Jesús no impone, no castiga, no hace leyes despóticas, no crea categorías de honor... Jesucristo, Rey del Universo, sólo tiene una ley: el Amor gratuito (21.11.2021)

Las leyes de su Reino, el amor universal, son las bienaventuranzas

Comentario: “He venido para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 33b-37)

El evangelio de Juan da mucha importancia al proceso romano, clave para la condena a muerte (18,28-19,16a). Leemos el primer interrogatorio del gobernador romano a Jesús, acusado de “malhechor(18,30) y de “hacerse rey” (19,12), expresado en el título puesto en la cruz: “Rey de los Judíos”. Su “hacerse rey" es un crimen de lesa majestad castigado por la “Lex Julia lesae maiestatis” (Ley Julia sobre la majestad ofendida).

El diálogo sucede en la residencia de Pilato, sin presión judía ambiental. Pilato: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús quiere que Pilato actúe por convicción propia: “¿dices eso por tu cuenta, o te lo han dicho otros de mí?”. Pilato: “tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí”. Pregunta por su actividad: “¿qué has hecho?”. Es lo peligroso para el poder político. Pilato debió quedar desconcertado: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Este tipo de rey le resultaría extraño, pero la conclusión lógica se le impone: “Entonces, ¿tú eres rey?”. Jesús le aclara que sí es rey. Pero su actividad regia es “dar testimonio de la verdad”. Al ver que se trata de creencias, y que su poder no corre peligro alguno, intenta buscar una salida política, sin conseguirlo. Cede a la presión de los dirigentes, que apelan al César, y lo entrega a la cruz.

El evangelio demuestra la falsedad de la pretensión mesiánica de poder. La verdad está en la vida de Jesús: su amor libre y desinteresado, la libertad de hablar desenmascarando a los hipócritas, su oposición al culto ritual, su atención a los enfermos, su propuesta de vida bienaventurada... Jesús no domina. Quizá por eso, “la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo” no ha tenido mucho eco en el pueblo. El evangelio ridiculiza la dignidad regia con la corona de espinas, manto de púrpura, saludo burlesco, las insignias reales, laproclama como rey en la cruz. En todas esas situaciones, Jesús mantiene la verdad del ser humano. Su vida ha sido condenada por el poder civil y religioso y la ignorancia de gente manipulada. Él mantiene el tipo “dando testimonio en favor de la verdad humana”. El “reino de Dios” es reino del Bien, la Vida, la Verdad, el “ajustamiento” personal y social... Es la utopía del Amor como el del Padre. Trabajar por este reino es encontrar la vida que Dios prepara para los que aman. Los que creen en Jesús reciben su Espíritu, que capacita para ser hijos de Dios (Jn 1,12) y hacer “obras como la suyas y aún mayores” (Jn 14,12).

La Iglesia, como Jesús, no debe querer poder alguno. “No sabéis lo que pedís... No será así entre vosotros...” (10,38.43). Jesús no quiere poder espiritual tirano de conciencias y de normas religiosas. Jesús no reina al estilo de este mundo. Él regala su vida y brinda su camino de entrega, significado en el cáliz solidario de comunión. La Iglesia, si quiere seguir a Jesús, debe abandonar métodos de fuerza, de imposición y dominio que usan los jefes de los pueblos. Jesús no quiere jerarquías de honor y superioridad social o espiritual. Él cambia el afán dominador de todo grupo social, incluido el religioso que pretende revestirlo de sacralidad. Podemos ofrecer la ética del evangelio, pero no imponerla. Educamos y formamos cristianos para que sean ciudadanos honrados, testigos creíbles de Jesús. La fe en el Crucificado exige luchar contra todo sufrimiento y aportar vida humana: verdad, respeto, trabajo digno, ayuda a los débiles... Trabajar en esta tarea identifica con Jesús, y puede que lleve a la cruz como a Él. Jesús no quiso la cruz ni el sufrimiento. Su cruz llegó por amar, por aliviar el dolor, por denunciar el abuso religioso y social, por oponerse a los causantes del dolor y de la miseria humana.

Oración: “He venido para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 33b-37)

Jesús, rey de la vida verdadera:

con esta fiesta reconocemos tu reinado singular;

tu modo de vida, realizador de la voluntad divina;

tu vida en la que se ve al Padre actuando (Jn 14,9ss).

No es fácil entender tu realeza en nuestro mundo:

no lo entendieron los dirigentes de tu pueblo;

ni Pilato a quien le pareciste un iluso de la verdad;

ni el pueblo sencillo, manipulado por los dirigentes;

ni los discípulos, “pensando como humanos, no como Dios” (Mc 8,33);

ni muchos cristianos que soñando con “Jesucristo, Rey del Universo”,

intentan imponer a la sociedad su creencia y su ética;

se flagelan y sufren voluntariamente para parecerse al Crucificado;

masacran sus rodillas o pies para agradecer los dones divinos...

