“Nuestros cuerpos y nuestra cabeza, que es Cristo, constituyen en conjunto el único templo de Dios” Jesús nos enseña a vivir (Domingo 3º Cuaresma B 2ª lect. 03.03.2024)

“La fuerza y la sabiduría de Dios” están en el Amor

Comentario:Cristo crucificado, fuerza y sabiduría de Dios” (1Cor 1, 22-25)

El texto pertenece a las reacciones de Pablo ante las noticias que le llegaban sobre la comunidad corintia: “hermanos, me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros” (1,11). Ante esto, propone la sabiduría de Cristo crucificado. Pide mirar la vida de Jesús, centrada en el amor de Dios. Vivir como Jesús soluciona divisiones, ambiciones, conflictos, vanagloria… Es tesis recurrente de Pablo: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,1-8; 3,18; Gál 3,1; 5,11; 6,12.14).

El versículo anterior al texto de la lectura ilumina el sentido de la propuesta paulina: “Puesto que el mundo, a través de su sabiduría de las cosas divinas, no conoció a Dios por medio de tal sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen(1Cor 1,21). Más adelante lo dirá con toda claridad: “nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado” (2,2). Jesús, su vida, su evangelio, es la sabiduría que Pablo predica. En versículos siguientes expone que “Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios… Nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos… Nosotros tenemos la mente de Cristo” (2,10-16).

Para creer a Jesúslos judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría” (v. 22). “Signos” son portentos, milagros, para creer que Jesús crucificado es el Mesías de Dios. Eso era lo que pedían junto a la cruz: “si eres hijo de Dios, baja de la cruz… y te creeremos” (Mt 27,40.42). Frente a la sabiduría desde la razón, Pablo propone a Jesús como la sabiduría de vida que realiza en profundidad y plenitud: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (vv. 23-25).

Jesús revela que la “la fuerza y la sabiduría de Dios están en el amor a todo ser humano en toda situación. Amor más evidente en la pasión y muerte. Su cruz es la cruz del Amor. Con ella logramos plenitud de vida. Leed el agudo comentario de S. Agustín:

“Adoremos a Dios de quien somos templos… Escuchad lo que dijo el bienaventurado Esteban en el momento de su pasión: Salomón le edificó una casa, pero el excelso no habita en templos de hechura humana… Aquel templo era una sombra; llegó la luz y ahuyentó la sombra. Busca ahora el templo construido por Salomón, y encontrarás las ruinas… Porque se cumplió lo que él simbolizaba. Hasta el mismo templo que es el cuerpo del Señor se derrumbó, pero se levantó; y de tal manera que en modo alguno podrá derrumbarse de nuevo. Cuando los judíos le dijeron: ¿Qué señal nos das para que creamos en ti?, les respondió: Destruid este templo, y yo lo levantaré en tres días. Él les hablaba en el templo construido por Salomón, y les decía: Destruid este templo; pero no escuchaban ni entendían a qué se refería con el término `este´… De aquí que añada el evangelista: Esto lo decía del templo de su cuerpo. Así, pues, el templo de Dios es el cuerpo de Cristo... Escuchad al Apóstol: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... Nuestros cuerpos y nuestra cabeza, que es Cristo, constituyen en conjunto el único templo de Dios. Confiamos en que el cuerpo de Cristo y nuestros cuerpos son el templo de Dios, y lo seremos. Pues si no lo creemos, no llegaremos a serlo... Edificaos en la unidad para no caer en la separación” (Sermón 217,4).

Oración Cristo crucificado, fuerza y sabiduría de Dios” (1Cor 1, 22-25)

Hoy Pablo, desde su experiencia vital, nos dice:

“Nosotros predicamos a Cristo crucificado,

que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios”;

Pablo, lleno de furioso egoísmo,

combatió a los primeros cristianos;

su centro vital era el templo y la ley:

realidades absolutas, sagradas, inviolables;

había que eliminar a quien se opusiera a estas realidades:

como habían hecho con Jesús las autoridades religiosas.

Descubrirte a ti, Jesús, en los perseguidos:

fue su conversión, su caída del caballo soberbio que montaba;

sintió tu amor en los que perseguía,

en los que morían perdonando;

¿cómo perseguir y matar a quien pide a Dios

que no tenga en cuenta este pecado”? (He 7,60).

Tu Espíritu penetró en su alma como un huracán:

removió su alma apegada a tradiciones, normas, ritos...;

le condujo a una vida nueva, vida en tu Amor;

su persona “bautizadas con tu Espíritu” encontró:

- amor, alegría, paz, comprensión, servicio,

bondad, lealtad, dominio de sí... (Gál 5, 22);

- abrazo de la cruz de trabajos, cárceles, castigos,

naufragios, peligros... (2Cor 11, 23-29;

- liberación de esclavitudes: soberbia, avaricia,

lujuria, ira, gula, envidia, pereza... (Gál 5, 19-21).

En la lectura de hoy nos dice:

“Nosotros predicamos a Cristo crucificado:

escándalo para los judíos,

necedad para los gentiles;

pero para los llamados —judíos o griegos—,

Cristo es fuerza y sabiduría de Dios.

Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres;

y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1Cor 1,23-24).

Tu amor, Cristo Jesús, es nuestra “fuerza y sabiduría”:

tu amor nos realiza, nos salva, nos alegra…;

nos hace humildes y nos impide dañar a nadie;

cultiva nuestras capacidades al servicio de la vida;

mira la vida en verdad, en justicia, en solidaridad...;

ofrece sentido pleno a nuestra existencia.

Este amor es la voluntad del Padre:

tú y el Padre actuáis” constantemente este amor (Jn 5, 17);

tu vida en amor manifiesta nuestro ser verdadero (GS 22):

            hijos de Dios, hermanos tuyos y de todos;

tu amor abre el misterio y el destino de nuestra vida;

vivir en tu Amor es nuestra alegría crucificada.

Gracias, Jesús, por tu amor:

que no rehúsa la cruz, nos fortalece e ilumina.

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