Que nuestras iglesias, Cristo resucitado, acepten a hombres y mujeres, casados y solteros, con carisma y espíritu, como servidores de cualquier ministerio Domingo 3º de PASCUA “CONFINADA” (26.04.2020)

La comunión espiritual produce la misma gracia que la llamada “sacramental”

Toda comunión con Cristo es espiritual, pues en ella recibimos el Cuerpo y Sangre de Cristo resucitado, “convertido en espíritu vivificante” (1Cor 15,45). Son diversas presencias del Señor resucitado. Leamos algunos testimonios:

- Guillermo de Saint-Thierry, teólogo y místico del s. XII, defensor de la unión del amor y razón para creer en el Dios revelado en la Biblia:

“La gracia del sacramento está siempre disponible y pueden actuarla, tocarla y recibirla para la propia salvación..., aquellos de los que se ha dicho: “Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo elegido para anunciar las alabanzas de aquel que os sacó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pe 2, 9) (…). Si la quieres y la deseas con toda sinceridad, tienes esta gracia disponible en tu celda a todas las horas, tanto de día como de noche. Cuantas veces te unes fiel y piadosamente a este acto en memoria del que padeció por ti, otras tantas comes su cuerpo y bebes su sangre...” (Epistola ad fratres de Monte Dei, 117.119).

- S. Tomás de Aquino sobre la comunión espiritual:

“Es tal la eficacia de su poder que con sólo su deseo recibimos la gracia, con la que nos vivificamos espiritualmente” (STh III, q. 79 a.1 ad 1).

- Ch. Baumgartner, S. J., teólogo, autor de tratados sobre la Gracia, sobre el pecado original:

“La comunión espiritual es con toda verdad una comunicación personal con Cristo. Produce la gracia sacramental de la Eucaristía de manera no sacramental” (La gracia de Cristo, Herder, Barcelona 1969, 251).

Celebración familiar

Tras santiguarse, se bendice el agua (texto en domingo 2º Pascua)

Gloria a Dios en los cielos...

Oración colecta

Dios nuestro, que tu pueblo se alegre siempre por la nueva vida recibida, para que, con el gozo de los hijos, aguarde con firme esperanza el día de la resurrección final. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (24, 13-35)

Comentario: “Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos” (Lc 24,13-35)

El encuentro de Emaús es una catequesis del evangelio de Lucas. El objetivo es experimentar a Cristo resucitado, que acompaña siempre, especialmente en situaciones de tribulación y  vacío interior, falta de pasión por la vida y de compasión por los demás, quebrantamiento apostólico, desánimo ante las dificultades personales, eclesiales, sociales. Jesús abre la mente y calienta el corazón con su palabra y con su vida resucitada.

Jesús les desmonta la idea de Mesías triunfante, nacionalista, político.¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?”. La salvación se realiza en la verdad de la vida: “hecho semejante a los seres humanos, reconocido como persona humana por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,7s), “amar como el Padre nos ama” (Jn 15,9)  y “ponerse en las manos del Padre” (Lc 22,42; 23,46). En el “pan compartido” les da a conocer su presencia resucitada en el Amor verdadero, real, el que no pasa de largo ante el hermano herido. Es el amor que ora al Padre como hijo y hermano. Amor que dialoga con la Palabra y revive la Cena del Señor, en compromiso con toda necesidad (He 2,42; 4,32ss).

La Iglesia continúa esta pastoral cercana de Jesús:

“Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza” (GS 4).

¿Cómo se acercaría hoy Jesús a nuestra sociedad? ¿Cómo animaría a las personas, que se sienten incomprendidas, marginadas, despreciadas... hoy? Miremos evangélicamente a estas personas:

- mujer discriminada por ser mujer, en la sociedad y en la misma Iglesia;

- sacerdotes casados, que quieren ejercer el ministerio, pero una ley no evangélica lo impide;

- los divorciados vueltos a casar, impedidos para comulgar, aunque se sienten a la mesa;

- los homosexuales, denigrados y vetados para ejercer su condición natural;

- los enfermos de sida, que usan preservativos en su relación sexual...

Muchos de estos hermanos han dejado la comunidadcristiana, como Cleofás la iglesia de Jerusalén. Se alimentan del Evangelio, incluso se reúnen y hacen “memoria” del Amor de Jesús. Llaman a las puertas de la Iglesia, pero ésta, sus dirigentes, no responde con el Evangelio, sino con sus Leyes (CDC). Esta catequesis de Lucas pone en cuestión el proceder eclesial con los que dejan la vida comunitaria cristiana, que un día compartían. Jesús claramente les sale al encuentro, les abre el alma y les entrega todo su amor. Así “las primeras comunidades y el Espíritu Santo decidieron no imponer más cargas de las indispensables” (He 15, 28).

Oración: Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos”(Lc 24,13-35)

Jesús resucitado, con la resurrección has hecho realidad tu promesa:

no os dejaré huérfanos: volveré a vosotros” (Jn 14,18).

Tu resurrección te ha hecho “cuerpo espiritual” (1Cor 15,44):

te ha transformado en cuerpo glorioso” (Flp 3,21)

te ha ensanchado en presencia ilimitada;

te ha constituido en “espíritu vivificante” (l Cor 15,45);

en amor divino siempre en acción:

enderezando este “palo torcido” de nuestra libertad limitada;

haciéndonos “hombres nuevos”, como Tú;

convirtiéndonos de egoístas en solidarios.

