Lucas puso por escrito la admiración y cariño que los primeros cristianos sentían por María Hoy celebramos la santidad de María (Inmaculada Concepción de María 08.12.2007)

Su bendición ha pasado a ser nuestra bendición

Comentario: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,26-38)

El texto evangélico, leyenda tradicional, quizá no creada por Lucas, sigue el esquema de “anuncios” del AT: mensajero con saludo elogioso, sorpresa del receptor, mensaje, objeción del destinatario, aclaración, signo y consentimiento. Nazaret, nunca citado en el AT, es lugar lejano del centro del poder religioso y político. En una casa normal, doncella sin relieve social. María está desposada, pero aún le queda tiempo para vivir con su novio. Eso explica la objeción y pregunta de María. “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (v. 34).

El “alégrate” es una invitación al gozo, como en las profecías mesiánicas de Sofonías (3,14ss), Zacarías (2,14; 9,9), Joel (2,21ss). “Llena de gracia” es el nombre dado por Dios a través de su ángel. Literalmente: κεχαριτωμένη (participio del perfecto pasivo, nominativo singular femenino del verbo χαριτόω: bendecir, hacer agradable, tratar con benignidad). Puede traducirse: que has sido favorecida. “El Señor está contigo”, es una fórmula habitual en el AT para expresar ayuda a los que reciben alguna misión (Gn 26,3; Ex 3,11; Jue 6,12; Jer 1,8.19; etc.). En Lucas expresa la cercanía y ayuda de Dios: Bautista (Lc 1,66), José en Egipto (He 7,9), Jesús (He 10,38), primeros misioneros (He 11,21), Pablo (He 18,10). “Bendita tú entre las mujeres”, es una adicción posterior. Probable traslado de 1,42, donde sí es original, puesto en labios de su pariente Isabel.

María se turba, pero no “temo” como Zacarías (Lc 1, 12). Su desconcierto era por las palabras angélicas: ¿qué es esto? ¿qué quiere Dios de mí? ¿va a venir el Mesías? ¿tengo yo que intervenir? Recibe la seguridad de que goza del favor de Dios: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”. Mensaje: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. Expresa la identidad de Jesús (“Dios salva”). Será Grande, Hijo del Altísimo, Dios le dará el trono de David, su reino no tendrá fin.

La objeción de María:¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. Literalmente: “no estoy conociendo varón”). No pide pruebas, sino explicación sobre el modo de realizarse. Confía en Dios. El ángel le aclara: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios”. Como la nube cubría el arca de la alianza, así Dios la cubrirá con su sombra. La nube es signo de la presencia activa de Dios (Ex 40, 38). La concepción es un acto creador. Por eso está presente el Espíritu Santo, la fuerza creadora de la nueva humanidad.

El signo es el embarazo de Isabel, anciana y estéril: “También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”.

La actitud de María no es de incredulidad como Zacarías: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno” (1,20). María es modelo de creyente: “He aquí la esclava del Señor;hágase en mí según tu palabra”.

Esta fiesta celebra el dogma de la Concepción inmaculada de María. Contenido en la bula de Pío IX, “Ineffabilis Deus” (8 dic. 1854): “la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”. Los Padres de Trento creían que el pecado de Adán era un hecho histórico. La comunidad científica y teológica más documentada hoy lo entiende como un mito.

Hoy celebramos la santidad de María: “La Virgen María…, redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria aventaja con creces a todas las otras criaturas, celestiales y terrenas. Pero a la vez está unida, en la estirpe de Adán, con todos los hombres que necesitan de la salvación; y no sólo eso, «sino que es verdadera madre de los miembros (de Cristo), por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza» [S. Agustín]. Por ese motivo es también proclamada como miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia y como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, venera, como a madre amantísima, con afecto de piedad filial” (LG 53).

Oración:Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-38)

Cristo Jesús:

contemplamos hoy a tu madre en diálogo con el Creador;

el ángel puede ser el silencio que intima la voluntad divina;

María leía lo inspirado por Dios a los profetas:

alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel,

regocíjate y disfruta con todo tu ser,

hija de Jerusalén” (Sof 3,14);

alégrate y goza, Sión,

pues voy a habitar en medio de ti” (Zac 2,14).

¡Cuántas veces las habría meditado!:

¿Qué querrán decir?, habría orado muchas veces.

¿Vendrá Dios personalmente a morar entre sus fieles?

¿Tomará cuerpo humano en alguna hija de nuestro pueblo?

¡Qué dichosa será entre todas las mujeres!

¿Y si me eligiera a mí?

Ahora no podría ser: ¡no estoy conociendo varón!

De todos modos: si Dios me necesita,

            “¡Hágase en mí su palabra!”.

Lucas puso por escrito la admiración y cariño:

que los primeros cristianos sentían por ella;

estaban persuadidos de que Dios la había bendecido

para acogerte a Ti, Hijo del Padre;

ese es el misterio que celebramos hoy en la Iglesia.

Creemos que desde el primer instante de su ser                

fue llena de gracia, de favor gratuito de Dios;

el Espíritu Santo estuvo con ella siempre:

fue sagrario permanente de su presencia;

la preparó para ser arca de la alianza nueva;

se unió a su espíritu y la hizo fiel hasta la muerte.

Hoy venimos a alegrarnos con ella:

su alegría es también nuestra;

el favor que Dios le hace es también nuestro;

su bendición ha pasado a ser nuestra bendición;

nosotros hemos sido agraciados por el favor divino;

por ello decimos a Dios creador:

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en Cristo

con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.

Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo

para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.

Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,

según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos” (Ef 1,3-5).

Ayúdanos, Cristo Jesús, a agradecer como María:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador,

porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1,46-53).

rufo.go@hotmail.com

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