“El amor se debe poner más en las obras que en las palabras” Hagamos una Iglesia creíble (Domingo 6º Pascua 2ª Lect. 14.05.2023)

No separemos la “buena conciencia” y “buena conducta en Cristo”

Comentario: “Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu” (1Pe 3, 15-18)

Dos versículos anteriores recuerdan la enseñanza evangélica: “¿Quién os va a tratar mal si vuestro empeño es el bien? Pero si, además, tuvierais que sufrir por causa de la justicia, bienaventurados vosotros. Ahora bien, no les tengáis miedo ni os amedrentéis” (1Pe 3,13-14). Es humano no tratar mal a quien nos hace bien. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). Cierto que hay gente que se porta inhumanamente, incluso con quien les ha hecho bien. Para ese caso, Jesús propone su amor (su “justicia”), que siempre produce alegría: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”, que está ya en nosotros.Bienaventurados cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 5, 10-12).

Glorificad(el mismo verbo –“agiádso”- del “santificado sea tu nombre” -Mt 6,9; Lc 11,2-) a Cristo el Señor en vuestros corazones” (v. 15a). Este imperativo es normativo de la vida cristiana: así “veneramos a Jesús”, y nos santificamos también nosotros viviendo como Él. “También Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu” (v. 18). “Muerto en la carne”: consciente de que el ser humano sin Dios carece de futuro, es sólo debilidad, egoísmo, esclavo de sus instintos... “Pero, vivificado en el Espíritu”, es capaz de amar como Jesús, capaz de vivir las bienaventuranzas, capaz del cielo ya en la tierra. Así interpretó Jesús su pasión: “Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará” (Jn 13,31-32). 

No pueden separarse “buena conciencia” ybuena conducta en Cristo”. Sólo así se

da explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, con delicadeza y respeto”. Sólo así no les tendréis miedo ni os amedrentáis”. Sólo asísi os calumnian, quedan en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo”. El “clero” (mal llamado “Iglesia”) no “ha muerto a la carne”. Benedicto XVI, antes de ser Papa, critica como vicio clerical un texto “en parte monstruoso”, no condenado por la Iglesia aún: “confesamos que el santísimo papa debe ser honrado por todos con honor divino, con la genuflexión mayor debida al mismo Cristo... Confesamos que el papa romano tiene poder para cambiar la Escritura, aumentarla y disminuirla según su voluntad” (“El nuevo pueblo de Dios”. Barcelona 1972, p. 158). 

Siguen residuos de esta “carne” en las distinciones sociales (ropajes incomprensibles, alianzas con el poder civil, militar...), exenciones fiscales, solicitar al poder civil que le recaude su sustento, no permiten ni siquiera discutir cambios evangélicos, si contradicen su Código Canónico... Se amparan en sus instituciones más evangélicas para justificarse: Cáritas, Manos Unidas, HOAC, JOC... Así no puede darse de forma creíble “explicación de nuestra esperanza”. Ya lo apuntaba el Vaticano II: “la Iglesia, por su misión de iluminar a todo el mundo con el anuncio evangélico y de unir a todas las personas de cualquier nación, raza o cultura en un solo Espíritu, se convierte en signo de aquella fraternidad que permite y robustece el diálogo sincero. Lo cual requiere antes que en la Iglesia promovamos la mutua estima, el respeto y la concordia, reconocida toda diversidad legítima, para abrir un diálogo siempre más fructuoso entre todos los que forman un solo Pueblo, sean pastores o fieles...” (GS 92). Ls sinodalidad, puesta en marcha, es un signo de esperanza que todos debemos cultivar.

Oración: ““Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu” (1Pe 3, 15-18)

Jesús de Nazaret, glorificado en nuestros corazones:

reconocemos que “estás en el Padre y el Padre en ti” (Jn 14,11);

Tú no separas la “buena conciencia” ybuena conducta”:

Tú puedes decir: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis,

pero si las hago, aunque no me creáis a mí,

creed a las obras,

para que comprendáis y sepáis que el Padre

está en mí, y yo en el Padre” (Jn 10,37-38).

