La Iglesia católica dice que “entre las Escrituras, también del Nuevo Testamento, sobresalen con razón los Evangelios, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo encarnado, nuestro Salvador” (DV 18). Pero lo que la gente ve en ambientes eclesiales no cuadra con el Evangelio Gracias sin límites, hermano Hans Küng

Profeta y teólogo “al servicio del ser humano”

Como los profetas, “tuvo un sueño” sobre el Pueblo de Dios: “En el curso de mi larga vida, mi concepción de la fe se ha clarificado y ampliado. Nunca he dicho, escrito o predicado sino lo que creo”. Estas palabras vienen escritas en la presentación, titulada “una visión global del mundo”, del libro en el que confiesa las convicciones que mueven su vida (“Lo que yo creo”. Ed. Trotta 2011. P. 9). Durante mucho tiempo lo he tenido como lectura espiritual. Este libro me ha ayudado a conocerme más, a reestructurar y entender muchas de mis convicciones, a orar, a encontrar acicates para seguir el camino cristiano. Sus unidades, tan llenas de realidad y de evangelio, de filosofía actual y actualización cristiana..., iluminan los siguientes temas:  Confianza en la vida, Alegría de vivir, Camino vital, El sentido de la vida, El fundamento de la vida, El poder de la vida, El modelo de vida, Sufrimiento vital, El arte de vivir, La visión de la vida.

En estos días de despedida de su persona física, recuerdo su sueño sobre la Iglesia, o mejor sobre las Iglesias, plasmado en varios lugares de su ingente obra. Claramente Hans Küng se reconoce “miembro fiel de la Iglesia. Creo en Dios y en su Cristo, pero no creo `en´ la Iglesia. Rechazo toda equiparación de la Iglesia con Dios, todo infatuado triunfalismo y todo egoísta confesionalismo; permanezco abierto a la entera comunidad cristiana de fe, a todas las Iglesias” (o. c., p. 236). Su esperanza sobre la unidad de las Iglesias era un sueño permanente. Recojo la versión del sueño escrita en este libro sobre su fe:

- “los dogmas de factura humana, que dividen a las Iglesias, pasarán a segundo plano detrás de la verdad de Dios y del mensaje de Jesús.

- Las estructuras medievales-premodernas, que tratan a las personas, sobre todo a las mujeres, como seres desfavorecidos, se diluirán.

- Las altaneras autoridades eclesiásticas, que en el curso de los siglos se han ido procurando  más y más poder, quedarán reducidas a una medida humana.

- Algún día se superarán los privilegios y pretensiones medievales-protomodernos de la Iglesia católica frente a las restantes Iglesias cristianas, sus ministerios y celebraciones religiosas.

- El papismo infalibilista y la idolatría papal pseudocristiana cederán paso a un ministerio petrino que esté al servicio de todo el cristianismo y funcione en el marco de estructuras sinodales y conciliares.

- También el fundamentalismo biblicista, las tendencias cismáticas y el provincialismo regional de cuño protestante serán contenidos en beneficio de una Iglesia responsable ante el mundo, así como de la ilustrada `libertad del cristiano´, que no manifiesta fatuidad moralizante ni intolerancia dogmática.

- Y entonces serán superados así mismo el tradicionalismo y el liturgismo oriental-ortodoxo. Se transformarán en un cristianismo más inspirado por sus orígenes y al mismo tiempo contemporáneo, capaz de actuar como levadura en la nueva configuración de la política y la sociedad, incluso en los países del Este de Europa.

- En conjunto, no un mundo eclesial paradisíaco, sino Iglesias que vuelven a guiarse en mayor medida por el Evangelio y están abiertas a las necesidades de sus contemporáneos” (o.c., p. 237).

Su sueño estaba centrado en el Evangelio, tan marginado por la Iglesia en asuntos básicos. Desde la vida palaciega de obispos y cardenales, el vestido clerical como figura elegida, selecta, distinta de los demás mortales..., hasta el trato jerárquico nominal y ceremonioso, el celibato obligatorio, la mujer discriminada por su sexo, la gestión de gobierno, la imposición doctrinal en temas éticos comunes al ser humano... Todos estos asuntos no están inspirados por el Evangelio. En teoría la Iglesia católica dice que “entre las Escrituras, también del Nuevo Testamento, sobresalen con razón los Evangelios, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo encarnado, nuestro Salvador” (DV 18). Pero lo que la gente ve en ambientes eclesiales no cuadra con el Evangelio: su forma de vivir, de organizarse, de aparecer en sociedad, de enseñar, de respetar la libertad y los derechos humanos... Así no es de extrañar que este profeta y eminente teólogo decidiera tras el Vaticano II ponerse “al servicio del ser humano”:

“En la década de los sesenta... tomé la decisión de no comprometerme con el sistema jerárquico romano, en la forma en que sólo llegó a configurarse durante el segundo milenio, ni ponerme al servicio de una `Iglesia universal´ clerical-centralista; en caso contrario, me habría quedado limitado, en la práctica, al mundo eclesial. Más bien, precisamente en cuanto cristiano y teólogo católico inspirado por el Evangelio, deseaba ponerme al servicio del ser humano dentro y fuera de la Iglesia católica...” (Memorias II. Ed. Trotta. 2ª ed. 2009. P. 10).

