Estas actitudes - “Prefiero estar muerto o dimitir” (Pablo VI) y “Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley del celibato”- no reflejan el Espíritu de Jesús No es Evangelio: “Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley del celibato”

“Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los Doce”

El Papa Francisco decide seguir a Pablo VI sobre la ley del celibato. Él -único sujeto decisorio- no decidirá el cambio. Según el arzobispo Leonardo Sapienza, regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, “el Papa Francisco repite que Pablo VI es su maestro” (Religión en Libertad. 22 de noviembre de 2020). Lo aclaró en el vuelo de regreso de Panamá (28 enero 2019), tras la Jornada Mundial de la Juventud: “En el rito latino, me viene a la mente una frase de San Pablo VI: 'Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley del celibato'. Me ha venido a la mente y quiero decirla, porque es una frase valiente. En un momento más difícil que este, se estaba en los años 68-70”.

Sapienza intentó buscar la frase en escritos de Pablo VI. Al no encontrarla, preguntó al Papa por el origen de dicha frase. Dijo “haberla oído decir a varias personas”, pero no sabía su origen exacto. Los archiveros de la Secretaría de Estado dieron con la idea. Era una frase similar conservada en la Secretaría de Estado, en la transcripción de audiencia de Pablo VI con el cardenal B. Alfrink, arzobispo de Utrecht en 10 y 11-VII-1970.

Alfrink quería convencer al Papa de la ordenación de hombres casados y readmisión de sacerdotes casados al ministerio:

“El Papa: piensa que hay que mantenerse firme.

Cardenal Alfrink: Pero la razón impresionante es que no hay más candidatos al sacerdocio; insiste en el sacerdocio para casados.

El Santo Padre: sería algo que se extendería inmediatamente: no debe hacerse. El Papa tiene la visión, la responsabilidad; pensaría que está traicionando a la Iglesia.

Alfrink reacciona: Dejar a la Iglesia sin sacerdotes es un gran ‘malheur’ (desgracia, infortunio…); es una situación que se da en Holanda, pero también en otros lugares. Esta forma de ayudar a la Iglesia puede ser algo bueno.

Santo Padre: El problema es complejo. En las misiones, las voces más autorizadas están en contra. Hay algún remedio en la admisión del diaconado uxorato. Ciertamente falta ministerio sacerdotal. La situación puede estudiarse colegialmente. Tal tema debe reservarse para un sínodo. Pero eso llevaría al menos dos años.

Alfrink: claro que es largo, pero la Iglesia es eterna. Somos los primeros en Europa en conocer esta escasez, que ya existe en América Latina….

Santo Padre: Sería profundizar en el análisis del problema; los Obispos no tienen clero y quieren llamarlos uxorati. Pero introducen un cambio de concepto, una decadencia de la que ya no se recupera.

Alfrink: establecer criterios.

Santo Padre: no está convencido.

Alfrink: estos hombres existen; los conocemos y reconocemos sus cualidades.

Santo Padre: que hagan el apostolado seglar.

Alfrink: los necesitamos. Hay que estudiar el problema. No espero respuesta esta tarde.

Papa: no quisiera dar una esperanza «falaz» ...

Alfrink: algunas partes de la Iglesia pueden encontrarse en situaciones similares.

Santo Padre: Yo no tendría la conciencia tranquila. Sería un trastorno de la disciplina de la Iglesia latina.

Alfrink: Yo no soy tan pesimista…

Santo Padre: no puede haber doble clero.

Alfrink: ¿cree que ya no habría clero célibe?

Santo Padre: no. Tendríamos sacerdotes absorbidos por otras tareas, familia, trabajo…

Alfrink: estudio más profundo.

Santo Padre: La Comisión Teológica estudiará las cuestiones que serán objeto del Sínodo de 1971, pero éstas aún no han sido fijadas. Este será, sin duda, uno de los puntos. Pero, en aras de la sinceridad, no quiero darles la esperanza de que se decidirá sobre el clero casado. No quiero decidir solo, porque mi opinión sería negativa; pediré la opinión de los demás Hermanos en el Episcopado. Esto sería para casos extremos, no sería la regla, ni la norma. Sería la ruina.

Alfrink: mantener el celibato y al lado buscar vocaciones de hombres maduros casados.

Santo Padre: ¿Cree que una ley así de la Iglesia se mantendrá? ¿O se dirá ‘se puede estar casado y ser un buen sacerdote’? Prefiero estar muerto o dimitir.”.

El Papa Francisco, tras leer la transcripción, cuenta Sapienza, “me transmite el expediente, con una nota manuscrita, en la que escribe: «Esto se parece al ‘dar la vida’ [que recordaba]. Pienso lo mismo que San Pablo VI, sólo que con una diferencia: es un santo». Y concluye con un comentario humorístico: «… y ni se te ocurra casarte»” (Leonardo Sapienza: “Pablo VI – Non esistono lontani”. Edizioni San Paolo 2020).

Este es el pensamiento de Pablo VI: “hay que mantenerse firme. Sería algo que se extendería inmediatamente: no debe hacerse… Pensaría que está traicionando a la Iglesia. Tal tema debe reservarse para un sínodo. Introduce un cambio de concepto, una decadencia de la que ya no se recupera. No está convencido. Que hagan el apostolado seglar (los sacerdotes secularizados). Yo no tendría la conciencia tranquila. Sería un trastorno de la disciplina de la Iglesia latina. No puede haber doble clero. No habría clero célibe. Tendríamos sacerdotes absorbidos por otras tareas, familia, trabajo… No quiero decidir solo, porque mi opinión sería negativa; pediré la opinión de los demás Hermanos en el Episcopado. Esto sería para casos extremos, no sería la regla, ni la norma. Sería la ruina. ¿Cree que una ley así de la Iglesia se mantendrá? ¿O se dirá ‘se puede estar casado y ser un buen sacerdote’? Prefiero estar muerto o dimitir.”.

Ninguna de estas frases - “Prefiero estar muerto o dimitir” (Pablo VI) y “Prefiero dar la vida antes que cambiar la ley del celibato”- reflejan el sentir de Cristo Jesús ni del Nuevo Testamento. Más bien reflejan actitudes propias de integrismos religiosos. Como grandes poses para exaltar la actitud idolátrica ante el paradigma eclesial clerical, latino, masculino, propio de la cultura medieval. Contradicen claramente el principio de Jesús: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27).

Supone dar valor de vida o muerte espiritual a la ley humana, divinizarla, constituirla eterna y prestarle una fidelidad inquebrantable. Se reviste una decisión humana de la obligatoriedad propia de la voluntad de Dios. “El Nuevo Testamento, que conserva la doctrina de Cristo y de los apóstoles, no exige el celibato de los sagrados ministros, sino que lo propone como obediencia libre a una especial vocación o carisma (cf. Mt 19, 11-12). Jesús mismo no puso esta condición previa en la elección de los Doce, como tampoco los Apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas (cf. 1 Tim 3, 2-5; Tit 1, 5-6)” (Enc. Sacerdotalis caelibatus 5). Y el Vaticano II dejó claro que el celibato “no es exigido ciertamente por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva [1Tim 3,2-5; Tit 1,6] y por la tradición de las Iglesias orientales” (PO 16).

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