Fernández Vara ha muerto sin lograr que el Monasterio de la Virgen de Guadalupe pertenezca a una diócesis extremeña Fernández Vara no fue escuchado por la Iglesia

Hace ya siete años que visitó al Papa Francisco

Los obispos extremeños presumen del católico expresidente de Extremadura. No les falta razón. La educación de los Jesuitas, que recibió en el colegio de San José, en Villafranca de los Barros (Badajoz), en la primera parte de la década de 1970, orientó su vida en un cristianismo abierto, social, inspirado en el Vaticano II. Era y sigue siendo el colegio donde se ha venido formando buena parte de la aristocracia extremeña desde finales del s. XIX. Recuerdo los años 1963-67 en que viví en Trujillo (Cáceres): las familias más pudientes trujillanas enviaban sus hijos al colegio jesuita de Villafranca. Allí, en lógica con su familia (hijo de un magistrado del Tribunal Supremo), Fernández Vara estudió el bachillerato y el COU, que daba acceso a la Universidad.

Los obispos callan su implicación en lograr de su Iglesia la corrección de lo que él llamaba “una anomalía”. Me refiero a la pretensión de que el Monasterio de la Patrona de la región extremeña, la Virgen de Guadalupe, perteneciera a la jurisdicción eclesial de una diócesis de Extremadura.

Su implicación culminó en la visita al Vaticano en 2018. Fue el miércoles. 12 de septiembre de 2018, tras la audiencia general. Francisco recibió a Fernández Vara y a su esposa. El entonces presidente autonómico entregó al Papa la “Declaración institucional de la Asamblea extremeña” de 18.02.2010. Declaración consensuada entre el Grupo Socialista (PSOE-Regionalistas) y el Grupo Popular (PP-Extremadura Unida). Esta Declaración fue solicitada por la “Asociación Cívica Extremeña 'Virgen de Guadalupe', Guadalupex”. Creían que su pretensión era no sólo religiosa, sino también cívica. Por ello pidieron al Presidente de la Asamblea extremeña que lo propusiera a sus diputados.

Unos días antes de ir a Roma, Fernández Vara aclaró a los medios de comunicación: “no busco hacer política, sino trasladar una anomalía. Un asunto ciudadano, que no planteo en términos religiosos o políticos, sino en términos de ciudadanía. Estoy convencido de que la Iglesia extremeña respalda esta reivindicación. Hay una anomalía, y como tal, hemos pensado hace ya unos meses que era bueno que la persona, que es el último responsable al final de estas decisiones, el Papa Francisco, tuviera conocimiento directo del sentimiento de la ciudadanía… No es normal, es una anomalía que una región tenga una patrona, y que resulte que esa patrona y su demarcación territorial dependa de otra comunidad autónoma. No hay ningún lugar en el mundo donde un territorio tenga una patrona que pertenezca a otro territorio. Es algo que se cae por su peso” (Canal Extremadura Radio. Europa Press, sábado 08.09.2018).

En el encuentro con Francisco, le entregó el “documento de la Asociación Cívica ‘Virgen de Guadalupe’, hecho suyo la Asamblea extremeña, donde queda claro el sentir del pueblo extremeño… Le dijo al Papa que consideraba “anacronismo histórico la pertenencia de Guadalupe a la archidiócesis de Toledo”. Y, por tanto, que le pedía que “el monasterio de Guadalupe y la patrona de los extremeños dejen de depender eclesiásticamente de Toledo y se integren en una diócesis extremeña. Esto es una cuestión ciudadana, ni siquiera eclesiástica. La gente no entiende que su patrona dependa de una diócesis diferente”.

Invitó al Pontífice a visitar Extremadura. Le obsequió con dos libros. “Libro de los oficios del Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe”, publicado a los 100 años de la Declaración de la Virgen de Guadalupe como patrona de la Hispanidad. Se trata de la transcripción y comentario de un manuscrito de 1490, con anotaciones posteriores. El mismo Fernández Vara colabora en el libro con un artículo titulado “Guadalupe, la obra bien hecha”.

El otro libro que regaló al Papa es la novela histórica ‘Los galgos del Papa’, publicada por el médico extremeño Agustín Muñoz Sanz. “Los galgos del Papa” son los jesuitas, los miembros de la Compañía de Jesús. Los retrata como “los veloces galgos del Papa”, esforzados por cazar para el sumo Pontífice las “liebres” más valiosas, aunque para ello se portaran a veces cual feroces mastines”. Es una historia novelada sobre finales del s. XVI. Lutero y su Reforma han roto Europa. Hay cuatro personajes que pretenden dirigir y dominar la situación: Felipe II, el Papa Clemente VIII, la Inquisición, dirigida por el cardenal toledano Gaspar de Quiroga, y la Compañía de Jesús, dirigida por el “papa negro”, el Padre Acquaviva.    

El núcleo del relato se centra en torno a la organización de la V Congregación General de la Compañía, órgano supremo de los Jesuitas. Felipe II defiende el trono, el Papa su tiara, la Inquisición el sacro Tribunal, Acquaviva su orden. Es una lucha por el poder en el interior de la Iglesia, identificada entonces con la sociedad dominante. La conclusión moral es que el poder, por sí mismo, no corrompe. Quien corrompe son las personas. Si llega al poder un corrupto, un inmoral, un soberbio, un mentiroso…, ejercerá el poder de forma corrupta. Otra enseñanza clara: el poder no reside siempre en el que lo detenta nominalmente. El poder auténtico está en el que tiene capacidad de influir en el titular del poder.

No sé si regaló este libro con la intención de averiguar quién manda en la Iglesia. Ya se cumplen muchos años y esta demanda eclesial de Extremadura sigue sin resolverse. Sigue el escándalo de una sociedad secular que constata que el clero toledano, apoyado por las altas jerarquías, no quiere solucionar esta anomalía, única en la Iglesia católica. Ahora dicen que en el asunto está en Roma. Es la excusa que vienen repitiendo desde hace más de cincuenta años. La Iglesia está demostrando una insensibilidad cívica y religiosa de dimensiones astronómicas. Tan grande como la incapacidad que viene arrastrando para discernir otros muchos signos de los tiempos. El clericalismo, al que tanto criticó el Papa Francisco, sigue silenciando cualquier demanda que minusvalore su poder, su afán de dinero, de supremacía, etc.  Pidamos, y hagamos lo que podamos, por corregir esta anomalía cívica y religiosa que padece la Iglesia extremeña. No creo que sea el Espíritu de Jesús quien influya en los clérigos para que este problema se resuelva. Es otro "espíritu" ajena al Evangelio.

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