La actitud fundamental como teólogo cristiano aparece en todos sus libros. Su afán evangelizador es palmario al confesar que escribe “para personas que se hallan en proceso de búsqueda...; para quienes no saben qué hacer con la fe tradicionalista de origen romano o protestante, pero tampoco están contentas con su  incredulidad o sus dudas de fe; para quienes no anhelan una barata `espiritualidad del bienestar´ o una `ayuda existencial´ a corto plazo... También para todos aquellos que viven su fe y, además, quieren dar razón de ella; para aquellos que, lejos de limitarse a `creer´, desean `saber´ y esperan, por tanto, una interpretación de la fe que esté fundamentada filosófica, teológica, exegética e históricamente y tenga consecuencias prácticas” (O.c. p. 9). También en sus Memorias recuerda quiénes son los destinatarios de esfuerzo teológico: “aquellos que por una u otra razón quieren, honrada y sinceramente, informarse de lo que es el cristianismo, saber en qué consiste propiamente ser cristiano... Cristianos y ateos, gnósticos y agnósticos, pietistas y positivistas, católicos tibios y católicos fervientes, protestantes y ortodoxos” (Memorias II. Ed. Trotta. 2ª ed. 2009. P. 294).

Su amor insobornable a la verdad queda patente en sus escritos y en su actitud vital:

“Me gustaría evitar todo arcaísmo bíblico y todo dogmatismo escolástico, pero también toda la jerga moderna de los teólogos, y hablar en el lenguaje del ser humano actual... Después  de haber vivido tanta falta de veracidad en la Iglesia y la teología, lo que para mí está claro es que quiero decir insobornablemente la verdad: sin prejuicios tradicionalistas, ni cautelas político-eclesiásticas, sin preocuparme de frentes teológicos, ni de modas.  Y eso, en concreto, quiere decir: argumentar con honestidad intelectual y ejercer la critica teológica con integridad, lo cual no me da miedo, precisamente porque me llena  inquebrantable confianza en la causa cristiana... Me gustaría tomar con mayor seriedad de la que es lo habitual en la teología lo humano, lo común a las religiones, lo extraeclesial, pero al mismo tiempo concretar lo distintivamente cristiano de forma más incisiva de lo normal, para que el lector aprenda a discernir lo esencial de lo que no lo es” (O.c. p. 296).

Su amor a la Iglesia fue puesto en duda por Pablo VI, “según cuenta Yves Congar en sus memorias de una audiencia privada” con este Papa: “Küng parecía no tener suficiente amor a la Iglesia”. Pero Hans Küng cuenta su entrevista con Pablo VI, el 2 de diciembre de 1965:

“Empieza por alabar más de lo debido mis dones extraordinarios. Le recuerda a Karl Adam, mi antecesor en Tubinga. Yo querría traspasar los muros de la Iglesia y llevar la verdad cristiana a la opinión pública; y esto es más importante hoy que nunca. De pronto Pablo VI da un cambio sorprendentemente poco suave y deja de sonreír: cuando mira todo lo que yo he escrito, él preferiría que yo no hubiera escrito nada...

- `Usted ha escrito mucho sobre la libertad en la Iglesia... Cuánto bien podría hacer usted si pusiera sus grandes dotes al servicio de la Iglesia´.

- `Santidad, yo ya estoy al servicio de la Iglesia´.

- `Debe confiar en mí´.

- `Yo tengo confianza en su Santidad, pero no en cuantos están en su entorno´.

El papa Montini continúa: por supuesto, no es necesario que yo esté de antemano de acuerdo con todo lo que aquí pasa; solo tendría que adaptarme un poco, y las delgadas manos del papa hacen el gesto de seguir la línea. Esta es, pues, la condición: que me adapte, que me conforme... ¿Tenía que haber optado yo por la dirección propuesta por el papa? ¿Desperdicié la gran oportunidad de mi vida? ... Yo no quiero, no puedo ser un conformista...

Tras esta audiencia del papa del año 1965, me encuentro de pronto drásticamente frente a esta cuestión: ¿en realidad, para quién haces tú teología, si es que quieres seguir haciendo teología? Es evidente que mi teología no es para el papa (y los suyos), a quien mi teología, tal como es, aparentemente ni le gusta ni la quiere. Entonces, tiene que ser para los seres humanos que pueden necesitar mi teología. Y me consuelo al momento recordando a aquel que no dijo `me compadezco del sumo sacerdote´ (aunque también este necesitaba compasión), sino `me compadezco del pueblo´. Por eso, a partir de entonces, con mayor determinación aún: teología para los hombres. Sí, este es, con plena libertad, mi camino.” (Memorias I. Ed. Trotta. 4ª ed. 2007. Pp. 553-556).

La realidad desde muchos años le viene dando la razón. Sus obras y su vida están siendo agradecidas por muchísimos ciudadanos. La obcecación y falta de misericordia del Vaticano con él ha agrandado su figura y le ha hecho más católico (universal), más humano, más parecido a Jesús, eliminado por la Institución religiosa como peligroso para sus intereses, no para el Padre, Vida de todos.

Leganés (Madrid), 15 de abril de 2021

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