que “el clamor de los hermanos migrantes,

 víctimas del tráfico criminal, sea escuchado y considerado”.

Roguemos al Señor:queremos amar como Dios nos ama.

Por los dirigentes políticos de nuestro pueblo:

- que sean fieles a los compromisos que adquirieron al ser elegidos;

- que no tengan acepción de personas, y sean justos en su servicio;

Roguemos al Señor:queremos amar como Dios nos ama.

Por los más necesitados: enfermos, parados, víctimas de la violencia...:

- que unan su espíritu al Espíritu de Jesús que luchó y sufrió la ignominia;

- que sientan que Dios no les desampara, sino que está con ellos y los sostiene.

Roguemos al Señor:queremos amar como Dios nos ama.

Por esta celebración:

- que nos penetre hasta el fondo del alma el Espíritu del amor divino;

- que “nuestra justicia sea mayor que la de los escribas y fariseos”.

Roguemos al Señor:queremos amar como Dios nos ama.

Acepta y fortalece, Señor, estos deseos que nos llenan ahora el corazón. Que tu Espíritu siga iluminando siempre nuestra vida, como iluminó la tuya, Jesús, Señor nuestro, que vives por los siglos de los siglos.

Amén

Leganés, 16 febrero 2020

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