Documento de mucha verdad, habla llana, provocativo para todos La Fase Continental del Sínodo  “abre horizontes de esperanza”

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Hace unos días, el 27 de octubre pasado, se publicaba el “Documento para la Fase Continental del Sínodo”. Su lectura me ha producido esperanza. Cierto, como han dicho los presentadores, que no es la conclusión sinodal, ni tiene valor magisterial, ni es resultado de una encuesta científica, ni propone estrategias, objetivos o ideas teológicas ya logradas. Sólo es un documento “orientativo, de trabajo, de referencia para la nueva etapa del proceso sinodal”. Pero documento de mucha verdad, habla llana, provocativo para la Iglesia y la gente de nuestro tiempo. Intentaré comentarlo en post sucesivos.

A entenderlo mejor me ha servido la entrevista del L'Osservatore Romano (28.10.2022) al Relator general del Sínodo, cardenal Jean-Claude Hollerich. También me han ayudado las intervenciones en la Conferencia de prensa de presentación del documento: cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo, los ponentes (el profesor de Teología en el Instituto Universitario "Sophia" de los Focolares, Piero Coda; el jesuita Giacomo Costa, consultor de la Secretaría General del Sínodo y Jefe del Grupo de Trabajo para elaborar el Documento) y la experta en comunicación Anna Rowlands. También se conectó desde Japón el cardenal Hollerich (Cf. Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano 28.10.2022).

El Relator general del Sínodo,Jean-Claude Hollerich, es arzobispo de Luxemburgo, presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea y vicepresidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa. Le dicen “liberal”. No comparto esta apreciación. Le creo un creyente “radical” del Evangelio. Lo esencial es atenerse al Evangelio: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables” (He 15,28). Veamos algunas declaraciones suyas.

- En el periódico la Croix International (24.01.2022), dice: “hay que preguntarse con franqueza si un sacerdote debe ser necesariamente célibe. Tengo una opinión muy alta del celibato. Pero, cabe demandarse: ¿es esencial? He casado a diáconos en mi diócesis que ejercen el diaconado de forma maravillosa, hacen homilías con las que de verdad tocan a las personas: más fuertemente que nosotros célibes. ¿Por qué no tener también sacerdotes casados? Si un sacerdote no puede vivir esta soledad, hay que entenderlo, no condenarlo”. Ésto es “anular el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición” (Mc 7,9).

- La doctrina católica de la homosexualidad: “Creo que el fundamento sociológico -científico de esta enseñanza ya no es cierto... Es hora de hacer una revisión fundamental de la doctrina... El Santo Padre dice que la Iglesia no puede aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero sí puede apoyar leyes de uniones civiles destinadas a dar a las parejas homosexuales derechos conjuntos de pensiones, atención médica, herencia... Es un error despedir a trabajadores de la Iglesia por ser gays” (KNA 03.02.2.2022).

- Sobre la orientación del Sínodo, en una entrevista del L'Osservatore Romano (28 octubre 2022): “la fase de preparación... pone de manifiesto la urgencia de un cambio de ritmo en la pastoral: siendo firmes en el Evangelio, debemos ser capaces de anunciarlo al hombre de hoy, que lo ignora mayoritariamente. Esto implica una disposición a dejarnos transformar también nosotros mismos”.

Me parecen muy provocativas, en el mejor sentido de la palabra (pro-vocación: llamada en favor) estas afirmaciones del cardenal: “no hablamos lo suficiente de la misión de la Iglesia. Que es proclamar el Evangelio... Somos observados y evaluados en el mundo por cómo vivimos el Evangelio... Lo que importa es la coherencia con el Evangelio... Los que están fuera de la Iglesia a veces entienden mejor el Evangelio que los que están dentro de ella”. Estas frases recuerdan a Soren Kierkegaard, el pensador cristiano que sufría “un terrible dolor oculto: la convicción de que ni la Iglesia ni los creyentes quieren atender al Evangelio... El cristianismo sólo puede practicarse a imitación de Cristo”. Se consideraba un “espía al servicio del Dios”, que descubre el pecado de las Iglesias: llamarse cristianas sin serlo. Dice que cuando lo ridículo no provoca risa es porque lo consideramos lógico y natural. Es una hipocresía inhumana y, por supuesto, evangélica. Sucede en una catedral de su tiempo: “comparece el ilustrísimo, reverendísimo Predicador privado general superior de la Corte, el joven elegido por el mundo ilustre; comparece ante un círculo elegido, entre elegidos, y predica conmovido sobre un texto que él ha elegido: `Dios ha elegido a lo vil y lo menospreciado del mundo´ (1Cor 1,28). Y no hay nadie que se ría” (El instante. Madrid. Trotta. 2012, p. 95). Tal anomalía sigue ocurriendo ante los títulos y vestimentas pintorescos de los jerarcas de la Iglesia. Llaman a un ser humano: Santidad, Eminencia, Beatitud..., “¡y no hay nadie que se ría!”. La risa viene en el libre carnaval.

Como Relator denuncia: “en las dificultades registradas en los sínodos de los distintos países ha influido una cierta defensa instintiva de su estatus por parte del clero y, por otro lado, una persistente actitud delegadora por parte de los laicos... El sacerdocio bautismal no quita nada al sacerdocio ministerial... Todos los sacerdotes debemos entender que no hay sacerdocio ministerial sin un sacerdocio universal de los cristianos, porque se origina en éste. Soy muy consciente de que la dificultad de asimilar un concepto, al fin y al cabo tan elemental, se ve entorpecida por una formación sacerdotal que aún persiste en una `diversidad ontológica´ que no existe. Los teólogos deben ponerse a trabajar en esto y dar definiciones más certeras en torno al tema del carácter, y la gracia sacramental... La formación debe consistir en ser capaz de vivir el Evangelio hoy de forma radical”.

Es cierto que el clero adicto a la vestimenta clerical, como muchos obispos, están contra la sinodalidad. Tienen mucha responsabilidad de la “persistente actitud delegadora por parte de los laicos”. Su clericalismo: “anula la personalidad de los cristianos, disminuye y desvaloriza la gracia bautismal..., lleva a la funcionalización del laicado tratándolo como `mandaderos´, coarta distintas iniciativas, esfuerzos y osadías... necesarios para llevar la Buena Nueva del Evangelio..., poco a poco apaga el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar..., olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios, y no solo a unos pocos elegidos e iluminados” (Carta de Francisco al Cardenal M. A. Ouellet. Vaticano, 19 marzo 2016).

Si la gente percibe la autoridad del obispo o del párroco como `poder´, entonces tenemos un problema. Porque estamos ordenados para un ministerio, para un servicio. La autoridad no es el poder”. Esta es una contradicción evidente con el Evangelio. El mismo Código canónico avala tal poder hasta el punto de convertir todo “Consejo” eclesial en meramente consultivo, y siempre a voluntad episcopal, incluso su existencia.

No quiero sonar duro, pero francamente, nuestro trabajo pastoral habla de un hombre que ya no existe... Los jóvenes dejan de considerar el Evangelio, si tienen la impresión de que estamos discriminando. Para ellos hoy el valor más alto es la no discriminación. No sólo la de género, sino también la de etnia, origen, clase social. Se enfadan mucho por la discriminación”. Pues la discriminación en la Iglesia es abundante. La mujer, por mujer, no tiene los mismos derechos que el varón, pese a ser “uno en Cristo”. Los casados no pueden representar a “Cristo cabeza” en la Iglesia occidental. Los nombramientos de responsables comunitarios son fruto del “dedo” del responsable anterior, etc. etc.

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