“El camino de la Iglesia es este: reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir” Jesús no acepta la falsa paz del orden establecido (Domingo 20º TO C (14.08.2022)

El “fuego” de Jesús es su Espíritu

Comentario: “He venido a prender fuego en la tierra” (Lc 12,49-53)

Fragmento de la instrucción a los discípulos. Los vv. 49-50 sólo se encuentran en Lucas. Reflejan la conciencia de Jesús de que su pretensión del reino de Dios incluía enfrentamiento con la coyuntura social de su país. Ya lo había adelantado el evangelista al presentarle en el templo: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones» (2, 34-35). Ahora lo está viviendo: siente la increencia de sus paisanos y de la propia familia (4,28s; 8,19s y paralelos) y sospecha que correrá la suerte de otros profetas (9,22. 44).

He venido a prender fuego en la tierra.... Literalmente: “Vine a arrojar fuego sobre la tierra, y ¿qué quiero sino que arda ya”. En la Biblia, el fuego como metáfora significa: algo que purifica, discierne lo valioso de la ganga, castiga, destruye... El Bautista señala a Jesús como quien “os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (3,16c). En Pentecostés, el Espíritu aparece en “lenguas como llamaradas” (He 2,3). El Evangelio de Tomás (el más antiguo de los evangelios no canónicos conocidos) aclara cómo se entendió en la primera época la metáfora del fuego. Entre “los dichos secretos que Jesús el Viviente dijo y que escribió Dídimo Judas Tomás” encontramos estos dos, que relacionan fuego y reino: “Dijo Jesús: «He arrojado fuego sobre el mundo y ved que lo miro hasta que arda»” (Dicho 10). “Dijo Jesús esto: «El que está cerca de mí, está cerca del fuego, y el que está lejos de mí, está lejos del Reino» (Dicho 82). Jesús y su reino son “fuego”. Jesús y reino son expresión del Espíritu Santo. “Acercarse” a ellos es acercarse al Espíritu. Jesús da su Espíritu y su reino a quien se acerca a él.

Sufuegono destruye como piensa el Bautista (Lc 3, 9.16-17). Su fuego es Espíritu que purifica intenciones, perdona, anima la fraternidad, realiza. Estará siempre en la vida, ofreciendo la “casa del Padre”: bondad sin límites, igualdad fraterna, cuidado especial a los más débiles... Este Espíritu causará división, porque no todas las personas se dejarán llevar por su impulso. Las aguas de la historia le sumergirán en la muerte. Es la angustia que tendrá que pasar Jesús. Nos recuerda el salmo: “Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte... cuando nos asaltaban los hombres..., nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros. Nos habrían arrollado  las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello...” (Sal 124,1-4). Su reino de igualdad traerá, sin duda, enfrentamiento con el poder, la gloria, el prestigio de los dueños de este mundo y de los dirigentes religiosos que confunden el servicio con el dominio.

Jesús, profeta, no acepta la falsa paz del orden establecido: “Han curado la herida de mi pueblo, pero sólo en apariencia, diciendo: `todo va bien´, y nada iba bien” (Jer 6,14; 8, 11). Mientras haya hambre, corrupción, encumbramiento, tiranía..., no habrá paz. La actualidad acredita el evangelio de hoy. El trabajo del papa Francisco ha puesto división. Su frescura evangélica molesta. Sus críticas al clericalismo levantan ampollas. Protestan los fundamentalistas, los grupos sectarios, los reacios a todo lo nuevo, ávidos de poder y seguridad. Claman contra la libertad de pensar y de hablar. Les molesta cualquier reforma hacia la libertad, hacia la misericordia. No aceptan el celibato opcional para el ministerio. No quieren comunidades adultas, con palabra y voto. Valoran más el Código de Derecho Canónico que el Evangelio... La libertad de Jesús frente a leyes deshumanizadoras, la familia patriarcal, los ritos religiosos... sigue trayendo división. Su Espíritu, respetando los derechos humanos, guiando la libertad con amor desinteresado..., tiene problemas.

Oración: “He venido a prender fuego en la tierra” (Lc 12,49-53)

Jesús, dador del Espíritu, “llamarada” de Vida:

te escuchamos hoy comparándote con el fuego;

tú eres “fuego” que tonifica y da calor de vida;

tú eres “fuego” que hace ver la realidad con los ojos del Padre;

tú eres “fuego” que despierta lo mejor de uno mismo;

tú eres “fuego” que limpia toda inmundicia;

tú eres “fuego” que deshace todo desajuste personal y social...

