¿Estamos seguros de que los creyentes en Jesús entendemos y admitimos que la voz de los oradores sagrados es la voz del “buen pastor”? LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL DE LOS OBISPOS

Los fieles necesitamos “oír la voz del buen pastor”, no las obsesiones mentales, opiniones personales y prejuicios de algunos oradores

El concepto de Inteligencia Artificial está hoy más presente que nunca en nuestra sociedad. He hurgado en los abundantes y acreditados artículos del mundillo de la prensa escrita e informatizada sobre este artilugio que teóricamente se reducía a la robótica, pero que en la práctica parece que encierra un enorme potencial de cara al futuro, y diría que ya no se trata de preparar a las máquinas para que respondan de una forma concreta ante una situación, sino que hoy es posible prepararlas para que aprendan por sí mismas a reaccionar de forma correcta.

Definen la Inteligencia Artificial como la habilidad de una máquina de presentar las mismas capacidades que los seres humanos, tales como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de planificar y de realizar tareas complejas: calcular, memorizar datos, comprender significados y hasta jugar ajedrez o triunfar en los exámenes. La IA está pensada para que el humano no tenga que intervenir en ningún momento; es decir, para alegrarle la vida. Estas máquinas inteligentes se proponen emular la mente humana. O sea, “pensar como humanos” y “actuar como humanos”. Vale decir, pensar racionalmente y actuar racionalmente. Lo que significa que no buscan simplemente replicar el comportamiento de las personas, sino superarlo en todos los aspectos. Incluso alcanzar la autoconciencia, el paso final en donde la máquina adquiere consciencia de sí misma y comprende todas las emociones y reacciones humanas, como la capacidad para percibir, reconocer el entorno y reaccionar en consecuencia; la capacidad para planificar y resolver problemas; la habilidad para aprender constantemente y adaptarse; las inteligencias social, emocional, musical, y creatividad…

Actualmente, medio planeta ha sido abducido por el “ChatGPT”, el conversador digital de moda. ¿Por qué el ChatGTP está en boca de todo el mundo? La respuesta es muy sencilla. Se sabe ya a estas alturas que el Chat entiende cualquier pregunta, compone cuentos infantiles, cuenta chistes, escribe códigos de computación, aprueba la selectividad, y es capaz de mantener una conversación y dar respuestas exactas y completas, incluso de varios párrafos, a cualquier cosa que se le pregunte, casi siempre de forma correcta. Y además, se expresa de manera tan natural que la mayoría de las veces resulta complicado saber si la respuesta ha sido generada por inteligencia artificial o verdaderamente es algo humano. Y últimamente, ha saltado a los medios que hasta es capaz de leer los (buenos y malos) pensamientos de las personas. ¡Ahí es nada!

Por lo sugestivo del tema, se me ha ocurrido pensar que tal artilugio podría aplicarse, no sólo a las peroratas, cartas pastorales y homilías de los obispos como reza el título, sino a  todo el mester de clerecía, que emplea “su inteligencia artificial” para pastorear y adoctrinar a los fieles legos. Hace unos domingos, en el evangelio se nos recordaban las palabras de Jesús: “Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz”. Frase que nos interpela a todos, oradores y fieles. ¿Estamos seguros de que “nuestros pastores” transmiten la voz del Evangelio, la voz de Jesús? ¿Estamos seguros de que los creyentes en Jesús entendemos y admitimos que la voz de los oradores sagrados es la voz del “buen pastor”? ¿O es su propia voz la que escuchamos?

Afirmo en titulares que la inteligencia de los obispos es “artificial”. No me refiero solo en cuanto a su coeficiente intelectual. El cerebro humano es lo suficientemente complejo como para no poder medir la inteligencia con un único factor. Aludo al significado académico de “artificial” que la docta casa define como “aparente”, con una sarta de sinónimos, tales como artificioso, ficticio, convencional, incluso engañoso. Me lleva a esta reflexión el currículo académico del organismo episcopal, base de su formación eclesiástica. Leo como rutina (cuestión de cultura doméstica) las gacetillas tituladas “Quién es monseñor X” al hablar de los nombramientos episcopales, y observo que la mayoría, por no enredar a todos, están contaminados de “titulitis”, acumulación de títulos: Licenciado y/o doctorado en Teología, en Derecho Canónico; “sólida formación Patrística y Teología bíblica”, y más etcéteras. Además, su paso por rectorados de seminarios, por vicariatos diocesanos o canonjías catedralicias los preconiza para la meritocracia, como garantía de su inteligencia, y de rebote, al salto a monseñores y a sentar cátedra en la catedral.

 ¿Qué se busca en la elección de obispos, la formación pastoral o la titulación?, ¿se mira su inteligencia “real”, la pastoral, o la “artificial”, la aparente? ¿Se buscan pastores “con olor a oveja” o con tufo a incienso y mitra con ínfulas? Opino que los créditos universitarios  y las prebendas  y dignidades no refrendan “per se” la idoneidad pastoral de curas y obispos. Valdrán para impartir cursos en una cátedra universitaria, pero no en un púlpito catedralicio. Me sorprendió una noticia de hace poco tiempo que, desde mi punto de vista, viene a corroborar mi opinión al respecto: “La Facultad de Teología de la Universidad de Helsinki concederá el doctorado Honoris Causa a la activista climática Greta Thunberg por su "trabajo inflexible y coherente por el futuro de nuestro planeta". ¿Para qué le servirá a esta señorita su “doctorado en Teología”? Pues sencillamente, solo como título “honorífico”. ¿Existirá parangón con algunos obispos?

Si el ChatGPT ha demostrado ser capaz de superar exámenes con sobresaliente, habrá que replantearse la manera de adaptarlo también a la forma de evangelizar. Conocemos quién y quienes elaboran los discursos del Rey y de los políticos. ¿Pero, quién prepara las homilías, las pastorales y demás sermoneos y prédicas de curas y obispos? Los fieles necesitamos “oír la voz del buen pastor”, no las obsesiones mentales, opiniones personales y prejuicios de algunos oradores, domingo tras domingo y festividad tras festividad. Lamentablemente la manera de presentar el Evangelio responde muchas veces más a una forma sutil de defender la pirámide jerárquica, la autoridad personal, los privilegios sociales y la superioridad de la casta que a transmitir la vivencia del evangelio. 

Hace pocas jornadas, ha aparecido aquí, en RD, una homilía sobre el Buen Pastor elaborada por el “cerebro” artificial ChatGPT (no he encontrado la referencia, ya se había borrado de la página). O sea, que se puede. Cuestión de modernizarse. Esperemos que el uso de este ingenio, con su exitosa inteligencia artificial, confeccione homilías y discursos más pastorales y adaptados a este siglo XXI y a la mentalidad de nuestro papa Francisco.

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