En “la casa” de Jesús, la nueva familia, la Iglesia del amor gratuito, donde los preferidos son los más débiles, donde María es madre y hermana de todos, encontramos a Dios humanizado y lo adoramos EPIFANÍA DEL SEÑOR (06.01.2020): Jesús, estrella de nuestra vida

Ayúdanos, Señor, a descubrir la estrella de la Vida

Comentario: Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría” (Mt 2, 1-12).

El capítulo segundo del evangelio de Mateo narra las reacciones ante la “epifanía” (manifestación) de Dios en Jesús. Medio capítulo (2,1-12) muestra la acogida de los no judíos (llamados “gentiles”), representados en los magos orientales. Los últimos versículos (2,13-23) se hacen eco del rechazo y persecución de las autoridades judías. La narración contesta una doble pregunta: ¿Dónde está el rey de los judíos? ¿Cómo adorarle sin ser judío? La respuesta gira en torno a dos ciudades: Belén y Jerusalén. La primera indica la identidad de Jesús como hijo de David (Mi 5, 5; 2Sam 5, 2), pastor de Israel. Jerusalén simboliza el poder civil y religioso judío.

En la base del relato está la creencia popular de que el nacimiento de cada persona está marcado por el nacimiento de una estrella. Los astrólogos de Mesopotamia (Iraq) y Persia (Irán) tenían fama de ser los mejores. Desde estas culturas, presentes en la Biblia (Núm 24,17: “avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel”), el autor de Mateo organiza el relato: unos hombres de países lejanos perciben una estrella singular que les indica un nacimiento singular. A pesar del texto del profeta Miqueas (5,1), Herodes y las autoridades religiosas no reconocen al niño nacido en Belén como Mesías. Los magos de Oriente encuentran al Señor. Se cumple así el plan salvador expresado en Isaías 60 y Salmo 71, leídos hoy. Mateo narra un itinerario de encuentro con Jesús. Más parábola que relato histórico. Primero, actitud de búsqueda. Valorar indicios, señales, que hacen pensar y ayudan a encontrar luz (“estrella”) y sentido de vida. De pregunta en pregunta, guiados por “estrellas” aparecidas y caídas. En la Biblia hay palabras proféticas: “Ytú, Belén Efratá , pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernara Israel” (Miq 5,1). “Entran en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron” (Mt 2,12).

Es una catequesis sobre la manifestación de Dios en Jesús de Nazaret: “A Dios nadie le ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”(Jn 14,9). Dios se ha acercado en Jesús de Nazaret, “hecho semejante a los seres humanos” (Flp 2,7). Es el “Dios con nosotros”, el Emmanuel. En la mitología griega, los “titanes”, seres llenos de fuerza y coraje, escalaban el cielo y se apoderaban de secretos y privilegios de los dioses. En la Biblia, Dios sale a nuestro encuentro: “llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti..., lo verás y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará” (Is 60, 1-5). Jesús, la mejor manifestación de Dios, no invalida otras manifestaciones como la naturaleza, la historia, la conciencia humana en sus diversos modos de ser y actuar (arte, ética, ciencia, historia...). En “la casa” de Jesús, la nueva familia, la Iglesia del amor gratuito, donde los preferidos son los más débiles, donde María es madre y hermana de todos, encontramos a Dios humanizado y lo adoramos.

Se retiraron a su tierra por otro camino”, es la conclusión del itinerario. Jesús nos devuelve a la vida de cada día con una mentalidad nueva. La vida se convierte en otro camino, en compañía del Espíritu de Jesús, en comunidad libre y fraterna, en oración personal y comunitaria, con su palabra y sacramentos, con los débiles y necesitados, en la espera del encuentro definitivo con el Padre.                                                                                       

Oración: al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría” (Mt 2, 1-12)

Hoy, Jesús del evangelio, celebramos tu misión universal:

el evangelista Mateo conoce las conversiones de los no judíos; 

adivinaba la luz brillando en su mente y en su corazón;

veía cómo se amaban, siguiendo a Jesús (Jn 13,35); 

compartían bienes y alegría al creer y bautizarse. 