El “fuego” es también tu “bautismo de angustia:

el cáliz que has de beber” (Mc 10,38);

las aguas -violentas- que cruces” (Is 43,2);

la increencia de sus paisanos y de la propia familia;

la dura “decisión de ir a Jerusalén” (Lc 9,51),

sospechando la suerte de otros profetas;

sufrir “la confabulación para acabar contigo” (Mc 3,6)

de los dirigentes de tu pueblo;

pronunciar parábolas, llenas de dolor y esperanza,

que “los sumos sacerdotes y fariseos

comprenden que hablas de ellos.

Intentaban echarte mano y acabar contigo” (Mt 21,45s; Lc 19,47...);  

la crisis final: “vuestra hora y la del poder de las tinieblas” (Lc 22,53).

La actualidad eclesial certifica el evangelio de hoy:

el papa Francisco encuentra contradicción abierta;

su “curia” romana se resiste al cambio evangélico;

algunos cardenales critican abiertamente sus iniciativas;

sus críticas al clericalismo no doblegan a cierto clero;

su “consulta sinodal” no está siendo acogida... 

en los propios sacerdotes, sobre todo los más jóvenes; 

no quieren comunidades adultas, con palabra y voto de todos;

valoran más el Código de Derecho Canónico que el Evangelio...

No es nuevo, tú lo sabes, Señor:

La circuncisión obligatoria, en los inicios de la Iglesia,

provocó un altercado y una violenta discusión”;

Pedro puso paz llamando a vivir en libertad evangélica:

¿Por qué ahora intentáis tentar a Dios,

queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo

que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar?” (He 15,2.10).

“El camino de la Iglesia es este:

reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir.

Esta es la llamada sinodalidad de la Iglesia,

en la que se expresa la comunión de la Iglesia.

¿Y quién hace la comunión?

¡Es el Espíritu! Otra vez el protagonista”

(Homilía del Papa sobre He 15, 7-21 -28.04.2016-, en Santa Marta).

Queremos, Señor, seguir tu Espíritu:

no “entristecerlo,apagarlo o ahogarlo” (Ef 4,30; 1Tes 5,19);

ni seguir “otros espíritus”:

“espíritu de vanidad y de malicia”,

“espíritu de dominación y desprecio de las personas”,

“espíritu economístico” (Gaudium et Spes: 37, 83, 63)...

Jesús, dador del Espíritu, “llamarada” de Vida:

Que tu Espíritu encienda nuestro corazón.

Que “respondamos a las mociones del Espíritu” (título de GS 11).

Preces de los Fieles (D. 20º TO C 14.08.2022)

He venido a prender fuego en la tierra” (Lc 12,49-53), nos dice Jesús. Su “fuego” es su “Espíritu”. Actúa en todos, especialmente en los bautizados, en los que siempre vive. Pidamos dejarnos guiar por él diciendo: Queremos, Señor, seguir tu Espíritu”.

Por la Iglesia:

- que “se reúna, se una, se escuche, discuta, rece y decida”;

- que no “entristezca niapague el Espíritu” (Ef 4,30; 1Tes 5,19);

Roguemos al Señor:“Queremos, Señor, seguir tu Espíritu”.

Por las intenciones del Papa (Agosto 2022):

- que “pequeños y medianos empresarios encuentren medios necesarios”;

- que “continúen su actividad al servicio de la comunidad donde viven”.

Roguemos al Señor: “Queremos, Señor, seguir tu Espíritu”.

Por los más débiles (enfermos, parados, marginados...):

- que sean fortalecidos con la audacia del Espíritu;

- que hagamos comunión con sus problemas.

Roguemos al Señor: “Queremos, Señor, seguir tu Espíritu”.

Por nuestros pueblos y ciudades:

- que crezcan en verdad, en justicia, en honradez, en ayuda mutua;

- que cuiden a los más desvalidos, a los enfermos, a los sin techo...

Roguemos al Señor: “Queremos, Señor, seguir tu Espíritu”.

Por la paz del mundo:

- que cese el terrorismo político, religioso, racial...;

- que trabajemos por suprimir miserias, tiranías, armas de guerra...

Roguemos al Señor: “Queremos, Señor, seguir tu Espíritu”.

Por esta celebración:

- que sintamos el fuego de Jesús que nos limpia y fortalece;

- que nuestra comunión nos una a toda la humanidad.

Roguemos al Señor: “Queremos, Señor, seguir tu Espíritu”.

Que María, “Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruegue por nosotros” y podamos “resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres” (EG 288). Por los siglos de los siglos.

Amén.

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