Hoy te contemplamos:

acercándoteen persona y caminando con nosotros”;

“sabiendo de nuestro caos y vaciamiento interior:

de nuestro deseo de vivir sin padecer,

de la falta de pasión o interés por la vida,

de sobras de pulsiones hacia nuestra felicidad y hedonismo,

de la incapacidad de vibrar con los peor tratados por la vida”, 

de pensar que “he consumido mis fuerzas para nada” (Is 49,4).

A Ti, Cristo resucitado, no podemos decirte que

eres el forastero que no sabe lo que ha pasado... estos días” (v. 18);

son “nuestros ojos los incapaces de reconocerte” (v. 16);

hemos ido creando estructuras de dominio, ajenas a tu evangelio;

nos hemos revestido de normas protectoras del más fuerte;

la abundancia informativa nos insensibiliza tu presencia;

no tenemos tiempos ni espacios para la comunicación cordial;

sabemos más del mundo “rosa” que de los más próximos;

nos ha invadido un cierto miedo por los diferentes o extraños.

Te necesitamos a Ti, Cristo resucitado:

para que aceptemos tu Espíritu de amor a todos, no sólo a los amigos;

para que veamos la vida con los ojos de los más débiles;

para que tengamos apertura evangélica, universal, humana;

para que comprendamos la diferencia, las opciones diversas;

para que la libertad evangélica supere la ley eclesiástica;

para que nuestras iglesias acepten a hombres y mujeres, casados y solteros,

con carisma y espíritu, como servidores de cualquier ministerio.

Cristo resucitado, presente en nuestras iglesias, en nuestra vida:

queremos abrir nuestro oído y corazón para escucharte y entenderte;

queremos encontrar tiempos y espacios para los demás;

queremos la igual dignidad de todos, “uno en Cristo” (Gál 3,28);

queremos vivir de tu palabra, de tu bienaventuranza, de tu acción;

queremos tu pan, tu cuerpo compartido, tu vida entregada.

Aceptamos, Señor, tu sabiduría:

compartiendo tu pasión por la vida y los hermanos;

activando nuestros caminos con tu amor infinito;

encorajinándonos para superar cualquier imposición antievangélica.

Creo en Dios Padre todopoderoso...

Preces de los Fieles:

En el evangelio de hoy, a dos discípulos que huían de la comunidad, les sale al encuentro Jesús resucitado: “mientras conversaban” (en el original griego: “en la homilía” v. 15), “les ardía el corazón mientras les hablaba y explicaba las Escrituras” y “sentado a la mesa con ellos..., al partir y darles el pan, lo reconocieron”. Pidamos que suceda ahora lo mismo, diciendo: “que arda nuestro corazón en tu presencia, Señor.

Por quienes presiden la Iglesia:

- que “no apaguen el Espíritu” (1Tes 5,19), respetando los diverso carismas;

- que “no impongan más cargas que las indispensables” (He 15,28).

Roguemos al Señor:que arda nuestro corazón en tu presencia, Señor.

Por quienes trabajan en la misión:

- que aviven “el amor primero” escuchando la Palabra de vida;

- que comulguen con el Espíritu de Cristo resucitado.

Roguemos al Señor:que arda nuestro corazón en tu presencia, Señor.

Por quienes dudan de la fe:

- que el amor de la comunidad les ayude;

- que escuchen al Espíritu de Jesús que llevan dentro.

Roguemos al Señor:que arda nuestro corazón en tu presencia, Señor.

Por las intenciones del Papa (abril 2020):

- que consigamos la “liberación de las adicciones”;

- que “todas las personas adictas sean bien ayudadas y acompañadas”.

Roguemos al Señor:que arda nuestro corazón en tu presencia, Señor.

Por quienes ejercen el servicio de la caridad:

- que consideren a los necesitados como “vicarios” de Cristo;

- que se sientan hermanos y solidarios con más débiles.

Roguemos al Señor:que arda nuestro corazón en tu presencia, Señor.

Por quienes estamos concelebrando la eucaristía:

- que “conversemos” confiadamente la Palabra de Dios;

- que reconozcamos a Cristo al partir el pan y beber de la copa.

Roguemos al Señor: que arda nuestro corazón en tu presencia, Señor.

Reconocemos, Cristo Jesús, Señor y Dios mío, tu presencia en medio de nosotros. Que nos dejemos llevar de tu Espíritu para salir al encuentro de quienes dejan la fraternidad, y seguir compartiendo con ellos la vida. Tú, que vives por los siglos de los siglos. Amén.

Preparación de las ofrendas (texto en domingo 2º Pascua)

Oración sobre las ofrendas

Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia desbordante de alegría y después de haberle concedido el motivo de un gozo tan grande, concédele participar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Plegaria eucarística (texto en domingo 2º Pascua)

Comunión (texto en domingo 2º Pascua)

Oración después de la comunión:

Padre, mira con bondad a tu pueblo, y, ya que lo has renovado con los sacramentos de la vida eterna, concédele alcanzar la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.

Leganés (Madrid), 26 abril 2020.

Volver arriba