La parábola de los magos de Oriente narra el camino:

recrea la búsqueda de verdad, alegría y sentido;

valora los indicios y signos de tu presencia amorosa;

encuentra y comparte los regalos de “tu casa”;

halla tu palabra, conservada en el corazón de María, tu madre;

acepta tu vida resucitada, siempre Dios-con-nosotros (“Emmanuel”);

adora y se compromete con el Reino del Padre.

“La estrella” es la vida en “enamorada compañía”:

la Presencia Creadora que nos está regalando la vida;

el Amor que envuelve e inspira “obras tuyas, y aún mayores” (Jn 14,12);

el Amor que es “roca, alcázar,libertador, Dios mío, peña mía,

refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte” (Sal 18,3).

Esta confianza en tuAmor:

nos guía por situaciones oscuras;

nos abraza a la vida, a toda vida;

nos vincula con todas las personas;

nos incita a luchar por la vida dichosa;

nos alegra con todo avance de la vida;

nos arrodilla ante la necesidad y cuidado de la vida;

nos mantiene la esperanza de que la vida no termina.

Los reyes magos expresan la búsqueda de la Vida:

habla de personas sinceras y deseosas de sentido pleno,

de verdad y de justicia para todos,

de libertad y de amor desinteresado,

de alegría y de horizontes infinitos...

¡Cuántos han encontrado la Vida en ti, Jesús!:

personas como Agustín de Hipona en su deseo infinito de vida; 

Ignacio de Loyola en su contemplación activando un mundo mejor; 

Teresa de Ávila y Juan de la Cruz volviendo al puro evangelio; 

Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer en los pobres de la India;

Julio Pinillo en los sacerdotes casados, marginados por la Iglesia...

Al fiarse de ti descubrieron una inmensa alegría:

encontraron sentido profundo su quehacer a favor de la vida;

la tristeza, el desencanto, el fracaso...

dejaron de pertenecer a su horizonte vital.

Ayúdanos, Señor, a descubrir la estrella de la Vida:

a encontrar tu casa, con tu madre y los hermanos;

a intimar tu amor apasionado por la libertad y la salud;

a suprimir el sufrimiento, no exigiendo más de lo necesario;

a reavivar tu Espíritu de amor, de verdad, de vida para todos...;

a reconocer en todo ser humano signos de tu presencia;

a acoger palabras, culturas, sabidurías..., que mejoran la vida.   

Preces de los Fieles (Epifanía del Señor 06.01.2020)

Jesús, Hijo de Dios y del Hombre, quiere dar vida a todos. Que su Amor sea “epifanía” o manifestación clara depende de todos los que le conocemos, de quienes nos llamamos “cristianos”, miembros de su Iglesia. Pidamos ser su “epifanía”, diciendo: “queremos ser hermanos de todos.

Por la Iglesia:

- que su vida, sus normas de convivencia, manifiesten Amor;

- que “amemos eficazmente a Cristo hermano en todas las personas” (GS 93).

Roguemos al Señor: queremos ser hermanos de todos.

Por el diálogo en la Iglesia:

- “que se promueva en la Iglesia la mutua estima, el respeto, la concordia;

- que se reconozcan todas las diversidades evangélicamente legítimas” (GS 92).

Roguemos al Señor: queremos ser hermanos de todos.

Por las intenciones del Papa (Enero 2020):

- que “los cristianos, los que siguen otras religiones y

las personas de buena voluntad,

promuevan la paz y la justicia en el mundo”.

Roguemos al Señor: queremos ser hermanos de todos.

Por los niños:

- que sean iniciados en el amor, especialmente a los más débiles;

- que les demos ejemplo de honradez y sentido de la vida.

Roguemos al Señor: queremos ser hermanos de todos.

Por los más débiles de nuestra sociedad:

- que sientan nuestra comprensión y ayuda;

- que tengan fortaleza para superarse y encontrar soluciones.

Roguemos al Señor: queremos ser hermanos de todos.

Por esta celebración:

- que sintamos abiertamente nuestra fe en Jesús, luz del mundo;

- que nos llene de alegría la comunión con su vida.

Roguemos al Señor: queremos ser hermanos de todos.

Agradecemos, Señor, el regalo de nuestra fe en tu Amor. Queremos vivir siempre acompañados por tu presencia resucitada. Danos fortaleza para amar como tú a todas las personas que nos encontramos en la vida. Por Jesucristo, Hijo tuyo y hermano nuestro, que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés 6 enero 2020

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