Cuando la opresión cesa y nacen grupos fraternos, “sabed que Él está cerca, a la puerta” El Hijo del hombre viene a humanizarnos (Domingo 33º TO B 14.11.2021)

Guiados por su mismo Espíritu humanizamos la vida con su amor

Comentario: Mis palabras no pasarán” (Mc 13,24-32).

Al final del ciclo litúrgico se leen textos sobre el fin de los tiempos (escatología). Este discurso escatológico (Mc 13) nace en una provocación a Jesús de uno de sus discípulos: “mira qué piedras y qué edificaciones”. Responde: “Serán destruidas, sin que quede piedra sobre piedra”. Después, “sentado en el monte de los Olivos, enfrente del templo, le preguntan Pedro, Santiago, Juan y Andrés en privado: ¿cuándo sucederán estas cosas?, ¿cuál será el signo de que todo esto está para cumplirse?” (Mc 13,1-4). El Reino de Dios, viene a decirles Jesús, tendrá su realización plena, pero “no sabéis cuándo es el momento” (Mc 13,33). Por ello: “¡velad!” (Mc 13,37).

Estad atentos para que nadie os engañe”, les dice. Habrá testigos falsos suyos, guerras, terremotos, hambres, persecuciones, anuncio del Evangelio a todos los pueblos... (Mc 13, 6-10). Pero el Espíritu estará siempre con vosotros (Mc 13,11). La primera generación cristiana vivió la ruina de Jerusalén: “no pasará esta generación sin que todo suceda” (Mc 13, 30). La historia continúa con su proceso liberador, fruto de la misión (vv. 24-27). Se usan símbolos de los profetas (Is 13,10; Jr 4,23; Ez 32,7-8; Joel 2,10; 3,4; 4,15; Amós 8,9). Sol y luna, divinidades paganas (Dt 4,19 4; 17,3; Jr 8,2; Ez 8,16), “se oscurecerán, no darán su resplandor” (v. 24). “Las estrellas”, símbolos de poderes que creen participar de la fuerza del sol y de la luna, es decir, de la divinidad (Is 14,12-14; 24,21; Dn 8,10), “caerán del cielo”. “Los astros se tambalearán” (versión Conferencia Episcopal). El texto griego: “las fuerzas que están en los cielos serán agitadas” (“hai dinámeis hai en toîs ouranoîs saleuzésontai”). Traducción corriente: “los ejércitos del cielo...”, símbolos de opresores, que se creen protegidos por los dioses celestes, “se conmoverán”.

Permanecerá el Amor incondicional del Padre, que desmontará concepciones mágicas de intervención divina. El Padre ha puesto todo en las manos de Jesús (Jn 13,3), y Jesús en nuestras manos (“todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” -Jn 15,15-), para que, guiados por su mismo Espíritu, humanicemos la vida toda. Así: “verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria”. Las gentes irán reconociendo la dignidad humana a partir de conocer al Hijo del hombre, lleno de vida y dignidad (“poder y gloria”). Él enviará en su nombre y con su Espíritu a “sus ángeles” (símbolos de los discípulos) para reunir a “sus elegidos”, a toda persona, pues el Padre “nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante élpor el amor. Nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos,para alabanza de la gloria de su gracia...” (Ef 1,4ss-).

Con la parábola de la higuera Jesús responde al “¿cuándo sucederá?” (v. 28-32). La higuera, símbolo de Israel, no ha dado los frutos esperados. Con la llegada de Jesús, surge una higuera nueva, de ramas tiernas y yemas abiertas al amor gratuito. Es la primavera de la fraternidad. “Cuando veáis vosotros que esto sucede”, es decir, cuando veáis que los poderes opresores se apagan y nacen grupos de respeto y ayuda fraterna..., “sabed que Él está cerca, a la puerta”, llamando para comer con nosotros y hacer realidad su Reino.

Mis palabras no pasarán”. “Son espíritu y vida” (Jn 6,63), alientan lo más precioso de la persona: la vida en el Amor más fuerte que la muerte: “ni muerte ni vida... ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús...” (Rm 8,38-39). “El día y la hora... sólo lo conoce el Padre”. “El día” se refiere a la llegada plena del Reino. “La hora”, como la de Jesús, es el tiempo de pasión-muerte de cada uno. Ambos suceden constantemente. El amor del Padre acogerá, como a Jesús, a todos sus hijos.

Oración: “Mis palabras no pasarán”  (Mc 13,24-32)

Hoy, una vez más, Cristo Jesús, “fijamos nuestros ojos en ti:

que iniciaste y completas nuestra fe” (Heb 12,2);

se acerca el final del año litúrgico;

el texto evangélico nos invita a mirar al final;

ante las dificultades de la vida y ante los poderes del mal,

invitas a “estar atentos para que nadie nos engañe” (Mc 13,5);

surgirán testigos falsos, guerras, terremotos, hambres,

persecuciones, anuncio del Evangelio a todos los pueblos... (Mc 13,7-11);

quienes iluminan el mundo injusto dejarán de brillar;

las estrellas divinizadas del dinero y el poder temblarán (Mc 13, 24s).