Tus obras dan credibilidad a tu propuesta de vida:

vivir el amor del Padre Dios

para que seamos hijos de nuestro Padre celestial,

que hace salir su sol sobre malos y buenos,

y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45);

sabiendo, como advierte san Ignacio, que

“el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” (EE 230).

Tu relación íntima con el Misterio de Dios no es de señor-siervo:

osas llamar “Padre”, al Dios “único bueno” (Mt 19,17; y par.);

no te sometes a él, te identificas con su Amor;

sientes que “su Espíritu está sobre ti, porque él te ha ungido,

te ha enviado a evangelizar a los pobres,

a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista;

a poner en libertad a los oprimidos;

a proclamar el año de su gracia”.

El Padre quiere hijos, como Tú,

reflejo de su gloria, impronta de su ser” (Hebr 1,3; Jn 1,18; 2Cor 4,4):

hijos que “se nieguen a sí mismos, tomen su cruz y te sigan;

quien quiera salvar su vida, la perderá;

el que pierda su vida por ti y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8,34; par.);

hijos capaces de “lavarse los pies”, “estar como el que sirve” (Jn 13,14; Lc 22, 27);

hijos que “sean el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 35);

hijos que “no tiranizan ni oprimen, ni quieren ser servidos” (Mc 10,42-45);

hijos, “no maestros, ni padres...; todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8-12);

hijos: “el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor,

y el que gobierna, como el que sirve” (Lc 22,26).

Jesús, hermano mayor nuestro:

queremos “glorificarte en nuestros corazones,

dispuestos siempre para dar explicación a todo

el que nos pida una razón de nuestra esperanza,

pero con delicadeza y con respeto,

teniendo buena conciencia y buena conducta en ti...”. 

Como tú, queremos vivir “muertos en la carne”:

conscientes de que sin Dios carecemos de futuro,

somos sólo debilidad, egoísmo, esclavos de los instintos...

Pero, vivificados en el Espíritu”:

capaces de amar como nos ama el Padre,

capaces de vivir las bienaventuranzas como tú,

capaces adelantar el cielo a esta tierra.

Que tu Espíritu nos sostenga en su seguimiento-

Preces de los Fieles (D. 6º Pascua 2ª Lect. 14.05.2023)

Nosotros conocemos el Espíritu de la verdad, porque mora con nosotros y está en nosotros” (Jn 14,17). Esta es una realidad de nuestra vida de fe. Pidamos escuchar y seguir sus inspiraciones, diciendo: “queremos amar como tú, Señor”.

Por la Iglesia:

- que esté “dispuesta siempre a dar explicación de su esperanza”;

- que brille en “delicadeza, respeto, buena conciencia y conducta”.

Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.

Por las intenciones del Papa (mayo 2023):

- que “movimientos y grupos eclesiales redescubran su misión evangelizadora”;

- que “pongan sus propios carismas al servicio de las necesidades del mundo”.

Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.

Por nuestra sociedad:

- que hagamos crecer la paz y la colaboración, sin violencia;

- que respetemos y cuidemos los derechos y deberes humanos.

Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.

Por los enfermos, parados, emigrantes...:

- que nos hagamos cercanos y compañeros suyos;

- que sientan la fuerza del Espíritu de Jesús.

Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.

Por los gobernantes:

- que diga la verdad y sean trabajadores;

- que cuiden especialmente de los más débiles.

Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.

Por esta celebración:

- que nos ayude a unir “conciencia y conducta en tu amor”;

- que nos consuele, alegre y anime a dar la vida por los hermanos.

Roguemos al Señor: “queremos amar como tú, Señor”.

Como tú, Jesús, confiamos en el Dios bueno y cercano, a quien llamamos Padre. Queremos vivir en su presencia, y amar como Él nos ama. Que tu Espíritu nos ayude a seguir tu camino. Por los siglos de los siglos.

Amén.

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