Tú, Jesús, no quisiste ni quieres la cruz ni el sufrimiento:

tu cruz llegó por amar, defender la dignidad humana, aliviar el dolor,

denunciar el abuso religioso y social,

oponerse a los causantes del dolor y la miseria.

Sólo trabajar por tu reino nos identifica contigo,

y puede llevarnos a la cruz como te llevó a ti.

Seguimos en la ambigüedad hoy:

“En Lumen Gentium, el Concilio trató de evitar la palabra poder:

cuando se refiere a la jerarquía, emplea la palabra `munus´,

`oficio´ o palabras que expresan servicio.

La jerarquía trata de apartar el asunto pensando que es un tema irrelevante,

pero su relevancia es siempre evidente.

Se presume que todo se hace por amor... 

Pero en realidad sucede que, como en toda sociedad humana,

el poder es relevante en la iglesia, más aún, inevitable.

La actual relación de poder viene de la cristiandad medieval.

Las formas han cambiado, pero el fondo permanece igual”

(J. Comblin: Iglesia y poder... Selecciones Teología. Nº 186. P. 83-91).

Mi reino no es de aquí, le dices a Pilato:

por eso sólo utilizaste las armas de la palabra y el amor;

no usas la violencia para realizar el proyecto de Dios;

vives el amor de Dios como realización plena humana;

huyes del orgullo de pueblo elegido, ideales nacionalistas;

de la familia patriarcal que esclaviza a mujeres y niños;

de la doctrina oficial, hecha a medida y favor de los dirigentes;

de la interpretación interesada de la Ley, el templo, el sacrificio...;

de la sacralización del poder con sus jerarquías;

de la mediación de los sacerdotes e intérpretes de Dios...

Tu programa de vida, el amor universal:

queda resumido en las bienaventuranzas;

explicadas en parábolas y realizadas en la comunidad de discípulos;

abiertamente les dices que Dios es tu Padre y nuestro Padre;

te reconoces Mesías, Hijo de Dios, enviado para mostrar la verdad;

se burlan de tu pretensión de rey utópico de la verdad y del amor;

no escondes el rostro a insultos y salivazos, a crueldad y a saña injusta;

tu modo de vida queda sincerado con la cruz y la muerte;

hasta ahí llega la dignidad de tu proyecto de vida:

amando, perdonando, compadeciendo, poniéndote en las manos del Padre,

entregando tu Espíritu a todos los que quieran continuar tu obra.

Preces de los Fieles (D. 34º: Jesucristo, Rey del universo 21.11.2021)

El Reino de Dios se expresa en la autoridad singular de Jesús. Jesús no impone, no castiga, no hace leyes despóticas, no crea categorías de honor... Jesús entrega su Espíritu de amor, e invita a seguir sus inspiraciones. Pidamos ser ciudadanos de su reino diciendo: “enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por la Iglesia:

- que se deje guiar del Espíritu de Jesús, antes que de su Código canónico;

- que su autoridad sea el Evangelio: el amor, el perdón, la misericordia...

Roguemos al Señor: “enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por las intenciones del Papa (noviembre 2021):

- que “las personas que sufren de depresión reciban apoyo de todos”;

- que “en su agotamiento extremo reciban una luz que les abra a la vida”.

Roguemos al Señor: “enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por quienes presiden las comunidades cristianas:

- que sea elegidos por la comunidad según sus carismas;

- que no dominen, sino que ayuden y potencien los dones de todos.

Roguemos al Señor: “enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por las comunidades cristianas:

- que conozcan bien el evangelio, y lo acepten libremente;

- que se dejen conducir por el Espíritu de Jesús

Roguemos al Señor: “enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por los enfermos, encarcelados, perseguidos...:

- que para nosotros sean el mismo Jesús, sufriente en ellos;

- que sean llamados al Reino de Jesús, al reino de la fraternidad...

Roguemos al Señor: “enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Por esta celebración:

- que contemplemos a Jesús comiendo con pecadores, curando, estando con pobres...;

- que entremos en el Reino de Jesús teniendo sus mismos sentimientos.

Roguemos al Señor: “enciende en nosotros el fuego de tu amor”.

Ayúdanos, Jesús, rey nuestro, a remover leyes indignas de tu Reino. “Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando por los siglos de los siglos.

Amén.

Leganés (Madrid), 21 de noviembre de 2021

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