Veremosvenir al Hijo del Hombre, a ti, regalo del cielo:

enviado por el amor del Padre para consagrarnos a su amor;

tu Espíritu creará una humanidad nueva, guiada por el Amor;

envías a tus discípulos a la misma misión con tu mismo Espíritu;

ellos irán creando comunidades de vida fraterna,

semillas y fermento del proyecto de Dios, su reino.

A nosotros han llegado tus “ángeles reuniéndonos” en tu nombre:

somos tu asamblea reunida de “los cuatro vientos”;

encabezada por ti, Jesús resucitado;

pueblo lleno de la dignidad y libertad de hijos de Dios;

tu mismo Espíritu habita en nuestros corazones;

tu amor gratuito y universal es nuestra ley fundamental;

buscamos extender más y más el Reino del amor de Dios (LG 9).

Por dentro y por fuera nos acechan dificultades:

En nuestras comunidades anidan malos espíritus:

que separan y enmascaran la fraternidad;

que crean dignidades inhumanas... dañando la libertad;

que intercambian dinero con pretexto de largos rezos;

que desprecian carismas por defender normas humanas;

que coartan al Espíritu al dictarle condiciones para actuar...

Desde fuera siguen estando tus mismas barreras:

corazones embotados con juergas, borracheras

y la inquietudes de la vida” (Lc 21,34);

enfermos, marginados, desposeídos, hambrientos...;

acaudalados y violentos que sólo buscan su interés;

poderosos y soberbios que humillan a los más débiles...  

Tus palabras no pasarán, nos recuerdas hoy:

son “espíritu y vida” (Jn 6,63) para el crecimiento común;

no programan la vida con normas para siempre;

hacen crecer en verdad, comprensión, libertad...;

invitan a dejarse llevar por el Espíritu de Dios:

espíritu de amor, de alegría, paz, paciencia, afabilidad,

bondad, lealtad, modestia, dominio de sí... (Gál 5,22).

Tú, Jesús resucitado, eres nuestra meta en la vida:

queremos adelantar su Reino en nuestra quehacer diario;

defendemos “la dignidad humana, la unión fraterna, la libertad...;

creemos que los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo...,

volveremos a encontrarlos limpios..., iluminados y transfigurados, 

cuando entregues al Padre el reino eterno y universal...” (GS 39).

Preces de los Fieles (D. 33º TO B 14.11.2021)

El amor de Dios, manifestado en la vida de Jesús de Nazaret, inspira nuestra vida. Con mayor rezón que el salmista podemos decir: “nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 23,4). Jesús resucitado “está con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20b). Pidamos sentir su presencia en toda ocasión, diciendo: nada puede separarnos del amor de Dios (Rm 8,39).

Por la Iglesia:

- que se libere del amor al dinero, a la ostentación, al poder...;

- que confíe en la libertad y corresponsabilidad de los hijos de Dios.

Roguemos al Señor: nada puede separarnos del amor de Dios (Rm 8,39).

Por las intenciones del Papa (noviembre 2021):

- que “las personas que sufren de depresión reciban apoyo de todos”;

- que “en su agotamiento extremo reciban una luz que les abra a la vida”.

Roguemos al Señor: nada puede separarnos del amor de Dios (Rm 8,39).

Por los servidores de las comunidades (Papa, obispos, presbíteros...):

- que “les mostremos toda estima y amor por el trabajo que hacen”;  

- que “no apaguen el Espíritu, examinen todo, retengan lo bueno” (1Tes 5,13.19-21).

Roguemos al Señor: nada puede separarnos del amor de Dios (Rm 8,39).

Por nuestras parroquias:

- que sean ejemplo de libertad, de participación, de decisión comunitaria...;

- que “lo que afecta a todos pueda ser tratado y decidido por todos”.

Roguemos al Señor: nada puede separarnos del amor de Dios (Rm 8,39).

Por los más necesitados:

- que descubran el amor incondicional de Cristo, que no les abandona;

- que sientan nuestra comunión y fuerza cercanas.

Roguemos al Señor: nada puede separarnos del amor de Dios (Rm 8,39).

Por esta celebración:

- que el pan y la palabra de vida reanimen nuestra vida;

- que sintamos el Espíritu de Jesús, lleno de amor a todos.

Roguemos al Señor: nada puede separarnos del amor de Dios (Rm 8,39).

Confiamos, Señor, en tu presencia, en tu amor constante en medio de dificultades y problema de toda clase. Tu amor es más fuerte que nuestra debilidad, y permanece con nosotros, siempre, más allá de la muerte, por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés (Madrid), 14 de noviembre de 2021

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