En la eucaristía sentimos el Amor que “disculpa, confía, espera, aguanta sin límites” (1Cor 13,7) Domingo 2º DE PASCUA “CONFINADA” (19.04.2020): Celebración familiar

La Eucaristía es una “aparición” de Jesús resucitado

Sugerencias: - Mesa con un crucifijo, una vela, unas flores. - Recipiente con agua para recordar el bautismo que nos incorporó a Cristo resucitado. - Un plato con pan y copa de vino

Tras santiguarse todos, uno lee esta bendición del agua:

Dios todopoderoso, fuente y origen de la vida, bendice ésta agua (hacer la señal de la cruz sobre el agua) que vamos a usar con fe para implorar el perdón de nuestros pecados, renovar nuestro bautismo y alcanzar tu ayuda contra toda enfermedad y asechanza del mal. Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.

(Mojamos nuestro dedos en el agua y nos santiguamos).

Gloria a Dios en los cielos...

Oración colecta

Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del Bautismo que nos ha purificado, del Espíritu que nos ha hecho renacer y de la Sangre que nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 42-47

Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24)

R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.

Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó;

el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho ha sido un milagro patente.

Este es el día que hizo el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

Oración-homilía:

Jesús resucitado:

Contemplamos hoy una de las primeras reuniones de tu Iglesia;

tu muerte no ha dado muerte a tu grupo, a tu comunidad;

tu Amor, presente, vivo, sigue recreando la fraternidad del Padre.

Están desconcertados, tienen mucho miedo:

creen que pueden ser detenidos y ejecutados como Tú;

algunos huyen de la comunidad en busca de otra vida;

otros están reunidos “en una casa con las puertas cerradas”.

La fe en tu amor les está poniendo en pie:

hombres y mujeres, todos discípulos, reviven tus palabras:

no os dejaré huérfanos, volveré a vosotros.

Dentro de poco, el mundo no me verá;

pero vosotros me veréis y viviréis,

porque yo sigo viviendo” (Jn 14,18ss).

Tu Amor se hizo presente, como hoy en nuestra eucaristía:

te pones en medio” del grupo, como fuente de vida y de unidad; 

no sienten reproches lógicos por su huida, su abandono, su miedo;

ni una queja a Pedro, el amigo a quien querías confiar el grupo,

quien negó ser tu discípulo (Jn 18, 17ss) e incluso conocerte (Lc 22, 56ss);

tu presencia es Amor que “disculpa, confía, espera, aguanta sin límites” (1Cor 13, 7);

tu presencia es Amor que lleva paz, alegría, perdón... inmerecidos.

Paz a vosotros”, les intimas en lo más profundo de su ser:

recuerdan “las manos y el costado”, cicatrices del Amor;

se llenan de alegría”, al experimentar tu promesa:

volveré a veros, yse alegrará vuestro corazón,

y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16, 22).

Tu Amor, lleno de paz y alegría, “sopló sobre ellos:

es el aliento de tu Espíritu que llama a la misión:

Como el Padre me ha enviado así también os envío yo;

recibid el Espíritu Santo;

a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados;

a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.

El mismo Espíritu alienta hoy a quien escucha el Evangelio:

perdonad pecados... retened pecados”;

el grupo cristiano sigue ofreciendo el amor del Padre;

obtiene la misma respuesta que el amor de Jesús;

hay quien lo acepta y entra en el grupo cristiano;

la comunidad le dice que su pasado ya no pesa sobre él;

el Espíritu le perdona y da la nueva vida del amor gratuito;

el Espíritu cura la inseguridad y el miedo ante la vida:

activando la confianza en el amor del Padre.

A los que rechazan el amor del Padre:

les hacen conscientes de su actitud;

la casa del Amor estará siempre abierta,

como el hogar del Padre, que espera la vuelta del hijo

que libremente la abandonó.

Jesús Resucitado:

¡“Señor mío y Dios mío”!;

tu Amor es nuestra paz,

el fundamento, la confianza radical de nuestra vida.

Rezamos el “Creo en Dios Padre,todopoderoso, creador del cielo y de la tierra...”.

Preces de los Fieles(D. 2º Pascua 19.04.2020):

Estamos viviendo una “aparición” del Resucitado. Oímos sus palabras y sentimos su Amor sin límites. Nos perdona y nos entrega su mismo Espíritu: Espíritu de paz, reconciliación, cuidado de los más débiles... Pidamos experimentar estas realidades diciendo: Señor mío y Dios mío”.

Por la Iglesia universal:

- que brille como casa del Amor sin límites;

- que busque la paz y la vida humana más que su propia vida.

Roguemos al Señor: Señor mío y Dios mío”.

Por los gobernantes:

- que procuren libertad y vida para todos, como quería Jesús;

- que escuchen el clamor del hambre, la enfermedad, la injusticia...

Roguemos al Señor: Señor mío y Dios mío”.

Por quienes presiden nuestras comunidades:

- que “hablen y actúen” como el mismo Cristo;

- que “renuncien al poder... para transparentar el auténtico rostro de la Iglesia”.

Roguemos al Señor: Señor mío y Dios mío”.

Por las intenciones del Papa (abril 2020):

- que consigamos la “liberación de las adicciones;

- que “todas las personas adictas sean bien ayudadas y acompañadas”.

Roguemos al Señor: Señor mío y Dios mío”.

Por los desamparados, “vicarios” de Jesús:

- que veamos en ellos al Señor hambriento, enfermo, encarcelado...;

- que encontremos en ellos la paz y la alegría del Resucitado.

Roguemos al Señor: Señor mío y Dios mío”.

Por nuestra comunidad celebrante:

- que seamos de verdad una comunidad de vida;

- que sintamos, hoy y aquí, la alegría y la paz del Resucitado.

Roguemos al Señor: Señor mío y Dios mío”.

Bendice, Jesús resucitado, esta celebración. Danos a sentir tu presencia. Llena nuestro corazón de tu amor y fuerza para ser testigos tuyos. Tú, que vives por los siglos de los siglos. Amén.

Preparación de las ofrendas(Ponemos en el centro de la mesa el pan y el vino)

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan y este vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: ellos será para nosotros pan de vida y bebida de salvación. Bendito seas por siempre, Señor.

Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.

El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. Amén.

Oración sobre las ofrendas:

RECIBE, Señor, las ofrendas de tu pueblo para que, renovados por la confesión de tu nombre y por el bautismo, consigamos la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

  1. Plegaria eucarística:

El Señor esté con vosotros... Levantemos el corazón... Demos gracias al Señor, nuestro Dios...

Te damos gracias, Señor y Padre nuestro, te bendecimos y te glorificamos, porque has creado todas las cosas y nos has llamado a la vida.

Tú nunca nos dejas solos, te manifiestas vivo y presente en medio de nosotros.

Ya en tiempos antiguos guiaste a Israel, tu pueblo, con mano poderosa y brazo extendido, a través de un inmenso desierto.

Hoy acompañas a tu Iglesia peregrina, dándole la fuerza de tu Espíritu.

Por medio de tu Hijo nos abres el camino de la vida, para que, a través de este mundo, lleguemos al gozo perfecto de tu reino.

Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo...

Te glorificamos, Padre Santo, porque estás siempre con nosotros en el camino de la vida, sobre todo cuando Cristo, tu Hijo, nos congrega para el banquete pascual de su amor. Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús, él nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.

Te rogamos, pues, Padre todopoderoso, que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.

Él mismo, la víspera de su Pasión, mientras estaba a la mesa con sus discípulos tomó pan, te dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:

TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS.

Del mismo modo, tomó el cáliz lleno de vino, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo:

TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Éste es el sacramento de nuestra fe. Anunciamos tu muerte, proclamamos...

Por eso, Padre de bondad, celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación, y proclamamos la obra de tu amor: Cristo, tu Hijo, a través del sufrimiento y de la muerte en Cruz, ha resucitado a la vida nueva y ha sido glorificado a tu derecha.

Dirige tu mirada, Padre santo, sobre esta ofrenda; es Jesucristo que se ofrece con su Cuerpo y con su Sangre y, por este sacrificio, nos abre el camino hacia ti.

Señor, Padre de misericordia, derrama sobre nosotros el Espíritu del Amor, el Espíritu de tu hijo.

Fortalécenos con este mismo Espíritu a todos los que hemos sido invitados a tu mesa, para que todos nosotros, pueblo de Dios, con nuestros pastores, el Papa N., nuestro Obispo N., con los presbíteros y los diáconos, caminemos alegres en la esperanza y firmes en la fe, y comuniquemos al mundo el gozo del Evangelio.

Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los demás difuntos, cuya fe sólo tú conociste; admítelos a contemplar la luz de tu rostro y llévalos a la plenitud de la vida en la resurrección.

Y, cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, recíbenos también a nosotros en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria.

En comunión con la Virgen María, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorificamos. Por Cristo, Señor nuestro.

Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

  1. Comunión

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro...

Líbranos de todos los males, Señor y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

- Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: 'La paz os dejo, mi paz os doy', no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. - Amén.

La paz del Señor esté siempre con vosotros. - Y con tu espíritu.

Nos damos fraternalmente la paz.

- Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros....

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbranos, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas nuestras culpas y de todo mal. Concédenos cumplir siempre tus mandamientos y jamás permita que nos separemos de ti.

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

- Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo nos guarden para la vida eterna. Amén.

Acción de gracias en silencio o que cada uno lo exprese como le salga del corazón.

Oración después de la comunión

CONCÉDENOS, Dios todopoderoso, que el sacramento pascual recibido permanezca siempre en nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.

Podemos ir en paz...

Leganés (Madrid), 19 abril 2020

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